UMBRALES, DE YOLANDA DE LA TORRE

por Yelenia Cuervo

 UN TEXTO INTIMISTA QUE DEVELA LAS VOCES SILENCIADAS

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Por Yelenia Cuervo

Siempre he pensado que la literatura es un tejido que entreabre y zurce fibras existenciales. Un viaje colosal para construir y devenir en el mismo proceso. Viaje iniciático, transformación irremediable tras el retorno. El texto de Umbrales de la escritora mexicana Yolanda de la Torre, editado por CONACULTA y el Centro de Cultura Digital, reúne una serie de escritos que fueron el resultado de un taller literario para personas en hospitalización psiquiátrica, el cual posee las características de un viaje o un desplazamiento, pues nos transporta hacia diversas puertas o umbrales llenos de sensibilidad que transitan de los territorios de luz a las zonas más oscuras, y de la vivencia del pasado hacia la visualización de un futuro. En palabras de la autora: “es un espacio de transición entre dos zonas (…) que implica traspasar límites, empujar horizontes”, por eso sus líneas tienen un carácter topológico: espacio donde convergen diversas capas sonoras de la escritura. Líneas que se reinscriben tras el acto transparente que da cuenta de la desgarradura, la melancolía y la voluntad de querer seguir viviendo a pesar de la enfermedad mental.

Estamos ante un texto policromático, porque aquí emergen las voces testimoniales de mujeres y de hombres que, internados en el Pabellón Psiquiátrico del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velazco Suárez, escribieron durante dos años acompañados por la guía y la experiencia de la escritora Yolanda de la Torre. Hombres y mujeres de “carne y de hueso” como diría el filósofo y escritor español Miguel de Unamuno; hombres y mujeres cuyas letras vislumbran, por un lado, el espacio vivido de la enfermedad

Estoy sentada y te quiero decir lo que siento. Estoy en un hospital enferma de depresión. Es mi cuarto episodio en un lapso de ocho años. Llegué ahora porque me quiero morir. Hace cinco años estuve en el mismo hospital y ya no me quería ir de aquí. Para sorpresa de muchos, para mí fueron unas vacaciones que yo necesitaba, realmente lo disfruté. Parte de mi recuperación consistió en escuchar a otros y dejar que lloraran en mi hombro. Ahora yo necesito un hombro para llorar. Dios me sostiene.

Desde otra óptica, los textos aluden a un deseo inmanente de reconstruirse y sanar, volver a su vida cotidiana, pasear por las calles, convivir con la familia, recuperar su trabajo o simplemente contemplar al universo.

¿Qué quiero? es una de las preguntas eje en las páginas del libro donde sentimos toda la voluntad de transformación y ese deseo de que la vida no se apague. Sin embargo, a veces, las huellas de un terrible miedo se presentan, lo mismo que la discriminación que se padece:

Mucha motivación he recibido, pero es más la dureza de todos los jueces o gente que busca la perfección cuando no la hay y lo único que hace es pisotear para ver y decir. “pero qué jodida es esta canija.

Encontramos al mismo tiempo un puente que conecta hacia el pasado, literatura intimista que nos hace vincularnos con la reinterpretación de un tiempo que fue, pero que permanece en la memoria como un halito de vida:

Recuerdo bonito: cuando me regalaron mi primera Barbie, cuando me hicieron mi fiesta de 5 años. Cuando estaban vivos mis abuelitos y fuimos a San Juan del Río. Carlos me sacaba a pasear y jugábamos con mis muñecas. Me enfermé de paperas y hepatitis. Mis hermanos, catastrófica y gandallamente se comieron mis dulces, los mejores.

Es el pasado que da impulso, que evoca el tránsito hacia un futuro y que nos conduce hacia la mirada del otro en una suerte de recuperación de la palabra que se enuncia y se conecta con las huellas mnémicas.

Intercalado por dibujos realizados por los participantes, no sólo nos sumergimos en el ritmo de la narrativa, sino que es posible ver la caligrafía de los internos, sus diseños pictóricos y fotos en primer plano con pluma y papel en mano, experiencias que nos religan mayormente a su proceso vivencial. Lo mismo acontece cuando leemos el apartado de “futuro”, pues ahí se esbozan los anhelos. Un futuro que nos muestra que existe siempre una potencia por devenir, por luchar y recobrar un estado determinado: “En sus sonrisas encuentro mi combustible; en sus ojitos, mi verdad. En sus manitas encuentro la felicidad; en sus cabellos, el destino que deseo caminar”.

Sin duda, Umbrales pertenece a esa literatura que genera lazos, donde la palabra es utilizada como la piel de los pensamientos y de ahí pasamos de la individuación a la conexión, a la alteridad donde nos llegamos a reconocer. La lectura literaria alude, entonces, a esa fisura entre el texto y la dermis de los que escriben. Lo que se abre es la zona de los registros, la interpretación subjetiva de diversas experiencias, pero nosotros ya no somos cualquier lector, hemos sido alterados por aquel viaje iniciático que señalé al principio de este escrito, situación que nos conduce como lectores a reflexionar en torno a la estigmatización de la enfermedad mental, porque al final del día ninguno de nosotros está exento de padecerla, porque al final del día ninguno de nosotros está exento del sufrimiento. En este sentido, es necesario reconocer que ese otro es una posibilidad de nosotros mismos; alzar la voz es hacerlos visibles para dejar de excluirlos.

En dicho viaje, los participantes del taller también se transformaron, muestra de lo anterior son justamente las resonancias de sus emociones, percepciones, sentidos, recuerdos, expectativas y luchas internas que se encuentran reunidos en este libro de gran fuerza que, irremediablemente, no deja de conmovernos.

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1 comentario

Victor Hugo 15/11/2017 - 11:17

Cuando esa magia, llamada literatura, sucede y hace lo suyo es imposible resistirse o sólo dejarla pasar.

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