ETERNAMENTE TUYA SERÁ LA NAVIDAD-PARTE II

por Lord Crawen

Me he levantado de golpe de la habitación una vez que los primeros rayos de luz se cuelan en las ventanas. Desconozco la hora y como el segundero avanza a lentitud en comparación a los latidos del corazón. Salgo de la habitación y me tropiezo con los objetos regados en todo el pasillo. Tras caer y recibir el duro golpe de esta parte del mundo real, caigo en la cuenta de que es la madrugada del 24 de diciembre. La fecha rebatada desde aquel 1984.

Bajo con mayor calma las escaleras. Intento presionar los apagadores y girar perillas, de las que no tomé lista de su funcionamiento; esa es una tarea que tomaré en consideración al volver de compras. Al descender, no dejo de mirar el viejo árbol verde-herrumbroso. Es inevitable ver cómo el tiempo y la física lo han doblegado, otrora de una limpia señalización cobriza que va de la punta hacia…

Dejaré de mirarlo, sólo imagino cosas en una época donde nada de esto debería suceder. Arsis, me repito en voz alta, sólo ocurrió en un sueño. Vienes a ser feliz.

La salida de la casa presenta no sólo una calma inquietante a través de una resplandeciente mañana con tonos blanquizcos por doquier. Las familias han comenzado a llegar a los distintos hogares; se les puede ver felices, hasta que salgo de casa. Podría traducir cada uno de los susurros; lanzo un tenue “buenos días a todos” y subo al auto. Tras arrancar el motor y ponerme en marcha, bajo el cristal del conductor para desearles una “feliz nochebuena”.

Debo señalar que el chisme en complicidad con la velocidad de internet se propaga más rápido actualmente que la velocidad en la que uno se transporta en auto a 30 km/h en un tramo de 6 kilómetros.

Hago mis compras. Pago en efectivo. El dependiente no quiere que esté cerca de ellos. El mito de Arsis, la niña sin navidad, se ha esparcido como una pandemia aterradora. Como cuervos, la gente fuera me observa. Algunos incluso me graban con su teléfono móvil. Tendrán contenido del cual hablar esta noche. Antes de subir al auto, cerca de la tienda hay una enorme pizarra con diferentes anuncios de ofertas y otros panfletos de actividades. Pero uno, debajo de todos, muestra un amarillento papel. Acudo donde la pizarra y comienzo a retirar los anuncios actuales, dejando al descubierto lo que ese pequeño trozo de papel entrado en años estaba por mostrarme. Era el rostro del horror. La papeleta en la parte superior decía: “Se [papel roto en esta parte] busca” Debajo: “Luan No [papel roto]”. Leyenda al pie: “Recompensa por… [papel roto]” El rostro en aquel papel amarillento, parecía jamás haberle hecho justicia al tiempo. Ahí estaba, sonriendo diabólicamente previo a la fechoría más grande de la Navidad en 1984. La gente alrededor graba, algunos preguntan; más, extrañamente nadie sabe que mi nombre es Arsis. Sólo hacen conjeturas respecto a los hechos de aquella noche de 1984 y las leyendas creadas desde el día 26 de diciembre hasta hoy.

Vuelvo a casa.

Encuentro un par de adolescentes trasmitiendo desde mi casa. Decido descender tranquilamente del vehículo, trato de no hacer pública mi situación ni que sepan nada sobre los eventos. Pido a los jóvenes que se retiren o llamaré a las autoridades. Hacen preguntas sobre la casa, si puedo dejarlos entrar, si conozco los hechos ocurridos dentro de la casa y, al final, cerrando con broche de oro la nefasta entrevista de adolescentes curiosos: “¿Cómo se llama?”.

Ingreso a casa. Trataré de tener una tarde cómoda con cada una de las situaciones como se vayan presetando. Saludo al herrumbroso árbol. Hablo con él. “¿Tenemos visitas, querido? ¿Te aparecerás de nuevo en mis sueños? En realidad, me agradaría mucho que tú salieras a responder todas las preguntas, haz estado aquí solo todo este tiempo, conviviendo con el tiempo y la oscuridad, las situaciones climatológicas no te han sentado del todo bien, pero estás mucho más sano y coherente que cualquiera de nosotros. Sal y diles… ¡Luan!”

El nombre parece haber traspasado las reglas de la física y el espacio tiempo, haciendo que el árbol tenga un ligero estertor. Quisiera salir corriendo por lo que acabo de presenciar. Pero Luan dejó de existir en 1984, retomó su resplandor en tan sólo unos segundos debido a un papel amarillento y ahora, intenta reincorporarse a la misma casa, años después.

Con el paso del tiempo, los vecinos han dejado las bromas y grabar la casa, aunque existe una probabilidad de que hayan instalado cámaras fuera. Les permitiré alimentarse del morbo, grabando cuadro a cuadro cómo embellezco el lugar. Tras cambiar todos los focos, preparar comidas rápidas, beber algunas gaseosas, limpiar por completo los rincones, retomo el pasillo de la parte alta donde todo se encuentra en desorden. Comienzo a recoger los objetos. Algunos van a las bolsas de basura; otros, a las viejas repisas del mueble. Recuerdo muy bien que yo cabía justo en ese espacio, cuando papá solía hablarme del buen escondite que era.

