PROPAGANDO LETRAS EN PANDEMIA
Al abrir la puerta, una dimensión distinta ante mis ojos me recibe. Antes de poner un pie sobre la alfombra de la entrada, un destello solar, sumamente cálido, otorga su despedida en el momento en que ingreso al ahora frío hogar. Silencio en cada uno de los rincones. Un golpe finaliza el intercambio dimensional. Nadie más habita ahora, mi persona queda tras la desafortunada ola de contagios en el mundo.
Fotografías en las paredes, testigos silenciosos de la vida que fue. El tiempo no nos quitó nada, nosotros quisimos vivir a destiempo en momentos indebidos. Subo las escaleras hasta llegar a mi habitación. Antes de recostarme, abro la ventana, en espera de que algún rayo de sol me sea otorgado para calentarme. Caigo sobre la cama, en busca de consuelo entre cada una de las sábanas. Aspiro y suspiro; la vida me ha dado una segunda oportunidad. No esperaré a la llegada de la noche, mi cansado cuerpo busca descanso. Mi hogar, en absoluto silencio en las cuatro recámaras de la planta alta, la sala y cocina de la planta baja. El patio ahora descolorido, testigo del conjunto de risas familiares, niños corriendo, amigos cantando; un enorme patio gris, sin nada que pueda florecer, sin alguien dedicado a sus cuidados; no hay posibilidad de devolverle la belleza a este hogar ahora. Continuar la vida tras un breve descanso. Mis ojos no pueden más. Suspiro y respiro, todavía.
***
Un aroma proveniente de la cocina me despierta. No es típico de lo que suelo recordar, es muy parecido a los aromas de la clínica. Ese café que sirven en la sala de espera tiene ese aroma. Mi mente, confusa, se pregunta por qué ha llegado tan cerca. Al levantarme de la cama y salir de mi habitación, encuentro la cocina a un costado de donde suelo dormir. No hay cuatro recámaras, quedan sólo tres y la cocina. Desciendo las escaleras y la puerta ha cambiado de lugar. La sala es más pequeña de lo que recuerdo. Confundido, intento por cualquier medio despertar, sé que todo esto es una broma de mi mente.
Atravieso la puerta de entrada. El vecindario es el mismo. El sol sigue arriba en su plenitud. Breve calidez me conforta. Me fundo en un personal abrazo, buscando de alguna manera reconfortarme en esta soledad. Tengo el deseo de encaminarme hacia el hogar de alguno de mis vecinos, pero no debo hacerlo debido a la situación en la que me encuentro. Los médicos me dijeron que el dejarme volver a casa no era para que saliera. Soy un agente de propagación del virus aunque no me afecte por completo. No puedo ir y tocar las puertas de mis vecinos en busca de información sobre lo que sucede. Debo estar soñando, una pesadilla es todo esto. Retorno a la puerta y nuevamente el terrible frío me recibe dentro del hogar.
La puerta ha vuelto a su sitio, mas las escaleras cambiaron de lugar. La cocina se funde en un solo espacio con la sala.
Asciendo velozmente las escaleras y encuentro mi habitación y a un costado otra más. La casa se hace pequeña, conmigo dentro. Abro la ventana, me hace falta el aire.
Un vecino aparece paseando a su perro sobre la acera. Le grito, esperando alguna respuesta. Al verme, como si fuese un fantasma, vuelve en sus pasos y el perro no deja de ladrar. Estoy sumamente confundido. Avanzo por la casa, de un sitio a otro. A todo esto, he olvidado que hace falta el baño en todas partes de la casa. Mas, no recuerdo bien en dónde fue colocado en un principio. ¿Planta alta? ¿Planta baja? Volveré a mi cama, buscando su calor y confort. Tengo frío, estoy confundido y el sueño va ganando otra vez. Aspiro, respiro… suspiro.
