XIII. INTERPRETACIONES IGNORANTES

por Alejandro Roché

INTROSPECCIÓN

Por Alejandro Roché

Nuevamente quedamos en silencio, mientras Jassiel terminaba de beber su atole.

—Son tantas las cosas que dices y no sé si comprendo. Son muchas preguntas y no sé por dónde empezar. Dices que el arte es la expresión de una emoción, la abstracción del espíritu, pero entonces eso implicaría que cualquier objeto que sea el resultado de un sentimiento sería arte, por lo cual desde un garabato hasta un ser humano, podría ser arte. ¿Esto es así?

—Bueno…

Justo comenzaba a hablar cuando llega nuevamente el tipo que nos recibió al entrar al mercado y que salió huyendo perseguido por unos guardias. Con sus ropas desgarradas y un aroma penetrante a sudor de días, se sienta donde nosotros y pregunta:

—¿Puedo?—, y sin darnos tiempo a contestar, pregunta nuevamente —¿De qué hablan?

—Claro, amigo, siéntate, quizás eres tú lo que hace falta para adentrarnos más. Divagamos sobre lo que en apariencia es pero no es y podría ser más real y certero de lo que intenta ser.

—¡Ah!, como el amor de una mujer; de lejos parece sincero, y cuando te acercas es como una fantasma que está ahí, pero no está; sólo puedes ver pero no tocar, sentir en lo más profundo de ti, pero no ir más allá de este mundo terrenal, sólo es una ilusión; una triste fantasía. ¿Es eso?

—No mi estimado, pero ese podría ser un tema para otra ocasión hablamos del…

Las notas agudas de una corneta se escuchan lejanas, pero suficientes para que todo el mundo se paralice, como si la muerte misma hiciera el anuncio de su llegada. Nuestro amigo recién llegado, aún más inmóvil que una roca cae al suelo y unas lágrimas comienzan a rodar hasta caer en la tierra tornándola oscura. Todos nos quedamos viendo sin saber qué hacer hasta que Jassiel se acerca a él y casi arrastrándolo, lo lleva hasta su regazó, como si de una mascota se tratara, comienza a acariciarlo y lentamente pierde la rigidez de su cuerpo.

Cuando hubo pasado unos momentos más, la gente del mercado comenzó a moverse lentamente y en silencio, y Jassiel quizás viendo mi duda y turbación, me dijo:

—Eso es al anuncio de que la reina va a ABANDERAR a las tropas que parten a la guerra, y esto que vez aquí—señalando al mendigo entre sus piernas— es el fruto de la guerra.

—Jassiel, quizá debamos concluir nuestra plática por hoy, quizá no es buen momento para hablar estas cosas.

—Quizá no o quizás es el mejor momento. Qué mejor momento para hablar de una de las expresiones más elevadas del ser humano ante un acto de los más reprobables de nuestra especie. Hay quien dice que la guerra es de animales, pero, ¿ustedes conocen a animales capaces de hacer la guerra? ¡Ah!, pero no nos desviemos del tema porque también hay animales que pelean entre ellos. ¿Podrías volver a repetir tu pregunta?

—Si el arte es el resultado de una emoción, entonces cualquier objeto elaborado con emoción podría ser arte, desde un garabato hasta un ser humano, o incluso la guerra.

—¡Ah!, buen punto. —Después de una breve pausa en donde parecía más concentrado acariciando al tipo entre sus piernas, continua —¿Qué son las emociones? ¿Quién dice que lo que yo digo es verdad? Es decir, sólo partimos de supuestos que consideramos verdad, pero no nos hemos puesto a pensar si esos supuestos son ciertos o también son falsos, y quizás tendríamos que ir aún más allá, pero también en cierto que si nos remontamos a una raíz más profunda, terminaríamos en un punto ínfimo; en la nada.

—¿Pero acaso no sería mejor que partir de supuestos inciertos?

—Sí, pero revisemos más allá y seamos objetivos. Los sentimientos son algo que nos motiva y nace desde dentro de nosotros, pueden ser buenos y malos, pero ambas palabras no son más que una connotación para decir luz y sombra, cuando en realidad “sólo son”. ¿De este punto estaríamos de acuerdo?

Todos asentimos, pero yo me inconformé sólo frunciendo el ceño.

—Sí, lo sé— dice Jassiel, —es algo demasiado aventurado, pero en términos generales estamos de acuerdo en que los sentimientos sólo son y en que de nosotros depende si esos sentimientos se convierten en un acto reprobable o en una noble acción.

Y yo agregué:

—Sí, pero bajo esa consideración todo sería arte.

