Por Víctor Hugo Pedraza
Inframundo
velado entre ocres sueños.
Majestuoso altar a la muerte,
decolorado por tenues silencios
difuminados entre recuerdos
y natura desértica.
Recorrer tus historias decrépitas,
oscuras,
resulta un camino solemne al interior de mis entrañas,
al cosmos del canto
en la vida de un cenzontle.
Reconozco en él
matices de una vida pasada,
ya muerta.
Reconozco en ti Biznaga
el lugar confuso de mis pensamientos:
algunos coloridos,
regularmente sórdidos,
como las huecas y roídas
arterias de tu vientre.
Mictlán
hecho mundo
de voces apagadas
por la simple silueta del yo,
sin memoria,
sin miedo.
Cansino,
cansado, estoy aquí Biznaga,
sentado en esta desvencijada silla,
bebiendo tu alucinante elixir,
mirando tus ires y venires,
cual observador tenebroso,
fuera de lugar,
alucinando un sinfín de universos,
de rostros,
de muertes.
Acongojado
por la incertidumbre de un destino
que no llega,
por un amor que se vació en el silencio,
en la mentira de un bienestar,
en la hipocresía de un te quiero.
Tus múltiples preguntas
Biznaga,
se estrellan contra mis pupilas,
derrotan toda razón
y se convierten entonces
en susurros voraces,
en vientres vacíos.
Estoy aquí Biznaga,
en este cosmos perdido.
¡Aquí Biznaga
de nuevo en esta silla desvencijada!