***
La quietud en la habitación se rompe cuando el sonido de un teléfono en la parte baja comienza. Oscuridad cubre toda la pieza. Abro la puerta y de inmediato caigo en cuenta que las escaleras estaban más cerca de lo que recuerdo. Peldaño a peldaño voy cayendo. Mi cuerpo no encuentra el descanso habitual del quinto peldaño. Son doce peldaños, si la cuenta no falló. El teléfono sigue sonando. Al girar a la derecha encuentro una pared. A la izquierda otra más. No entiendo qué sucede, mi casa no es así. El camino es recto. La sala es una sola. Al llegar al aparato telefónico, deja de sonar. Uno más suena en la parte de arriba. No, no tengo dos aparatos telefónicos. Nuevamente corro hacia las escaleras y llego a mi habitación. Es el único cuarto ahora. La construcción de mi hogar no tiene sentido alguno. He entrado en pánico. Nuevamente la llamada finalizó y el aparato telefónico no tiene línea. Pido ayuda, gritando en el auricular. El intenso frío se hace sentir en la habitación. No encuentro los apagadores. Nada tiene sentido. Vuelvo a mi cama, tiritando del intenso frío. El conjunto de cobijas y sábanas no es suficiente. Intento dormir. Aspiro. Aspiro. Aspiro. Suspiro. Tiemblo. No puedo respirar. No puedo suspirar…
***
Nada volverá sobre sus pasos. Nada entrará por la puerta de mi cuarto. Nada habita aquí conmigo. La oscuridad solamente y el frío. No encuentro el aparato telefónico que sonaba hace un instante, pero suena, puedo escucharlo. Al despertar nuevamente tras un breve (o eso creo) dormitar, encuentro ahora que la única luz que llega a mi habitación está fuera de la ventana. Es como si mi habitación repeliese la entrada de los rayos del sol. Necesito sentir ese calor, el frío es tal que mi cuerpo tiene estertores, y aumentan cada momento. Con esfuerzo, me levanto de mi cama, pero al poco tiempo mi cuerpo cae al suelo, emitiendo un golpe sórdido. Arrastrándome llego a la puerta. Levanto mi mano derecha y jalo la perilla. Una oscuridad aún mayor está ahí fuera. Sólo puedo ver dos peldaños de la escalera y debajo nada. Susurros hay en esa oscuridad. El ruido del teléfono es mayor. Escucho un sonido entre cortante que no puedo recordar. Parece clave morse. Suena, se detiene. Suena, se detiene. Suena, se detiene. Un estertor mayor recorre mi cuerpo. Intento volver a mi cama. Escucho un crujido proveniente del exterior. Otra vez. Se hace constante. Puedo sentir a mi habitación hacerse cada vez más pequeña. Las paredes se cierran. El crujir de las escaleras es tal que corrompe al resto de los sonidos. Mi mente no puede más con todo esto. Con las últimas fuerzas, a pesar de las terribles convulsiones que mi cuerpo recibe debido al horrible frío, me acerco a la ventana y levanto el cristal. Ahí está el sol. La acera limpia del vecindario. El vecino me observa otra vez. Intento saludarlo, pero tengo mucho frío.
Cálido sol. Reconfortante acera. Recíbanme. Puedo sentir el breve calor del sol. Luego un golpe, el silencio y la oscuridad otra vez.
***
—Doctor. ¡Doctor!
—… Perdone, Fernández, perdone. Estoy muy cansado, ya no puedo más.
—Lo sé, doctor. Le traje un café y una frazada. ¿Se encuentra bien?
—Lo estaré en un momento. Gracias.
—Doctor. Le informo sobre el paciente del pasillo. No pudimos hacer nada, doctor.
—Entiendo, Fernández. La última vez que lo vi tenía demasiada fiebre. Era el único de la familia que seguía con vida.
—Pensé por un momento que lo salvaríamos, doctor. Necesito que haga el parte médico, doctor, las salas están llenas y más pacientes fuera necesitan camillas.
—Esta pandemia, Fernández, va a terminar con la gente y posiblemente también con nosotros.
—Lo sé, doctor… pero es nuestro trabajo y debemos continuar hasta el final…
IMAGEN
Retrato del escritor Vsevolod Mikhailovich Garshin >> Óleo sobre lienzo >> Ilya Yefimovich Repin
Jezreel Fuentes Franco (Lord Crawen) nació el 29 de Junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el Instituto Politécnico Nacional; desafortunadamente, su pasión por la literatura y la música lo lleva a formar parte del taller de creación literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán y del taller de creación literaria impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en 4 obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de “Literatura del horror” en el auditorio del centro cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante”. Actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.