Por David Gutiérrez
Tenía un mes que Néstor Godínez se había graduado en la licenciatura de Ciencias de la Comunicación aunque no había comenzado a escribir su tesis. Mientras caminaba hacia las oficinas de la revista Farandulería a una entrevista de trabajo a las once de la mañana, definía quién sería su asesor de tesis.
-Yo creo que el doctor González -pensaba-. Es uno de los más reconocidos comunicólogos de México, pero es bastante estricto. Aaammmm… Es el candidato más probable.
-¡Hey, cuidado, chavo! -rugió una chica con quien Néstor había chocado.
-Pe-perdón, señorita -tartamudeó él mientras ella lo miraba con el ceño fruncido.
Néstor la vio alejarse y quedó absorto unos instantes con el vaivén de sus caderas. El chico meneó la cabeza y siguió su camino. Minutos después estaba frente al edificio de la revista. Miró arriba y vio el enorme aunque vetusto inmueble.
-Pensé que sería más moderno -se dijo sonriendo-. Se ve que a estas oficinas sí les han afectado los temblores.
A la segunda llamada del timbre salió una joven policía regordeta.
-Buenos días -saludó Néstor-. Tengo una cita con Julieta Quiste.
-Buenos días -respondió la policía-. Pase por favor.
Ambos caminaron por un pasillo mientras Néstor miraba las paredes de ladrillo. Llegaron a un escritorio donde la policía se sentó, extendió una agenda y solicitó:
-Por favor registre nombre, hora, persona a quien visita, empresa y firma.
El chico obedeció mientras la vigilante se echaba un chicle a la boca. Cuando Néstor terminó de escribir, la oficial le solicitó una identificación. El chico se la extendió y llamó al elevador.
-Cuarto piso -indicó la policía mascando chicle mientras encendía una pequeña televisión.
En el piso indicado, Néstor tocó la única puerta de madera del piso, la cual se abrió en segundos.
-Bu-buenos días -saludó él-. Soy Néstor Godínez. Tengo cita con Julieta Quiste.
Una chica castaña y atractiva le sonrió, le pidió que pasara y saludó:
-Buenos días, Néstor. Siéntate. Iré a ver.
El chico se sentó en un pequeño recibidor con una ventana que daba a la calle y observó a su alrededor mientras sujetaba su portafolio.
-Nunca había visto una copia de un Dalí tan de cerca -pensó al contemplar un cuadro de La persistencia por la memoria.
Cuando estudiaba la composición la pintura, una mujer bajita y rubia lo saludó:
-Hola, Néstor. Soy Julieta Quiste, dueña de la revista Farandulería. ¡Qué puntualidad! Eso habla bien de ti desde el inicio.
-Julieta, muy bue-buenos días -respondió el chico poniéndose de pie y estrechando la mano de ella.
-Pero pasa a mi oficina por favor. Allá podremos hablar porque debo salir en unos minutos.
-Por supuesto. Muchas gracias -respondió Néstor mientras se incorporaba.
Ambos caminaron por un pasillo hasta una oficina donde varios chicos trabajaban en computadoras.
-Él es Néstor Godínez, chicos -anunció Julieta deteniéndose un instante.
Uno de los chicos, vestido con chamarra de cuero negra y de pelos parados resopló en tono de burla. Néstor lo miró extrañado.
-Cuando terminemos de hablar te presento al equipo editorial, Néstor -propuso Julieta mientras caminaba.
Ella y Néstor entraron a una pequeña oficina contigua y cerraron la puerta.
-¡Te pasas, Maic! -sentenció Aidé, una chica bajita, de tez blanca y cabello negro-. Ni siquiera conoces al chico y te burlas de él.
-¡Pues no manches! -exclamó Maic-. Es el colmo ese vato. Va a entrar a trabajar a una oficina y se apellida Godínez. Además ¿vieron cómo le salen los dientes de serrucho?
Los demás chicos rieron. Cintia Castro, coordinadora editorial, no pudo evitar reír. Puso los ojos en blanco y siguió escribiendo en su computadora. Los demás hicieron lo mismo.
Minutos después salieron de la pequeña oficina Julieta y Néstor.
