8. EL EQUILIBRIO DE LOS OPUESTOS (1/4)

por Alejandro Roché

ABRAXAS

A veces el silencio es aterrador en espera de una respuesta, mientras los segundos tienden a la eternidad… ¡Ah! Recuerdo vívidamente nuestro último encuentro, cuando me mirabas fijo y yo… ¡Ah!, mi buen Deizkharel…, me acongoja el corazón, mas tú no tienes culpa.

—¿Quién eres?

—¡Ah! ¿Quién soy…? Ocasionalmente tiene tanta importancia, y en otras carece por completo de sentido. Te lo diré, aunque no existen palabras que puedan definirme. Seré breve, pues la simplicidad es grandeza y ambas son cualidades de mi proceder.

Yo soy el eterno / fénix que renace, / el tiempo que ha existido, / la roca que acaricia. / Soy el viento. / Frágil como el colibrí / que siembra la vida. / Tras mis pasos se esparce la muerte / y ella emana de mi cuerpo. / No soy hombre ni mujer, / estoy más allá de los mortales / y de cualquier Dios… / Yo soy ABRAXAS, / el bien y el mal, / ahí está mi fortaleza; / no importan sus acciones, / ustedes me adoran, / no puedo morir, / yo soy el todo / y todo es parte de mí…

Mas, por encima de todo, soy tu padre, nuestra unión no es carnal, el espíritu es la liga de nuestra existencia.

—¿Tú eres mi padre?

—¡Claro! Has olvidado tu herencia, tus hermanos hablaron con Amnesia y ella se apoderó de tus memorias, haciéndote olvidar quién eres. Ello es un impedimento para recordar tu naturaleza, pues tú eres mi hijo, el más amado de entre todos, no sólo eres mi primogénito, sino el elegido para liberar a la humanidad de la esclavitud.

Tus hermanos viven temerosos de su padre, lo acusan de terrible, le llaman Demonio, Ángel Ciego y Loco; Demiurgo. ¡Ah! Mi estatus es superior al de un dios, soy la Natura, el Bios, el Cosmos, el Todo.

Me da tristeza, porque de entre las múltiples criaturas nacidas de mi vientre, la humanidad es esencia de su progenitor, y envidiosos, tus hermanos los confunden, haciéndoles creer que son creación de entes perfectos, e imponen reglas versus Natura. Tienen miedo de que logren lucidez y comprendan que la oscuridad no es la ausencia del bien, que éste sólo es un concepto tergiversado por mi prole.

Yo soy la vida y se las doy para que disfruten de cuanta sensación placentera encuentren en ella. ¿Y sabes qué hacen?  Toman la tierra, dan forma a dioses de barro y, avergonzados de sus instintos, se postran ante su imaginación, esmerándose en acatar preceptos que autocensuran su naturaleza.

He visto la humillación padecida bajo la tutela de mis niños. He escuchado la insatisfacción en pos de agraciar dioses coléricos. Conozco su sufrimiento. Por ello heme aquí, encarnado entre ellos, pues a mis oídos ha llegado el clamor de libertad de sus indeleites, y yo, su padre, he venido a librarlos del yugo de tus hermanos para guiarlos a una nueva era, a una nueva tierra donde serán libres a su naturaleza; en ella darás a conocer la buena nueva, vas a decirles que la luz es ficción, que hacer el bien se halla en el bienestar de la carne y el espíritu, aunque a ambas cosas tus hermanos las consideran diferentes. Yo, que soy tu padre, te digo que la carne y el espíritu en esencia son la misma sustancia; una no puede existir sin la otra, y ambas se complementan para conformar a un ser humano. El pecado es sólo un concepto creado por mentes ansiosas de placer atrapadas en cuerpos frígidos.

—¿Una nueva era? ¿Nuevas reglas? ¿Un nuevo Dios? ¿No es eso lo que ya tenemos?

—¡No! Yo les doy libertad, lucidez, albedrío; sin embargo, por el momento lo que me interesa eres tú, hijo. Siempre he velado por ti. Hubo un tiempo en que nos separamos y otro tanto me llevó encontrarte, desde entonces suspiro por este día. Tus hermanos también te hallaron y quisieron destruirnos. ¡Como si fuera posible!

Mis niños han jugado en demasía, pero ha llegado la hora de poner orden. Aún en este momento confabulan en nuestra contra; son incautos, olvidan mi omnipresencia.

Siendo niños indefensos los cuidé de peligros, los amé y aún los amo como si fueran bebés; ése es mi problema. Crecieron sin darme cuenta. Si alguien es culpable de su actitud debo ser yo. No supe educarlos correctamente y blasfeman en contra de su padre. Yo los quiero en demasía y he aguardado mucho tiempo para que Cronos les haga ver su error; sin embargo, sus injurias han provocado que Myzerikord, la Diosa Blanca de ojos piadosos, abandone mi buen juicio; la cerrazón se ha apoderado de mí, y Némesis, apacible, espera el llamado de mi voz en los campos Elíseos para llamar a sus siervas, para que ellas, entre sus brazos, acojan a los culpables.

—No sé de qué hablas, yo no sé nada, estoy confundido… otros han venido y… estoy loco… tú sólo eres una ilusión… y después vendrá otra… y tú te irás… y…

—¡Ah! Cuánto has sufrido con mi abandono. Esto ya no volverá a suceder. Ven, ven conmigo, ven a mis brazos, yo te haré recordar quién eres, cuál es tu pasado, quién es tu familia, quiénes son amigos y enemigos, sólo así valorarás la herencia que el padre tiene reservada para ti.

