Por Iván Dompablo
Afuera estaría la luz del sol dorando las gotas del rocío, los pétalos de las flores abriéndose, estirando sus blandas formas como gatos retozones, gozando bajo el calor de la mañana. Estarían los pájaros alborotadores demandando su territorio, elevándose sobre el campo húmedo, flotando en un cielo limpio y azul. Afuera estarían también los minutos, las horas, los momentos y todos aquellos que te conocieron aprendiendo a olvidarte, o quizá, tratando de evitarlo, pero al fin y al cabo olvidando.
Gota que se filtra de luz entre la tierra, oscura humedad que tus huesos absorben, calcio que alimenta la tierra en un volver a la madre que pisabas y ahora te acoge en su seno. Cofradía de silencios que comparten el secreto. Mutismos que se abrazan hasta confundirse en uno sólo, hasta que tus huesos y los míos dejen de ser tuyos o míos y solamente sean. Senderos donde está él, estás tú, están ellos, pero no llevan a ninguna parte. Noche despoblada de estrellas, letargo que me envuelve, aullido afónico.
Daría un paso o dos o tres, pero no puedo. Estoy atrapado y quieto, ¿por qué no vino el fuego?, ¿es que a nadie le importó mi claustro fobia? Mejor arder hasta carbonizarnos, mejor ser esparcidos por el viento y volar como los pájaros, mejor ser polvo negro que habitar esta residencia que nadie visita, esta cárcel impostora.