-Mira, Néstor: ellos son Aidé, diagramadora; Maic, diagramador; Ilse, iconógrafa; y Cintia, coordinadora editorial -presentó Julieta-. Son el equipo de edición de la revista. -Néstor saludó con la cabeza y dirigió una tímida sonrisa a Ilse, la chica que le había abierto la puerta. Julieta se dirigió a todos-: Él es Néstor Godínez, el nuevo redactor.
Todos lo saludaron con sonrisas y movimientos de cabeza. Julieta se volvió y le preguntó:
-¡Olvidé preguntarte, Néstor! ¡Disculpa! ¿Puedes quedarte a trabajar de una vez hoy?
Néstor la miró extrañado pero enseguida respondió que sí, que no tenía inconveniente.
-Gracias -dijo Julieta-. Ahora debo irme. Cintia te explicará tus funciones y te asignará trabajo.
Néstor asintió con la cabeza.
-Perfecto. ¡Hasta luego, chicos! -se despidió Julieta mientras salía de prisa de la oficina.
Segundos después Maic ponía “Trance” a volumen alto mientras Cintia daba indicaciones a Néstor.
El día pasó lento y pesado para Néstor; el ritmo de trabajo de Faranduleríale quebró la espalda. Poco antes de las seis de la tarde salió a la calle a estirar las piernas. Cuando caminaba de regreso a la oficina por el pasillo casi choca con una señora de rostro afable con uniforme de intendencia.
-Disculpe, señora -dijo Néstor-. No me fijé.
La mujer le sonrió con candidez. Sacó un antifaz azul turquesa con adornos de plumas en la parte de arriba y una letra “D” en el medio, se la extendió y dijo:
-No se preocupe, joven. Tome este antifaz. Lo va a necesitar.
-Es bonita esta máscara pero no tengo dinero para comprársela.
-Usted hágame caso. La va a necesitar muy pronto.
-Debo reconocer que es muy buena vendedora -sonrió Néstor al tiempo que tomaba el antifaz-. Está bien. La tomo pero se la pago en la quincena. Soy nuevo en la revista Farandulería.
La señora asintió sin dejar de sonreír, se despidió con una inclinación de cabeza y caminó por el pasillo. Néstor se fue en dirección opuesta hacia su oficina y escuchó la voz de la mujer susurrar:
-Créame que va a necesitar el antifaz, joven Néstor Godínez.
Néstor se volvió asombrado pero no había nadie ya. Corrió y no encontró a nadie.
-A ver -pensó el chico-. Tal vez escuché que la señora dijo mi nombre por algún efecto auditivo provocado por los ruidos del edificio. Ella no puede saber cómo me llamo.
Se tranquilizó y fue a la oficina mirando el llamativo antifaz.
-¡Vaya con el disfraz para carnaval, ja, ja! -rio-. ¿Y una letra “D”? Debo estar loco para haberlo aceptado.
Cuando dieron las seis, Maic anunció en medio de la oficina:
-¡Es jueves, compañeros! ¡Vamos por un par de tragos según la tradición!
En eso tocaron el timbre e Ilse se levantó a abrir mientras Cintia sentenciaba:
-¡Ya les dije que vayan de fiesta hasta el viernes, muchachos! Luego por eso no vienen a trabajar al otro día si se van entre semana.
Cuchicheo general.
-¡Por favor, Cintia! -argumentó Maic-. ¡Sólo serán un par de cervezas!
Cintia puso los ojos en blanco, continuó escribiendo y sentenció:
-Hagan lo que quieran. Pero si mañana alguien falta, le explicaré por qué a Julieta.
Todos cuchichearon mientras entraba un chico alto y castaño saludando.
-¡Nadie va a faltar mañana! -argumentó Maic-. ¡Mira! ¡Ya hasta llegó Efra, que nos va a acompañar!
Efra se sentó junto a Ilse y la abrazó. Néstor frunció el ceño mientras apagaba su computadora y guardaba el antifaz en una bolsa interior de su chamarra.
-Bueno -instó Ilse-. Si vamos a ir al bar, de una vez.
-Néstor, ¿vienes con nosotros? -preguntó Aidé.
-No -contestó el chico-. El primer día me cansó mucho y prefiero irme a descansar.
