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Por Marisela Romero
No me llames amor,
¿es qué no sabes
lo que en su nombre
mucho han destruido
algunos hombres?
No me llames amor,
llámame Agua,
y sosiega la sed
de tu exaltada alma.
No me llames amor,
llámame Tierra,
y goza breve muerte
en la amistad de mi cadera.
Y no digas “te amo”
a grito vivo,
por no desvanecer
tu pasión en perlas vanas.
Ámame simplemente,
sin jactancia;
que perturbe
el arcano de mi Luna.