Por Alberto Navia
La Forma fue accidentalmente descubierta en el Año del Señor de 1458 por el capitán Don Rodrigo de Silva en las áridas tierras que forman la frontera de Marruecos y el gran Sáhara. Eran tiempos oscuros y de peligrosa superchería, así que La Forma fue tomada como obra de las legiones infernales y condenada a su completa destrucción. De ella sólo quedaron flotando, en las voces del tiempo, raras historias de hombres trastocados por ella, hombres condenados al abandono y al olvido. La Forma abandonó la historia del hombre disipándose todo rastro de ella, apenas algunas sombras revueltas entre los cantos populares de aquellos lejanos tiempos permanecieron denotando tímidamente su breve presencia entre la humanidad.
En el año 2312, los hombres encargados del rescate de la ciudad de Nápoles (destruida por el volcán Vesubio 37 años antes) encontraron, dentro de un gran amasijo de roca fundida, un extraño artilugio que por inusitadas e incomprensibles razones había logrado sobrevivir al exorbitante calor del río de lava ardiente surgido de las entrañas del planeta. Se trataba de una especie de campana antropomorfa construida con algún material muy semejante al hierro común pero que manifestaba extrañas características que le conferían una naturaleza peculiar. A pesar de haber pasado por una violenta erupción volcánica, una vez que le fueron retirados todos los detritus volcánicos adheridos, se reveló sorprendente e incólume. Empero, fue totalmente imposible datar la fecha de su origen por cualesquiera de los métodos conocidos en aquellos días.
Con el tiempo, La Forma, reveló virtudes sorprendentes e insospechadas: aun cuando tenía las dimensiones de un hombre adulto de complexión promedio (digamos 1.80 metros de talla y 75 kilos de peso) podía contener a un hombre más alto y más grueso sin dificultad aparente y sin que los introducidos en ella se sintieran aplastados o incómodos; por el contrario, les calzaba perfectamente, como si vistieran un traje a la medida. Lo más sorprendente fue que también podía contener a una persona de menor talla o peso sin que tal persona dejara de sentirse plenamente cómoda y ajustada dentro de La Forma. Incluso se hicieron pruebas con bebés que mostraron sentirse igual de cómodos y acoplados que los adultos. Por supuesto, también se hicieron pruebas con simios y otros animales más grandes o más pequeños que un ser humano pero La Forma no reaccionó en absoluto con ellos. Fue imposible introducir en ella a aquellos más grandes o gruesos y, por el contrario, les quedó extremadamente holgada a los animales de talla menor por lo que se escapaban fácilmente de ella.
Con el tiempo se descubrió que La Forma tenía otra increíble propiedad: aquellos humanos que habían sido introducidos en ella adquirían una condición de “salud absoluta”. Sin importar el mal que sufrieran o el defecto que tuvieran, después de un breve tiempo de haberse introducido en La Forma, cualquier mal o defecto desaparecía totalmente. Este descubrimiento hizo que se volviera un objeto muy codiciado y que, como casi siempre sucede con los objetos muy codiciados, fuera acaparado por los hombres más poderosos que llegaron a pagar enormes sumas para vivir la experiencia de ser introducidos en La Forma y ganar así la sanación de todos sus males o la corrección de la totalidad de sus defectos.
Empero, al cabo de décadas de uso, La Forma fue cayendo en el abandono y, posteriormente, en el total olvido quedando confinada en una ruda caja de madera y encerrada en algún almacén de objetos relegados. La razón es que, después de haber vivido la experiencia de “vestir” La Forma y obtener con ello la absoluta salud y la total perfección, aquellos que experimentaron su influencia, con el pasar de los años, se fueron volviendo taciturnos y solitarios. Anhelaban los espacios abiertos y no podían resistir escaparse de cualquier actividad en un día lluvioso. Ese anhelo se fue haciendo cada vez más y más poderoso hasta que terminaron por abandonar cualquier otra tarea y, un día cualquiera, se perdieron para siempre por las selvas o los bosques cercanos. De aquellos sólo quedaron vagas historias de hombres de piel verdosa parados permanentemente en lo profundo de las frondas con los pies enraizados en la tierra y brazos como ramas cubiertas de retoños.
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Bitácora de exploración: Hemos aterrizado en el planeta Kepler-186f, descubierto por la humanidad hace ya 2,300 años. Nuestra Tierra alterna ha resultado sorprendentemente boscosa. Se organizó un pequeño grupo exploratorio que confirmó todas las mediciones obtenidas previamente de este planeta usando sondas de exploración espacial profunda y que confirman su portentosa habitabilidad. El único incidente ocurrido hasta ahora es el reporte del ingeniero De Silva quien ha descubierto un artilugio antropoforme similar a una campana y hecho de algún material muy semejante al hierro común…