-¡Aasssh! -protestó Ilse-. ¡No seas aburrido! Mira, tómalo como tu bienvenida a la revista.
Néstor reflexionó unos momentos y resolvió:
-Está bien, compañeros. Sólo iré un rato.
-¡Ésa es la actituuuud! -celebró Maic.
En el bar había número especial: un roquero que tocaba covers con una guitarra eléctrica y samplers como acompañamiento.
-¡Está guapísimo el músico! -dijo por lo bajo Ilse a Aidé-. ¡Qué bueno que vinimos hoy! ¡Mira nada más sus músculos y sus ojos verdes!
-¡Sshhhht! -chistó Aidé-. ¡Te va a oír Efra!
Ilse rio y se encogió de hombros. Enseguida todos ordenaron a un mesero y conversaron.
Mientras el músico ejecutaba su presentación, coqueteaba con Ilse quien, a escondidas de Efra, varias veces correspondía a las señas. En una de esas ocasiones Efra se dio cuenta, haló a Ilse del brazo a la entrada del bar y le reclamó:
-¡¿Crees que no me doy cuenta cómo le coqueteas al roquero ése?! ¡Ya me imagino lo que harás cuando no estoy presente!
Ilse trató de defenderse sin argumentos válidos, lo cual terminó en una discusión en la que al final Efra anunció:
-¡Yo me largo de aquí! ¡Ya me tienes harto!
El chico salió tan furioso que su cabeza chocó con el marco de la puerta del bar, la golpeó y siguió caminando por la calle.
Ilse retorció la boca y arqueó las cejas. En ese momento escuchó la voz del músico:
-¿Estás bien, guapa?
La chica se sorprendió y respondió ruborizada:
-Ho-hola. Sí, estoy bien. Pero ¿no estabas cantando?
-Tomé mi descanso. Yo siempre tomo lo que quiero -respondió el músico guiñando un ojo y acomodándose el estuche de la guitarra en el hombro-. Pero no pude evitar ver que peleabas con el chico.
-¡Siempre se pone así!
-¿Es tu novio?
-Sí pero nuestra relación anda mal. Es bastante tóxica. Ya ni sé si ando con él o no.
-Oye, eres demasiado hermosa para estar con un niño berrinchudo e imberbe. Tú necesitas un hombre de verdad, fuerte, varonil, talentoso.
-¿Ah, sí? ¿Un hombre como quién?
-Como yo.
Ilse rio en el preciso momento en que Néstor salía a llamar por teléfono, pero al ver a los dos hablando se detuvo en el pasillo del bar sin ser visto. Ilse sacó su celular de su bolsa y en los ojos del músico una luz amarilla se encendió. Néstor, quien fue el único en advertirlo, se asombró.
-¿Qué fue esa luz en los ojos del vato? -se preguntó-. ¡Parece cosa de magia!
-Y ni siquiera me has dicho tu nombre, ja, ja -dijo Ilse al músico mientras revisaba su celular y los ojos del roquero volvían a la normalidad.
-Sólo llámame Trovador.
-Ja, ja, ja. ¿En serio? ¡Qué nombre tan raro! Pero está bien; ya todos usan nombres raros como Brenda Catt, Temepunk, Ska Ska, y cosas así.
-Oye, vamos afuera. Quiero ver tus ojos con la luz de la luna.
-Ja, ja. ¿En serio? ¡Todo romántico!
Dentro del bar, Aidé decía a Maic:
-¡Ya se tardaron Efra e Ilse! ¿Estarán discutiendo?
-Seguramente -respondió Maic-. Cosas de novios. Es que Ilse sí que coqueteaba descaradamente con el cantante.
-Néstor dijo que iba a hablar por teléfono y ya también se tardó -observó Aidé-. Voy a asomarme a la entrada del bar.
Maic se encogió de hombros y dio un trago a su bebida mientras Aidé se levantaba de la mesa.
Néstor observó desde el pasillo al Trovador y a Ilse salir del bar y algo lo impulsó a seguirlos. En la calle miró a todos lados y vio cómo el Trovador llevaba a Ilse del brazo entre la gente. En eso escuchó la voz de Aidé detrás de él:
-¡Hey! ¿Qué pasa? ¿Dónde están Ilse y Efra? ¿A dónde vas, Néstor?