—Sí, pero entonces el arte va más allá de una simple acción, algo que haces para “representar algo”, porque estamos de acuerdo en que el arte “intenta ser algo que no es, pero en su intento supera o embellece, resaltando ciertas características de lo que intenta ser”. Creo que estamos llegando a un callejón sin salida; eso, o hay algo que estamos obviando. Hasta este punto creo que vamos bien. Ahora, ¿qué pasa con lo que dices de si un garabato puede ser arte? Yo digo que sí. Yo creo que todos los humanos nacemos siendo artistas, pero somos diamantes en bruto, sólo los que logran auto pulirse a sí mismos, son los que sobresalen; se convierten en estrellas, en soles; todos los demás no somos más que tintineantes llamas de veladoras.

A esto último todos disentimos con cara de asombro o rechazo.

—¿Han visto las pinturas rupestres en las cavernas? Prácticamente cualquier humano de este mercado podría reproducirlas y, sin embargo, carecerían de valor alguno; y, no obstante el valor monetario, ambos serían arte, pero también hay arte de diferentes niveles y gustos. ¿Cuantos artistas han creado grandes obras y nunca fueron valoradas en su tiempo?, y, ¿acaso esos espíritus dejaron de crear? El arte va más allá del reconocimiento; es el alivio de desahogar un espíritu que grita por expresar una idea; si esa idea se considera arte o no por la sociedad, es irrelevante. Ahora, una cosa es que ese objeto sea un simple objeto por debajo de los niveles artísticos de la sociedad y otra que sea un nivel de arte apreciado por la misma sociedad, pero eso al final de cuentas son gustos, ¿o no?

—Pero entonces, ¿quién tendrá más protagonismo en la creación del arte; la razón o el espíritu?

—¡Buen punto!, por un lado, el arte es una expresión del espíritu, pero, por el otro, hay niveles de arte y, si hay niveles de arte, entonces la diferencia de éstos debieran de ser la refinación o la pureza en la expresividad.

—Pero entonces, ¿acaso la razón no será la principal artífice del arte y no tanto el espíritu, si es que hablamos de la pureza en la expresividad?

—Más bien es un equilibrio entre espíritu y razón. Un arte con espíritu y sin razón será incompleto, no será pleno y viceversa. Un objeto que es más razón que espíritu será intranscendente.

—Y, ¿cómo saber cuándo algo tiene el equilibrio adecuado entre espíritu y razón?

—Cuando lo sientes, el arte ante todo es sensación, porque cuando un objeto tangible o intangible es arte, se establece un íntimo diálogo entre dos espíritus, el espíritu del artista eternizado en su obra y el espíritu del receptor. No hay más, bueno; por así decirlo, porque el arte puede o no ser entendido por todos, o bien, el espíritu del artista podría hablar un lenguaje diferente al del receptor, no sería un súmmum ars; pero sí sería arte.

Ahora la guerra esa guerra, ese choque entre dos bandos que se odian sin saber por qué, es un conflicto de emociones sin sentido aparente y con intereses diversos que arroja muerte, destrucción y desolación; quizás es arte abstracto, de una belleza grotesca y desde mi subjetividad no es arte, porque no es el resultado que podría ser una persona como nuestro amigo —señalando nuevamente al mendigo—, dudo que en algún tiempo pueda ser considerado arte, pero el tiempo cambia el pensamiento y quizás en mil años la locura pueda ser un objeto apreciable en una caja de cristal en donde los observadores se deleitarán e incluso emocionarán con la locura y el dolor de otro ser vivo.

En cuanto a un ser humano; a ver, éste es algo escabroso. Si partimos de que el arte es el resultado de emociones conscientes, ¿cuántas parejas tienen relaciones pensando en un niño con tales o cuales características?, es decir, a final de cuentas el resultado es inconsciente; eso si consideramos que todos los seres fueran procreados con “amor”, y, ¿si fueran producto de una violación? Al final de cuentas volvemos a lo mismo, son emociones encontradas, por un lado el deseo y por el otro el rechazo, pero el ser resultante es nuevamente un producto del azar; aunque quizás haya personas que puedan decir que un ser humano es arte, al final de cuentas todo podría reducirse a gustos, porque no importa si decimos que algo es arte o no con nuestra conclusión, la reina podría pasar un día por aquí y ver hacia donde la estatua, pensar que es horrible y mandarla a tirar y no importa que nosotros y el mundo entero haya dicho que hay algo bello en ese hombre recordando un beso, el gusto de la reina se impondría al de todos y todos recordaríamos que la estatua se destruyó porque a la reina le pareció fea y con aún más tiempo, terminaremos por estar de acuerdo con ella; todo finalmente puede reducirse a gustos e interpretaciones ignorantes de la belleza y del arte.

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