Faltan pocos minutos para la medianoche.
Los villancicos fueron cantados, la comida fue devorada y las visitas se retiraron después de un abrazo de despedida.
Eres la última persona despierta en tu hogar en Noche Buena. El silencio reina la morada. Antes de ir a la cama, contemplas las luces que danzan anunciando ventura en el árbol navideño y observas cómo el destello de los focos de colores viaja a través de los ornamentos familiares que lo decoran. Aprecias el reflejo en las esferas de las Navidades que alguna vez fueron, ésas en donde se reunía la familia completa a intercambiar historias, mimos y regalos; en las que se escuchaban las risas de la convivencia acompañadas de las canciones navideñas; cuando te deleitabas con los platillos que entre todos se compartían y disfrutabas el olor a pino que llenaba las habitaciones; esas veces en las que dejabas que el frío aire decembrino te acariciara el rostro mientras buscabas algo de magia en el cielo nocturno. También distingues el recuerdo de tu mirada infantil al descubrir tus regalos bajo el árbol tras la visita de Noel.
Ves las figuras de botas, renos y hombres de nieve que heredaste de tus abuelos y que ponías junto a tus hermanos hasta que ninguna rama quedara vacía. Observas la estrella que papá pone cada año en la cima y el ángel que hiciste con mamá cuando eras pequeño.
Cada adorno es un recuerdo. Cada esfera, campana o figura forma parte de tus memorias. Comienzas a extrañar aquello que se ha ido para ya no regresar. Sabes que hay voces y risas que no volverás a escuchar, caricias que no volverás a sentir, experiencias que no vivirás e ilusiones que no tendrás nunca más. Sabes que nada será igual que antes. Sientes nostalgia, pero miras a tu alrededor y comprendes que el árbol se ve tan bello como siempre. Sí, hubo sillas vacías este año y ausencias que te dolieron, mas tus seres queridos se reunieron a la mesa a disfrutar un banquete; hubo risas, obsequios y anécdotas de quienes no pudieron estar presentes. En ese momento no sentías la tristeza, volvías a sentir la magia.
Ahora, tu familia y amigos duermen felices, quizá el amor de tu vida te espera. Regresas al momento, lo vives, lo aprecias; agradeces lo que fue, lo que es y lo que será. Tienes muchas Navidades para vivir. Te sientes en paz y has aprendido que ese es el mejor regalo de todos.
Finalmente, te vas a dormir con la promesa de otra maravillosa mañana de Navidad.
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La adoración de los Reyes Magos >> Pedro Pablo Rubens., Alemania, 28 de junio de 1577 – Bélgica, 30 de mayo de 1640.
La Rosa de Plata, Ana Karla Carrera Herrasti nació el 19 de diciembre de 1994 en el Estado de México. Con apenas seis años, encontró en la escritura su llamado y la mejor forma de liberar sentimientos atrapados. Con el tiempo, descubrió que le apasionaban los idiomas, así que se dedicó a perfeccionar su lengua materna y a aprender otras lenguas. Actualmente, es licenciada en idiomas, tiene diez años de experiencia como profesora de inglés y ha tomado distintos cursos de traducción y corrección de textos. Debido a su amor por la literatura e influencia de Khalil Gibran, Edgar Allan Poe, entre otros autores, ha escrito poemas, historias de terror, fantasía y relatos eróticos bajo el pseudónimo de La Rosa de Plata, muchos de los cuales fueron seleccionados en concursos para ser publicados. Hoy en día, busca entrar al mundo editorial y se prepara para publicar su primer libro independiente.