LA MUERTE BONITA LLEGA EN NOVIEMBRE

por Manny Martínez

El día de muertos, la gente se prepara en familia para dar una cálida bienvenida a la gélida y pálida representante de tal evento. Todo se llena de fiesta y celebración. Se adornan las casas y el camposanto luce como jardín colorido e iluminado. Los preparativos comienzan recién termina la cíclica fiesta; fiesta que se planea con un año de anticipación.

Nunca se sabe quiénes se agregarán a la próxima lista de invitados, pero seguro que vienen los de la reunión anterior.

El dolor de la partida —sin importar cuánto tiempo ha pasado— se revierte en estas fechas, en esperanza del reencuentro. Salen del armario las viejas andanzas, las mismas que recordamos cada año. Las bondades y cualidades de aquellos que fueron y estuvieron por un tiempo entre nosotros, nos acompañarán ahora nuevamente, con la remembranza de su existencia en nuestra vida, con la mente pero desde el corazón.

Reviven lágrimas, no terminan los rezos.

El amor se mezcla con la añoranza.

La tristeza baila con la esperanza.

La fiesta no termina, la vida sigue.

La muerte aguarda.

La bella luna ilumina a todas las almas que se abrazan: desde la más nueva, llena de vida, hasta aquella que, cuenta la vieja usanza, comenzó esta historia, o en la memoria tiene el privilegio de estar aún en vivos recuerdos de familia y celebración.

Toda mi gente sufre tragedias y despedidas cuando la muerte se hace presente, tiene preguntas y no hay respuestas. Pero en noviembre la muerte se viste de colores para acompañar a las almas que se vuelven a encontrar.

Gracias a todos por aceptar que viene por unos días como invitada. Llega elegante, llega esperada, se le recibe con la puerta abierta, velas prendidas: ¡la mesa puesta! Porque trae con ella a nuestra gente que no se ha ido, pero es muy grato, saber que vienen para hacer fiesta con ilusión.

 

IMAGEN

Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central >> Mural >> Diego Rivera., México, 1886-1957. 

 

Manny Martínez-Torres

Año 1977, día 6, con el clima divertido y los aires que en febrero visitan la ciudad de León, Guanajuato en el centro de México, llegó a ocupar el cuarto sitio como hija de una familia de ocho hermanos. Ascendencia de arraigo desde 1700, Padres tejidos a la antigua con espíritu de progreso, la guiaron por un camino independiente.

Desde muy pequeña su gusto por socializar, la llevó a ser una niña versátil, noble y adaptable. Comenzó a plasmar sus sentimientos en papel desde su adolescencia, sin embargo, guardaba para sí un torrente de sensibilidad.

Impulsada por diferentes maestros de vida, fue tomando valor para mostrar al mundo sus escritos. Finalmente, se permitió compartirlos, gracias a un tutor literario que se convirtió en inspiración y empuje para dar a conocer hoy día, la tinta de su corazón.

 

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