Por César Abraham Vega
Who in the world am I? Ah, that’s the great puzzle.
L.C.
¿Cómo se empiezan a contar las vidas que caben dentro de otras vidas? Digo, hay personas que parecen tener una multitud de seres viviendo dentro de ellas, tantos como espejos en los que se han reflejado a lo largo de sus existencias. Para mí Charles o Lewis era eso, una muchedumbre viviendo dentro de un tímido y silencioso relicario a punto de romperse.
¿Qué voy a decir? ¿Que era un escritor atormentado? ¿Es que acaso no es esta frase un cliché muy común? No; es decir, no niego que Lewis tuviera sus ratos de tormenta, pero ¿quién no? Yo considero que Lewis era un hombre bastante feliz a pesar de lo que se ha empeñado todo el mundo en hacernos pensar. ¿Pero qué voy a decir yo? Sólo él mismo lo sabría y, ¿quién sabe?, tal vez no. Aunque, la mayor parte de sus suplicios se los impuso él mismo; es decir, fue el mismo Lewis quien se encerró en su trampa para ratón.
Es cierto que su herencia religiosa siempre fue un fardo difícil de sobrellevar, pero si se le hubiéramos visto como diacono… aquello distaba de un hombre atribulado y obligado por el deber clerical y familiar. No, Lewis ero lo que la gente remirada denomina “un hombre pío”; un hombre pío y ejemplar. Sabía entregarse a su deber con una ferviente devoción, si se le hubiese visto, difícilmente parecería que ese hombre no eligió por voluntad propia su profesión. Tal vez su mayor talento no era ser un escritor fabuloso o un fotógrafo de maravilla; sino, esa capacidad de encontrar en sí mismo la devoción y el apasionamiento para hacer todas las cosas que le tocó hacer, las hubiera elegido o no.
¡Ah! Claro, Lewis no sólo escribió, también fotografió y también fue matemático… y no sé qué tanto más, él hizo tantas cosas, muchas de las que yo soy testigo, muchas de las que no. Como por ejemplo aquél episodio tétrico, pero risible, en el que los gendarmes de Scotland Yard requisaron una buena parte de sus manuscritos como parte de las indagatorias en las que se le acusaba de ser Jack the Ripper, el infame destripador de Whitechapel[i]. Un inspector alcohólico me contó, años después, entre copas de oporto, que, supuestamente, las noches en que Jack asesinaba, Lewis utilizaba tinta negra, corriente y normal, para escribir los manuscritos de su diario, y que el resto de los días utilizaba una extraña tinta roja[ii].
A algún agente se le ocurrió la descabellada idea de que aquello no podía ser tinta sino sangre; sangre de las víctimas asesinadas en las calles. ¿Se puede creer tal disparate? En fin, sin embargo, la prueba más inquietante era otra, el inspector me aseguraba que fueron encontrados en los manuscritos de Carroll, sendos acrósticos y anagramas en los que confesaba los horrores de sus crímenes bajo su supuesta personificación como Jack[iii]; se aseguraba que sólo un hombre con una mente matemática podría ser capaz de una cosa tal, y estaba probado que, desde joven, el cerebro de Lewis era un tanto así.
Eventualmente un arresto domiciliario durante un par de noches fue más que suficiente para echar abajo las acusaciones, pues los crímenes continuaron ocurriendo a pesar de estar Lewis confinado bajo la vigilancia de dos gendarmes. No tengo que decir que yo siempre consideré esto una patraña, ¿no es así? Sin embargo, hay quienes no dejaron de empeñarse en ver misterio en estos acontecimientos que yo sólo considero insulsas coincidencias.
Su vida era así, cruzada por el escándalo de cuando en cuando; sus padres eran primos[iv], motivo suficiente para que el joven Lewis enfrentara una niñez difícil y dolorosa entre el escarnio público y sus problemas congénitos que perjudicaban su salud. Todo el tiempo llegaban a mis oídos toda clase de escándalos sobre la vida y obra del pobre Charles, es decir, de Lewis, como suelen llamarlo.
Sin embargo, cuando Lewis fue acusado de pedofilia, fue un rumor que no pude tomar tan a la ligera. No se me malinterprete; no estoy validando ninguna de esas imputaciones… Sin embargo, pude notar que desde que empezó a experimentar con la fotografía, su predilección por los niños se empezó a hacer más notoria. En poco tiempo se volvió un experto en retratos infantiles y muchas de las familias más acomodadas de Oxford lo buscaron[v].
