Por Nidya Areli Díaz
Hoy juego los pasos
los pasos vacíos,
miro los modelos
de un millón de carros
e intento contarlos
pero se me van.
Atiendo los rostros
las miles de bocas
incontables ojos
y narices tantas de tamaños varios.
Conmino a los pasos
en ir más de prisa
pues quiero abarcarlo
todo en poco tiempo.
Las banquetas siempre
son irregulares
y antes las tienditas
tenían muchos nombres
pero ahora todas
se llaman igual.
Semáforos paso
tantos como esquinas
y gasolineras
misma cantidad.
Amarillo y blanco
sobre grises amplios,
de frente no puedo
con tantos colores
pero arriba el cielo
calma la ansiedad.
Estoy con los pasos
y los pasos pasan
y quieren mirar.
En un mismo tiempo
todo es absoluto
pero tan ambiguo
de tan desigual.
Los pasos perciben
las niñas que llueven
porque nunca encuentran
lo que quieren ver,
tan sólo los coches,
aceras, colores,
semáforos, tiendas
y tanta ansiedad.
Hay adustos seños,
labios cantarines
y ojeras pequeñas
y lóbulos grandes,
personas en grupo,
solitarias almas
y rostros sin alma
que lo mismo dan.
Mientras más repaso,
observo y comparo
y voy con los pasos
hacia donde van,
pienso qué pequeñas
son las niñas mías
y qué limitados
los pasos que doy.
¿Y si me quedara
sobre un mismo punto,
esperando pase
lo que quiero ver?
Quizá tomaría minutos u horas
o lustros o siglos
con tanta ciudad.
Yo puedo tan sólo
jugar con los pasos
mas nunca podría
ir a donde estás.
Sin embargo pienso:
Con tantos colores
y tantas esquinas
es fácil que nunca
te vuelva a mirar.
Transeúntes humanos
y perros transeúntes,
el gato es aéreo como la paloma,
se cuelan las ratas
más bien subterráneas
y unas florecillas
brotan aferradas
de las comisuras
del asfalto gris.
Y juego los pasos
que raudos me guían
y aunque no te encuentro
conservo mi fe.
Estoy a un instante,
me animo hacia dentro
y las niñas llueven
y las nubes más.
Voy por las aceras,
por los corredores,
junto a las personas
y frente a los coches;
miro a los costados
y miro de frente,
juego con los pasos
hasta que te encuentre.