Por Nidya Areli Díaz
.
No puedo más esperar a ser tu Luna;
debes saber que el universo no es benevolente,
para más decir:
me ha quitado los alcances de mi lozana piel,
y la simpatía
que se ha vuelto más una mueca ridícula.
No puedo esperarte porque me he ido
como la esperanza
como la fe
como Dios que se largó.
Entiendo que tus dudas nos traicionaron,
que cuando hay algo bueno
llega el Diablo a joderlo todo;
lo entiendo,
y puedo comprender tus bonitas y enormes manos
hurgando bajo mi blusa en momentos poco propicios,
en lugares indecentes donde se evidenciaba mi debilidad.
Puedo entender a cada uno de tus dientes
dinamitando mis labios
como cerezas a punto de estallar.
Puedo pensar en la ablución de las estrellas que no fueron,
en la lontananza de mi cursilería,
mostrándote canciones del vulgo que antes despreciaba,
puedo todavía visualizar mi lágrima pendeja
gritándote que no te vallas,
pues si es que me dejaras pasaría lo que pasó;
es decir, Nada,
sólo el puto silencio que me llenó de caos como de lepra,
sólo las horas de llantos y desiertos y desesperación,
sólo la seguridad despidiéndose también, y así algo del amor propio y cualquier indicio de alegría.
Como verás: unas cuantas naos imposibles, improbables y patéticas.
Mas, sé muy bien que ya no es tiempo de lluviecitas,
han pasado los días aciagos,
la reticencia y el desencanto.
¿Qué queda entonces?
¡Ve tú a saber!
Me han traído estos tiempos tantos desvaríos de verdades incomprensibles
que me da un poco lo mismo si hubo o no, justicia en lo nuestro.
Me he dedicado a hacer zorros y más zorros,
zorros sanguinarios para variar,
algunas serpientes constrictoras, pesarosas y lúgubres,
novedosas cucarachas y liendres desparramadas, inodoras pero dolorosas.
No te voy a culpar por tu maldad,
porque he comprendido también que ésta es hija directa de la pendejez,
así que no te odio después de todo,
antes mal, mal te comprendo, mal te conmisero, mal te percibo y mal te olvido.
Puedo también interpretar tus persecuciones iniciales
imposibles de tomar en serio,
tus dobles sentidos, tus acechanzas, tus buenos días, tus donas, tus sonrisas de idiota.
Me he dado a la tarea de tratar de explicar toda la secuencia de los hechos
desde el primer comentario hasta la última mirada.
Si bien, Dios me dejó, también puso a un lado mío,
antes de irse, una gran dosis de obsesión antiaburrimiento.
Por eso te comprendo y lo explico todo.
Ahora sé que es necesario vivir estas cosas
para llegar al punto sincrético en que se sigue la vida no por la fe o la esperanza,
ni por el miedo ni por la utopía,
sino por la rebelde convicción de respirar aunque sea los recuerdos,
los pequeños rencores que bien se callan con un buen zarpazo,
por el ánimo de ser más perra que antes, más necia y más hija de puta,
más buena también…, porque siempre he sido buena.
No puedo más esperar a ser el satélite de la melancolía que me suscitas.
No puedo más tanta putada sin más desconsuelo que el coraje contenido.
No puedo más el rencor.
No puedo más el reconocimiento de la derrota desoladora.
Mas…
voy a seguir viviendo para ver cómo te olvido.
…
ILUSTRACIÓN EXTERIOR
Fotografía: Paisaje >> Luz Gabriela Díaz Garcés
.