116
Por Antonio Rangel
No se hizo más rico el hombre
ni se hizo más sabio el niño
tampoco la abuela pudo
revertir sus progresivas
lentas y añosas dolencias,
pero la mujer y el hombre
los abuelos y las niñas
unos a otros decían
con una misma sonrisa
¿ya lo viste? ¡Ya lo viste!
En el mismo camión todos
y todos mirando al cielo
incluso la gente de a pie
andaba con la vista alta
gozando gratuitamente
aquel arco misterioso
que hizo de un día sin gracia:
frío, tristón, lloviznante,
una alianza de miradas
que el don de ver valoraron.
Mas yo desvié la mirada temiendo
que en este país de dispersas fosas
la luz esté obligada a atravesar
demasiadas lágrimas hechas polvo
para formar aquí los arcoíris.