Cada que lo llamaban para algún encargo fotográfico, se veía llegar a Lewis arrastrando una vieja maleta repleta de disfraces y máscaras con las que, a modo de juego, armaba las sesiones fotográficas con los infantes; sus modelos predilectas eran las encantadoras hijas de la familia Liddell, pero en especial la pequeña Alice.[vi]
Conforme el prestigio de Lewis como fotógrafo se incrementaba, la confianza de los padres en él también iba en aumento, hasta llegar al punto de permitirle total libertad en sus experimentos fotográficos; claro, siempre bajo la vigilancia de los mismos padres. Así empezó a gestarse el nuevo escándalo. Las nuevas fotografías de Lewis mostraban a las niñas Liddell y a sus otras modelos adoptando poses que no eran del todo naturales para sus edades. Después empezaron a surgir los desnudos infantiles;[vii] pero, reitero, todo esto siempre sucedió con la venia de los padres.
Lewis terminó volviéndose muy amigo de la familia Liddell; pasaba importantes horas de su tiempo con las niñas, constantemente las acompañaba, a ellas, a sus padres y a la institutriz, a sus constantes excursiones; momentos que aprovechaba para deleitar a las pequeñas con sus historias. De allí surgió su tan famoso libro: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, evidentemente inspirado por su niña predilecta.[viii] Yo creo, firmemente, que Lewis en el peor de los casos se enamoró de un modo platónico e inofensivo de la dulce Alice.
Sin embargo el escándalo estalló cuando, por algún exabrupto ignoto, la familia Liddell se enemistó intempestivamente con Lewis; de ello sólo hay especulaciones, nadie sabe a ciencia cierta qué fue lo que provocó el distanciamiento del fotógrafo con la familia[ix]. Esto se supo entre los clientes usuales de Lewis, quienes eventualmente terminaron por descartarlo como su fotógrafo infantil.
Él a la postre cayo en depresión y el estrés que le provocaba toda esta situación agravó fuertemente sus ataques de migraña que en otros tiempos supo aprovechar para escribir sus alucinantes historias, inspirado en parte por las auras que le sobrevenían antes de que estallara el dolor[x] y, en parte, por su musa Alice. Lewis continuó sosteniendo correspondencia con Alice y en esporádicas ocasiones la visitó en casa cuando el padre se ausentaba. Sin embargo, las cosas después de aquel episodio se fueron en picada.
La penúltima vez que decidí ir a verlo, mi visita coincidió con uno de sus ataques migrañosos. Entré en su covacha toda oscura; él estaba recostado en un diván, con un pañuelo empapado en alcanfor puesto sobre el rostro. Platicamos muy poco, entiendo que por su padecimiento no tuviera muchas ganas de charlar, pero también presiento que aunque no hubiera estado atormentado por aquella jaqueca, aquella charla no hubiera sido muy diferente.
Extendió su brazo izquierdo y alcanzó de debajo del buró un pequeño cofrecillo pardo bien cerrado con sendas letras que advertían “PARA QUEMAR SIN ABRIRSE”;[xi] de los intersticios del cofre se asomaban las esquinas de algunos papeles fotográficos. Después, y sin quitarse el paño de la cara, tomó su diario que reposaba sobre la mesilla de noche, asomó un ojo por el hoyuelo que se abría entre el paño y el puente de su nariz, y, así, a medias luces, buscó algunas páginas, tres consecutivas;[xii] las arrancó y me las extendió. Me dijo —¡Quémalas!… También las fotos, quémalo todo, por favor—.
Sé que no tengo evidencia para asegurar esto, pero en verdad creo que en aquel cofre y en esas páginas se explicaba toda la verdad; bien pude haberle echado un ojo a todo aquello antes de arrojarlo a la chimenea; muy probablemente Charles no se hubiera dado cuenta de ello en ese estado y, aunque se hubiera percatado, estoy seguro de que no hubiera puesto ninguna objeción. Igualmente creo que la explicación no era tan perversa como todo el mundo cuenta, casi estoy seguro de que la verdad es más insulsa de lo que siempre se creyó.
Notas
[i] http://www.casebook.org/suspects/carroll.html
[ii] http://www.ccgediciones.com/Sala_de_Estar/Biografias/Carroll.html
[iii] https://www.thejacktheripperwalk.com/suspect-watch-lewis-carroll/
[iv] http://www.shmoop.com/lewis-carroll/childhood.html
[v] http://confabulario.eluniversal.com.mx/lewis-carroll-fotografo-de-ninas/
[vi] http://www.margencero.com/montoya/alicia.htm
[vii] http://www.margencero.com/Magazine/lumiere_carroll/entrada2.htm
[viii] http://elespejogotico.blogspot.mx/2012/09/alice-liddell-alicia-pais-maravillas.html
[ix] http://www.elmundo.es/magazine/m87/textos/lewis1.html
[x] http://www.omgfacts.com/health/4103/Lewis-Carroll-author-of-Alice-in-Wonderland-suffered-from-a-rare-neurological-disorder-that-caused-strange-hallucinations-The-disease-was-later-named-after-him-Alice-in-Wonderland-Syndrome
[xi] http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-07-02/lo-que-lewis-carroll-oculto-de-alicia_496044/
[xii] http://www.victorianweb.org/espanol/autores/carroll/dreamchild/dreamchild5.html