INTROSPECCIÓN
Por Alejandro Roché
—Jassiel, ¿crees posible que eso fuera posible; que todos olvidáramos la belleza de esa estatua?
—Lo que es siempre será, más allá de la sociedad, pero todo es relativo, una esfera podría ser desde una curva infinita, hasta una línea, un punto e incluso el universo mismo.
—No, tampoco exageres.
—Estamos tan acostumbrados a una perspectiva determinada, que nos privamos de cualquier otra realidad, pero lo único cierto es que lo que conocemos como verdad no es más que la visión de la primera impresión de “alguien” que así definió las cosas y en donde la mayoría se conformó con esa realidad.
—¿Pero, el universo mismo?
—Sí, mira: si tomas una esfera y nos colocamos a cientos de metros de distancia, entonces esa esfera se convierte en un simple punto, ¿no?
—Bueno, pero…
—Si tomamos esa misma esfera y la hacemos tan grande que tenga millones y millones de kilómetros de radio y nos colocamos en su superficie, veremos tan sólo una curva, y si aumentamos otros cientos de millones de kilómetros, veremos en el horizonte una recta, y si aumentamos unos cuantos miles de miles de millones de kilómetros y nosotros disminuimos unos cuantos millones de veces nuestro tamaño y nos adentramos en la esfera, la esfera sería el universo mismo para nosotros. ¿Te das cuenta? La realidad que nos rodea no es más que lo que nosotros queremos ver y todo lo que existe tiene cientos, quizá miles de caras. La realidad como tal no existe, sólo perspectivas.
—Bueno, ¿pero en cuanto al arte no es demasiado banal reducirlo a gustos?
—Lo es, pero la obra del artista es una y la sociedad que determina si un objeto es arte o no, es otra—. Se acerca el niño que nos había traído el desayuno —¿Puedo llevarme su basura?
Jassiel responde que sí y, con el vaso entre sus manos, dice:
―¡Espera!, no encuentro mi tapa. ¿Dónde quedó mi tapa?—, preguntando al aire y auto respondiéndose después de unos instantes. —Quizá se fue a buscar una mejor vida al darse cuenta de que si se quedaba aquí no pasaría de ser la humilde tapita de un vaso de atole, y quizá lo primero con lo que se topó fue con la tapa del bote de basura que esta allá, y llena de horror descubrió que una tapa podía aprisionar a otras tapitas de otros tantos vasos de atole, y entonces seguramente prosiguió su camino un poco más allá y encontró el fogón donde una tapa de metal le contó sobre la dura y pesada vida de vivir una eternidad entre el fregadero y las altas temperaturas del horno para que después de muchos años terminar vendida como cacharro en el fierro viejo, y sin más continuó su camino y quién sabe, quizá llego hasta la nevería en donde descubrió la otra cara de la moneda en donde las tapas de plástico habitan en las bajas temperaturas y luego si suerte tienen terminarán por proteger los restos de comidas en alguna casa en donde después de mucho tiempo se romperán y terminarán en el bote de la basura. No contenta con esta suerte y buscando un mejor destino, habrá proseguido aún más allá, para descubrir que inexorablemente la vida útil de las tapitas de plástico es tan irrelevante y sólo se reduce a algunos minutos o en el peor de los casos a mucho tiempo de esclavitud, pero que inexorablemente el destino de las tapitas es el olvido, porque seguramente el destino común es que las tapitas de plástico terminen o enterradas en el algún basurero condenadas a la eternidad, o bien en el mar, donde multitud de tapitas le contaron sus tristes desventuras y, después de un viaje de “36 años 156 días, doce horas, cuarenta segundos y contando”, ABANDONÓ toda esperanza y regresó al punto de partida para terminar sus días tal cual había sido decretado al ser concebida como tapita de vaso de atole.
—Eso no puede ser, apenas pasaron unos segundos y además en el supuesto de que eso hubiera pasado, que no pasó; no podría ser la misma tapa.
—Quizás para ti sólo han pasado unos instantes. ¿Quién te segura que para la tapa no ha pasado más tiempo? ¿Quién puede negar el hecho de que el hombre que esta historia cuenta, enclaustrado, despertará un día asegurando que sólo ha pasado un instante en su vida? Todo es relativo.
—Jassiel, te respeto mucho. ¿Pero en realidad crees algo de lo que dijiste?
—Todo depende de tu perspectiva.
—Todo es relativo, una esfera podría ser desde una curva infinita, una línea, un punto e incluso el universo mismo.
—No, tampoco exageres. —Incluso todos mostramos nuestra incredulidad.
—Estamos tan acostumbrados a una perspectiva, que nos privamos de cualquier otra realidad, pero lo único cierto es que lo que conocemos como verdad no es más que la visión de la primera impresión de “alguien” que así definió las cosas y en donde la mayoría se conformó con esa realidad.
—¿Pero, el universo mismo?
—Sí, mira. Si tomas una esfera y nos colocamos a cientos de metros de distancia; entonces esa esfera se convierte en un simple punto, ¿no?
—Bueno, pero…
—Si tomamos esa misma esfera y la hacemos tan grande que tenga millones y millones de kilómetros de radio, y nos colocamos en su superficie, veremos tan sólo una curva, y si aumentamos otros cientos de millones de kilómetros, veremos en el horizonte una recta, y si aumentamos unos cuantos miles de miles de millones de kilómetros y nosotros disminuimos unos cuantos millones de veces nuestro tamaño y nos adentrásemos en la esfera, la esfera misma sería el universo mismo para nosotros. ¿Te das cuenta, la realidad que nos rodea no es más que lo que nosotros queremos ver y todo lo que existe tiene cientos, quizá miles de caras? La realidad como tal no existe, sólo perspectivas.
—Pero la esfera, seguiría siendo esfera, sin importar su tamaño.
—Buen punto, pero a lo que quiero llegar es a que tanto una perspectiva como la otra serian relativamente verdaderas; incluso ¿quién podría negar que hemos tenido esta misma conversación una y otra vez durante mil años y siempre hemos llegado a la misma conclusión o a una diferente?, ¿quién puede saberlo? Todo es relativo.
—¿Relativamente? Pero si algo es relativo, entonces no es absoluto, y si no es absoluto, podría ser falso.
—Para los viejos como yo, la vida ha dejado de ser blanco y negro; más bien está llena de claroscuros; lugares en donde los absolutos son tan inciertos que he optado por los relativos, para evitar caer en la trampa del blanco y el negro; quizás es lo más fácil y cómodo en esta vida, pero qué le vamos a hacer.
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