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Por Víctor Hugo Pedraza
Al desaparecer el ocre
en el horizonte
y perderse el último aliento de sol,
nace ya en la bóveda celeste,
la oscuridad.
Se revienta entonces la luna
con cada suspiro inválido,
con cada promesa rota.
Se encuentra la soledad
siempre fiel a las convicciones
tiradas por la borda.
Otras tantas guardadas
en lo profundo del pensamiento
o del efímero secreto
guardado en la voz.
Se revienta entonces la luna
con la esperanza
en la promesa,
en el tiempo,
en el amor.