Inconsciente, Deizkharel se levanta, camina hacia Dadahellux, él lo recibe con un abrazo. En los brazos de su huésped, Deizkharel recuerda en sólo un instante todo su pasado.

Ahora comprende que la pesadilla de su juventud es sólo una memoria, pues en aquellos tiempos Deizkharel y ese hombre a quien abraza eran padre e hijo. También recuerda que su padre perteneció a una raza más antigua a la de los Zakras, quienes intentaron asesinarlo, éste huyó porque en su vientre llevaba a Deizkharel, a quien después de nacido devoraron las llamas, por lo que su padre juró vengarse. Así, con el conocimiento revelado por las estrellas, concibió una nueva raza de sus entrañas, convirtiéndose en patriarca de estos seres; sin embargo, para llevar a cabo su venganza tenía que evolucionar en un ser superior con el objeto de destruir a quienes habían asesinado a su hijo, quien también participaría de esta acción, y para ello reencarnó, pero esta vez las estrellas protectoras de SAXARBA lo acompañaron de una hembra, y fue por ello que Deizkharel en su segunda encarnación nació con una hermana: Batel. SAXARBA tuvo más hijos, pues sólo a través de ellos podía evolucionar y resarcirse de sus agresores. Tales fueron los motivos por los cuales Deizkharel tuvo más hermanos, pues a través de reencarnaciones sucesivas, SAXARBA llegó a convertirse en un ente de energía pura. Posteriormente, sus hijos siguieron los pasos de su padre, a quien planearon asesinar y, sin lograr su cometido, provocaron la destrucción del universo antiguo y la fusión de su padre con toda la materia existente, dando como consecuencia que SAXARBA se volviera omnipresente, omnipotente, omnisciente y al tiempo en un estado de inconciencia de la cual ha logrado recuperarse, volviendo para encontrarse con Deizkharel: el primogénito.

Es ahora cuando comprende que en su anterior vida se suicidó al intentar dar muerte a un bebé, porque el pequeño era Deizkharel en una realidad paralela, y a la misma situación lo orillaron la mañana del día de hoy, pero a diferencia de la vez anterior, ahora manchó las manos con su propia sangre. De cualquier modo, sus hermanos ganaban con la muerte del bebé o la suya, pues al final de cuentas eran el mismo individuo; de esa forma obtenían tiempo para retrasar la llegada de su padre.

Deizkharel se separa e hinca frente a Dadahellux, él lo levanta diciéndole:

—Ahora sabes todo. Debes comprender que tus hermanos son acreedores de un castigo.

Dadahellux con un ademán de ambas manos transforma el entorno. Ahora se encuentran en un paraje descampado, con el cielo claro y un campo verde extendiéndose más allá de la mirada.

Hecho esto, de los ojos de Dadahellux brotan dos hilos de fuego dando forma a una mujer que por manos tiene garras de águila y pies de león, de su cadera nace una cola culminando en tres espinos de maguey. Sus ojos desorbitados miran de revés, sus dientes de marfil son afilados, de su boca emergen prolongados aullidos, mientras escurre sangre de la comisura de sus labios, y de su cuerpo parcialmente descarnado se desprende un hedor almizcloso.

—¡Hijo! ¡He aquí a una de tus hermanas! ¡Némesis, he aquí al más grande de mis hijos!

Némesis, hija mía, nacida de mis entrañas, lo que escrito está no debe retrasarse. Anda pues, cumple con tus deberes.

Entonces Némesis con su enorme cola a manera de látigo, en un flagelo pincha tres veces la carne de Dadahellux; de las heridas brotan tres mujeres, quienes al pisar la tierra pronuncian su nombre: Alecto, Tisífone y Mequera . Las tres mujeres en esencia y en forma son símiles, porque la justicia pende de sus actos, la ira de sus manos y la venganza se transfigura en sus rostros carentes de humanidad.

A un gruñir de Némesis, se hincan ante ella y desaparecen, y en otro tanto de tiempo emergen de la nada con todos los dioses primigenios encadenados a áspides de hielo y fuego.

—¡He aquí a tus hermanos! Absolutamente inermes, encadenados a sus remordimientos.

Y, a pesar de todo, invocarás a Klemhenzia, porque ella siempre es compañera de tus acciones. Y como no quiero ver al hijo suplicar al padre, estoy dispuesto a concederle su petición, si él está dispuesto a llevar a cabo la encomienda de su progenitor…

—Padre, ni siquiera necesito hablar, pues mis pensamientos son tuyos y tu voluntad es la mía. Hágase tu palabra porque tus deseos son los míos; los designios endosados que me encomiendes los cumpliré con la devoción que siempre te he profesado.

—Bien, Deizkharel, el corazón se exalta en gozo, pues mi hijo, el más querido de entre todos mis vástagos, obedece a su padre, y por ello renovaremos nuestra relación en un pacto. Con esta alianza entre tú y yo, tus hermanos serán agraciados en el perdón y tú serás ungido con todas las gracias y dones que sólo yo puedo otorgar.

 

Alejandro Roché nació en el Edo. de Méx. en 1979. Ingeniero en Comunicaciones y Electrónica por el Instituto Politécnico Nacional. A la par de su desarrollo profesional como programador informático, se ha ejercitado desde temprana edad en la disciplina de la Literatura, sobre todo en el campo de la narrativa. Lector ávido. De 2000 a 2005 formó parte del Taller de Creación Literaria del escritor Julián Castruita Morán dentro de las instalaciones de la ESIME-Zacatenco del IPN. Durante los próximos años escribió la novela Abraxas, hoy publicada por entregas y disponible en este medio. Colabora con profusión en Sombra del Aire desde mayo de 2015.

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