Las nubes podrían anidar nuestra cabeza en formas de animales salvajes o en cúmulos de agua dispuestos a caer o a quedarse en suspenso, practicar el vuelo, el grito salvaje, el descenso sobre los labios de la tierra,
mojar cada rincón del asfalto e internarse en las coladeras.
Debajo de la tierra también podría haber nubarrones que se precipiten para formar ecos, vapores, algoritmos, squirts que inciten deslizamientos en las placas tectónicas y hagan crujir las bases de los edificios.
No sería difícil el sueño húmedo,
amanecer en la ducha.
¿Quién dice que a esta ciudad le falta agua? Hay un lago debajo. Cada temporada se inunda de tal forma que no hay tubería capaz de evitar las inundaciones.
Las avenidas se vuelven ríos caudalosos,
surgen vapores, geisers donde no se conocían.
Aquí no hay sismos sino maremotos.
El cielo de esta ciudad está diseñado para quebrarse cada lluvia.
Capaz de inundar a su paso el curso del año y provocar el fenómeno del niño en el litoral de los orgasmos.
Debería haber una forma de salir de la humedad del sueño y domar el viento, controlar la vida o domar el aire.
No somos capaces de nada porque no nacimos dioses.
Matamos a un ser que creíamos eternos y nos inventamos mitos cósmicos donde debería haber nada. Seguimos creando dogmas donde debería haber silencio, inventamos el mito de Caín y Abel. A uno le pusimos una piedra en la mano para cantar victoria.
Multiplicamos el vino para proteger la resaca cuando nuestra raza compró el juego de la religión, leyó las letras pequeñas del contrato “obviarás la objetividad a cambio de creencias”.
En realidad el sueño es el desdoblamiento, el caminar del camino, el sol abajo.
En realidad el camino surge de nubes concentradas, mareas antiguas. Más viejas que las civilizaciones y la concentración del lenguaje.
En realidad el sueño es la pesadez del día, el debilitamiento, el viaje austero y así, el más peligroso e incesante.
Mujer pitonisa,
mujer que en el sueño carga el litoral de los ojos.
Mujer que anida el destino y la memoria de generaciones de brujas ¿qué te trajo el sueño esta noche?; ¿qué nos depara mañana el canto de sirenas en esta humedad citadina?; ¿qué cantos nuevos y qué premoniciones del mundo tirado por la borda sucederán la mañana?
2·V·2021
IMAGEN AL EXTERIOR
La vida es sueño >> Óleo sobre lienzo >> Miguel Ángel Ojeda
Guillermo Hernández Santana, en el ámbito académico, es lingüista por la ENAH y maestro en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Recientemente doctorado en Antropología Lingüística. Realiza trabajo etnográfico y lingüístico en la comunidad comcaac (seri), en la costa del Desierto Sonorense. Particularmente estudia cómo es el tiempo y las representaciones sociales entre los comcaac. En 2016 fue galardonado con el premio de lingüística Wigberto Jiménez Moreno a la mejor tesis de maestría. En el ámbito literario, ha cultivado diversas formas poéticas, tal como el Hai ku y el verso libre, asimismo escribe ensayo habitualmente. En 2007 ganó el Segundo lugar en el concurso de poesía organizado por la librería El Laberinto. Funge como editor de la revista Piedra, papel & tijeras. Sus obras, tanto académica como de creación literaria, se encuentran publicadas en diversos medios impresos y electrónicos. Colabora en Sombra del Aire desde abril de 2017.