Por Alberto Navia
I
De cómo las palabras van ablandando la carne,
la maceran, lavan calentando hasta volverla
tibia y moldeable.
II
Las palabras son como manos distantes, sin límite.
Se pueden usar de cerca o de lejos.
Se pueden usar de día o de noche.
En los velorios o durante el acto amoroso.
III
Las palabras son saetas certeras cuando
quien las usa es diestro en su uso.
Así, las palabras apuntan a aquella parte que es requerida:
el corazón o la cabeza.
IV
Las palabras se visten de colores:
son negras y dolorosas,
amarillas y venturosas,
moradas y dolientes,
rojas y atrevidas,
rosas y tímidas.
También pueden ser trasparentes y
ocultarse en el fondo de la escena para sorprender.
V
Las palabras son redondas y suaves o afiladas e hirientes.
Son duras como las rocas o suaves como las caricias.
VI
Las palabras se pueden moldear,
se pueden disfrazar, pueden
ca
er
sua
ve
men
te
como una hoja en el otoño o
pueden g o l p e a r como el marro al yunque.
Pueden recorrer grandes jornadas sin
que denoten distancia o pueden ser cercanas
en espacio y hacerse sentir lejanas.
VII
Las palabras pueden tener
forma definida como los canarios o
ser confusas como las nubes.
Pueden ser etéreas y cálidas como
el aliento o pesadas y frías como
el acero.