Subo una escalera
en cada latido un escalón
mis pies inmóviles en el suelo de cristal y yo
sentado
contemplo la inmensidad de una azul tormenta arrancando la arena de la playa y
mis manos se sumergen en nieve de diamantes y
rocas
rodando desde un cráter rugiente.
Aterrado trato de subir aún más rápido
mis manos inmovilizadas con serpientes a mi espalda no pueden hacer nada
sólo volar
en medio de la tormenta sin rumbo y sin dirección me dejo caer hacia atrás
todo se derrumba de enormes naipes,
rojos, verdes, azules, morados;
todos los colores estrellándose en mis pupilas,
la luz asciende en ráfagas una y otra montadas en
un viento polar
avanzando entre la arena caliente y
voraz
devorando la piel y las entrañas
rasgándose en las garras de los
buitres
peleándose la podredumbre de los muertos pululantes de la tierra, ríos y
el mar
de tiburones
flota en círculos desde las nubes esperando disputarse el botín de incontables
barcos pirata
navegando alrededor de una tortuga
girando.
Es mi rostro, mi risa, mis ojos se ven a si mismos,
incluso me contemplo en espejos,
mis reflejos se visualizan en sus propios recuerdos,
los recuerdos traslucen batallas perdidas de sudor,
deseos
no nacidos
al limbo lloran mutilados en el
tiempo
de un reloj atómico siempre preciso en cada átomo de cesio
moviéndose inequívocamente inexorables del
caos distante,
difuso que se desdibuja en el vidrio de mi ventana sudada al
vapor
del calor familiar.
Contemplo suspirar el vidrio
en el río de la avenida
surfear los topes y las montañas amasando cañones,
volcanes,
civilizaciones enteras derrumbándose en los cimientos
de una peña.
Arranco mi ojo izquierdo y sale disparado regresando al
ojo derecho.
Ve mi otro ojo en un suelo de algodón, manchado de sangre,
de blanco se torna rojo, de rojo a negro
sol
se convierte en luna aullante llena
de dolor
amargura ahíto de pesadumbre también me acongojo
mi boca calla desprendiéndose
mi espíritu
pena un ciclo, dos ciclos, mil millones de eras y un eón después
la luna aún sonríe estrellada
al sol
en la aurora se sonroja enamorado y
nada al mar
las olas se mecen, todo continúa…
IMAGEN AL EXTERIOR
El caminante sobre el mar de nubes >> Caspar David Friedrich >> Alemania, 1774-1840.
Alejandro Roché nació en el Edo. de Méx. en 1979. Ingeniero en Comunicaciones y Electrónica por el Instituto Politécnico Nacional. A la par de su desarrollo profesional como programador informático, se ha ejercitado desde temprana edad en la disciplina de la Literatura, sobre todo en el campo de la narrativa. Lector ávido. De 2000 a 2005 formó parte del Taller de Creación Literaria del escritor Julián Castruita Morán dentro de las instalaciones de la ESIME-Zacatenco del IPN. Durante los próximos años escribió la novela Abraxas, hoy publicada por entregas y disponible en este medio. Colabora con profusión en Sombra del Aire desde mayo de 2015.