El chico no contestó y caminó de prisa detrás de Ilse y el músico.
-¿A dónde vas, Néstor? -gritó Aidé.
-¡Presiento que algo malo va a ocurrir! -contestó Néstor.
De repente el Trovador levantó a Ilse como si fuera una muñeca y la subió a sus hombros mientras sus ojos destellaban la extraña luz amarilla. De su guitarra salieron unos propulsores con los que se desplazaba más rápido que los coches ante los gritos de Ilse:
-¡¡Suéltame!! ¡¡Suéltame, malditooo!! ¡¡Auxilio!! ¡¡Me secuestran!!
Néstor corrió detrás del Trovador pero éste corría a tan gran velocidad que lo dejó muy atrás. Entre la gente, Néstor sacó el antifaz de la bolsa interior de su chamarra y gritó:
-¡¡Rayos!! ¡Nunca los alcanzaré! Pero ¿cómo puede correr más rápido que Flash?
Por instinto, Néstor miró el antifaz, y la letra “D” comenzó a parpadear con brillo intenso. El chico recordó las palabras de la señora de intendencia del edificio de la revista Farandulería: “Créame que lo va a necesitar, joven Néstor Godínez”. Néstor volteó y vio a Aidé corriendo hacia él gritando el nombre de Ilse. Néstor corrió hasta perderse entre la gente, entró a un callejón y se puso el antifaz, lo cual hacía parecer que sus dientes incisivos no eran tan grandes. Enseguida sintió una energía descomunal que rompió su camisa de vestir. Salió del callejón en la camiseta de tirantes que nadie le había visto ese día y corrió más veloz que cualquier hombre tras el Trovador. Lo persiguió por varias calles cerca de la avenida Reforma, donde el Trovador dio vuelta. Ahí ya la gente no pululaba y el Trovador se metió en un edificio abandonado con Ilse a cuestas, quien no paraba de gritar. Néstor se dirigió allá. En un pasillo dentro del inmueble, el Trovador aventó a la chica al suelo y se descolgó su guitarra del hombro.
-¿Dónde estamos? -gritó la chica-. ¿Quién rayos eres?
El hombre se desabotonó su camisa mientras contestaba:
-Yo soy el Trovador Lujurioso, uno de tantos villanos que hay en esta podrida ciudad. ¡Y tú, bomboncito, eres mi víctima de hoy!
-¡Noooo! ¿Qué vas a hacerme?
-Nada que no te hayan hecho ya. ¡Ja, ja, ja!
-¡Noooo! ¡¡Malditooo!! ¡Auxilioooo!
Néstor, guiado por los gritos de Ilse, subía entre la oscuridad del edificio tan rápidamente como podía. En el sexto piso vio al Trovador forcejeando encima de la chica.
-¡¡Detente, maldito perro!! -gritó Néstor, quien se extrañó de que su voz se escuchaba más gruesa de lo normal-. ¡Déjala en paz!
-¡Ja, ja, ja! -se burló el Trovador Lujurioso mientras se ponía de pie-. ¿Quién va a impedir que la haga mía? ¿Un payaso con disfraz de carnaval? ¡Ja, ja, ja!
Las burlas del Trovador intimidaron a Néstor. El villano se arrojó a la chica, la bofeteó y le arrancó la blusa. Néstor no se decidía qué hacer hasta que vio la suplicante cara de Ilse con las marcas de los golpes; ella gritó:
-¡¡Ayúdame!! ¡¡Defiéndeme por piedad!!
Néstor se armó de valor, recordó algunos entrenamientos que había hecho de Krav Maga y se lanzó sobre el Trovador, lo asió de la cintura y lo haló hacia atrás, liberando a Ilse, quien comenzó a sollozar y a toser.
-¡¡Vas a encontrar la muerte, desgraciado!! -rugió el malvado-. ¡Nadie ha golpeado al Trovador Lujurioso! ¡Siempre he violado a todas las chicas que conquisto con mi música y mi atractivo! ¡Y después de acabar contigo esta zorra será mi trofeo, ja, ja, ja!