No. La memoria no me va a traicionar esta vez. El último objeto por guardar es el extraño objeto de madera sin forma específica, que contiene múltiples barras cuadradas, rectangulares y triangulares, la cual parece ocultar algo dentro, porque su peso es considerable. La coloco debajo del todo y cierro el armario.

Sólo queda un elemento por arreglar y en efecto, querido lector, habrás de imaginar cuál es. Pero ése tendrá su final la mañana del 25 de diciembre. Por ahora, este diario personal se cierra mientras me voy a dormir.

***

Voy a relatarles el instante onírico de la noche del 24 de diciembre. Es muy importante que sepan lo que ocurrió y quién soy realmente.

La fecha del calendario está marcada en la mañana del 24 de diciembre de 1968. Para muchos, es una fecha muy compleja por los eventos ocurridos durante ese año en el mundo. La guerra entre territorios, idealizada por personas en banquillos opulentos, llevó a que muchos jóvenes salieran de sus viviendas a exigir libertad. Algunos tuvieron mucha suerte. Otros, no tanto. Algunos fuimos cazados, literalmente, por cada uno de nuestros gobiernos para formar parte de las líneas enemigas en el campo de batalla. Estuve oculto mucho tiempo en una casa en las montañas, propiedad de uno de los tíos de mi esposa. La complicación para el ejército de encontrarme justo aquí, en estas fechas específicamente, era una en millones. A pesar del conflicto, la paz podría sustituir momentáneamente los lamentos de años complicados, pero había muchas sillas vacías y familias sin techo desde los inicios de las guerras. En casa, hay pocos adornos, algunas velas para simular la iluminación, mi esposa compró en una tienda local un árbol navideño de metal, de los que comenzaron a sustituir a los naturales desde mediados de los años 50. Era suficiente para la situación. Mi hijo Armando, quien juega por toda la casa, comienza a abrumarse por estar encerrado todo el tiempo Le prometo que saldremos por la noche. Mientras el día transcurre, la estática de la radio no permite claridad en transmisión, he finalizado un juguete prototipo que le entregaré a Armando con instrucciones para el futuro. El concepto de este invento es que deberá ir moviendo cada una de las piezas de madera para retirarlas una por una hasta encontrar una pesada esfera de metal, la cual contiene plutonio, un elemento radioactivo recientemente encontrado, del cual el gobierno aún no debe saber todo lo que yo sé. La clave para abrir la configuración de la pesada bóveda esférica son las iniciales de mi hijo; mismas que encontrará talladas, pero en desorden, detrás de cada una de las distintas figuras de madera. Al finalizar el trabajo y colocar el objeto en el armario del pasillo de arriba, veo al pequeño Armando observar por la ventana a algunos niños jugando en la nieve. Pero no es lo único que observo. Un grupo de agentes interrumpe a los chicos y los amedrenta con ametralladoras en mano, mientras ellos solamente intentan arrojarles bolas de nieve a modo de juego. Ha llegado lo inevitable hasta nuestra puerta. Golpes repetitivos. Mi esposa no está en casa. Armando se me escapa de las manos y sale corriendo de la habitación hacia el pasillo, visiblemente emocionado porque alguno de los chicos llama a la puerta. Es muy tarde, mi hijo ha abierto la puerta. Los enormes y corpulentos agentes del gobierno han entrado a casa. No tardan en encontrarme para llevarme preso. Armando cree que estamos jugando. Al salir a rastras por la casa, sintiendo el nevado futuro presente en las rodillas y el helado futuro en mi alma, me despido de Armando y le pido al chico mayor de entre el grupo en la calle, quien lleva una gorra, que cuide de Armando en lo que mi esposa vuelve. La gorra tiene una leyenda con letras grandes y rojas que dice “LUAN”, al parecer, nombre del chico. El jefe de estos malnacidos gorilas repite las últimas palabras que Armando y el vecindario escucharon esa noche: Ciudadano Rejab Siraj Muadhi, queda bajo arresto gubernamental y será enviado de inmediato a cumplir sus obligaciones con este país en el conflicto bélico. Sin derechos y con testigos que están aquí, queda asentado que esto no es una detención, sino un aviso a todos los hombres en este país, que debemos servir a nuestra patria en los momentos más oscuros.

La puerta del auto se cierra de golpe. Sólo hay oscuridad desde ahora y hasta el final de mis días. Jamás volveré a ver a mi esposa y a mi hijo Armando Siraj Sillah”.

***

IMAGEN

Moine Konstantin >> Savitsky, 1897.

Lord Crawen, Jezreel Fuentes Franco nació el 29 de junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el IPN; luego, su pasión por la Literatura lo llevó a formar parte del Taller de Creación Literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán, y del impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en cuatro obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de Literatura del horror, en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante” y actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.

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