El villano lanzó varios golpes a Néstor, quien los paraba o esquivaba mientras retrocedía por el pasillo del edificio. Néstor logró conectar un gancho a la mandíbula a su oponente, quien cayó hacia atrás. El chico comenzó a asestar todos los golpes de Krav Maga que recordaba. El villano casi perdía el sentido, pero recogió su guitarra eléctrica del suelo y con ella lanzó golpes a Néstor, quien tuvo que redoblar esfuerzos para no ser derribado. En eso se escucharon unas sirenas policiacas.
-¡¡Maldición!! -rugió el Trovador, quien dejó de atacar-. ¡Pero la policía no me va a agarrar a mí solo, ja, ja, ja!
En un segundo el villano se lanzó con toda su fuerza contra Néstor al tiempo que Ilse gritaba:
-¡¡Cuidado, mi defensor!!
Néstor se distrajo por el grito de llse, y el Trovador Lujuriosos lo abrazó. Ambos cayeron por el vacío del edificio hasta el sótano.
Momentos después unos policías subían corriendo con lámparas y armas. Al escucharlos, Ilse gritó:
-¡Acá arriba, por favoooor! ¡Estoy acá arriba!
Los policías llegaron con la chica. Una oficial la ayudó a incorporarse mientras otro le preguntaba:
-¿Qué pasó aquí? Nos reportaron que un secuestrador te había llevado a la fuerza. ¿Te hizo daño? ¿Dónde está él?
-Quiso abusar de mí pero llegó el defensor y peleó contra él.
-¿El defensor? -preguntó el policía extrañado-. ¿Quién es ese defensor?
-Es un héroe que llegó justo a tiempo. Le dije defensor porque me defendió y trae un antifaz con la letra “D” de Defensor. Él sigue peleando con el Trovador Lujurioso.
-¿Quién es ese otro? -inquirió el policía.
-Es el secuestrador, que es músico, y quiso abusar de mí.
Ilse comenzó a sollozar. Una oficial la condujo a la patrulla y observó:
-Debemos atender a esta chica y localizar a su familia. Sufrió un intento de violación.
De pronto se escucharon unos golpes descomunales desde la parte baja del edificio y los policías corrieron allá. Los impactos cesaron. Los oficiales aluzaron con lámparas y entre el escombro vieron surgir a Néstor todo lleno de tierra.
-¿Tú eres el Defensor? -preguntó un policía.
Néstor los miró extrañado. Todo le daba vueltas.
-Sí -respondió él-. Así me nombró la chica.
-¿Y dónde está el agresor? -preguntó otro policía.
-Logró escapar por una ventana. Casi lo atrapo.
-¡Diablos! -se lamentó un policía y se dirigió a Néstor-: Pues entonces tendrás que acompañarnos al Ministerio Público para llevar a cabo la declaración y…
En un segundo Néstor, o mejor dicho: el Defensor, saltó encima de los policías y salió por una ventana hasta la calle, donde corrió tan velozmente que nadie pudo seguirlo.
Afuera, Aidé y Maic habían localizado a Norma, hermana de Ilse, quien se encontraba cerca y había llegado al edificio abandonado, donde ya había una multitud de curiosos y varios periodistas que transmitían la noticia del secuestro. Aidé, Maic y Norma aceptaron acompañar a Ilse y a los policías al Ministerio Público para que Ilse hiciera su declaración de los hechos. Cuando iban a subir a una patrulla, Ilse vio a lo lejos brillar una luz azul turquesa, la señaló y exclamó:
-¡Allá va él!
-¿Quién es él? -preguntó una reportera.
-El que me defendió. ¡Él es el Defensor, el Defensor Chilango!
…
IMAGEN
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David Gutiérrez nació en Ciudad de México en 1975. Se licenció en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Es editor, músico y novelista. Colabora para distintas editoriales dentro de la producción de libros de texto para nivel bachillerato de México. En 2016 publicó su primera novela, Asesino en Facebook, con Edelvives México. Presentó dicha obra en distintos foros y medios como la Feria Internacional del Libro del Zócalo 2016; FILIJ 2016; Feria del Libro del Palacio de Minería 2017; MVS Radio, Diario DF, Relax 104.5 F. M., Radio Ciudad Capital, y Zona Adictiva. Ha sido columnista en las revistas CROM y Palabrerías. Actualmente prepara otras novelas para su publicación.
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