FLOR ETERNA

por Samantha Niño Pardo

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. Para Mark, esto significaba que era imposible cortar lo que evidentemente volvería crecer, no podrías acabar con algo que volvería a surgir.

Mark nació con una pequeña y problemática habilidad: le era imposible ocultar sus sentimientos. Su habilidad se describía como un desafío cuando se trataba de hacer amigos. La primera vez que hizo presencia, sucedió cuando tenía cuatro años, su amigo de juegos le rompió su carrito. El niño se dio la media vuelta, inconsciente del dolor que le provocaba al pequeño Mark. La respuesta natural hubiese sido ir llorando con su madre, incluso habría valido un grito o pataleta, pero Mark no era un nene normal, de sus brazos comenzaron a brotar pequeños e inofensivos jazmines azules. Las raíces de éstos abrazaban sus brazos sin intenciones de desaparecer, con cada lágrima que rodaba por su mejilla, de los brazos del pequeño Mark crecían florecitas. De cualquier forma, su madre (observadora como la mayoría) notó la extraña condición de su hijo y decidió llevarlo con un doctor.

Al principio, el médico dudó de las palabras de la madre y pensaba que aquel arbolito de jazmines había sido colocado de alguna manera por un ingenioso niño, mas aun, porque pasado el exabrupto, la mayoría de las flores se habían secado y las raíces apenas eran visibles. La madre, desesperada porque el doctor comenzaba a tratarla de loca, pellizcó a su hijo, provocándole el llanto.

Los jazmines reverdecieron y las flores lucieron sus pétalos con más vida que la primera ocasión.

Al ver aquella rareza, el médico sólo pudo llegar a una ingenua conclusión: “Probablemente su hijo se comió un puñado de semillas de jazmines”. ¡Claro!, definitivamente eso sucedió. En ocasiones, las personas con mucho conocimiento se niegan a admitir su propia ignorancia, lo que los lleva a crear teorías disparatadas como la que el histérico doctor formuló a la madre de Mark.

La mujer estaba por marcharse, pero ya en el umbral de la puerta, el médico la detuvo: “Preséntelo a un florista, al menos descartaremos la idea de una intoxicación, o podrá cortarle las plantas”.

II

Un florista muy emocionado se abalanzó sin vergüenza alguna sobre aquel árbol de jazmines, tomando la mano de la madre de Mark y sacudiéndola en forma de saludo.

—Mi nombre es Jackson, es un gusto —era un hombre delgado y alto con un alto sentido de la moda y la estética. Usaba un piercing en la oreja izquierda, y su mano derecha era decorada por el tatuaje de un bonsái.

La madre le arrebató al “arbolito”, y le explicó la situación al joven florista, el cual no pudo contener su emoción, pues tomó a Mark y lo sentó en una mesita alta, haciéndole todo tipo de preguntas, y, cuando los ojos del pequeño Mark se encontraron con los de aquel hombre, una sonrisa le iluminó el rostro. El niño se quitó la playera y ambos adultos observaron una decena de girasoles brotarle del pecho. No sólo la madre y el florista se sorprendieron, sino que el mismo Mark no tenía idea de lo que sucedía.

Con el tiempo, Mark y su madre se volvieron clientes recurrentes en aquella florería. Jackson era muy bueno en su trabajo e intentaron de todo, como cortar las flores hasta extraer sus raíces, pero esto era prácticamente imposible, ya que para Mark era más doloroso arrancar una de sus flores, que una de sus extremidades, éstas dolían cada vez que crecían con una emoción negativa e, incluso, eran aún más sensibles que su propio cuerpo, si las tocabas con demasiaba brusquedad, le provocaban un hondo dolor físico, y, si las tocabas con delicadeza, éstas le daban cosquillas. Jackson sabía justo dónde tocar, sus dedos eran de seda y cada vez que Mark experimentaba una nueva flor, iba a aquella florería con su florista personal a descubrir su significado, mientras sus caricias calmaban el dolor.

III

Durante su infancia, gracias a la comprensión y amistad de Jackson, Mark sobrellevó su “don”. pero al cumplir los quince años y en plena adolescencia comenzó a odiarlo. No fue algo instantáneo, la aversión comenzó el 22 de marzo, un día después de su cumpleaños; aquella niña bonita se había unido a su clase. Mark era un desastre, millones de margaritas adornaban sus brazos. Las margaritas son símbolo de inocencia y de un amor tan puro como el color que las adorna. Si hubiera sido un poco más cuidadoso, probablemente nadie se hubiera dado cuenta de que eran dirigidas a aquella chica, de que cada vez que ella cruzaba la puerta del salón de clases, sus margaritas surgían, de cada vez que el nombre de Hannah era mencionado, sus margaritas enloquecían, y de cada vez que se acercaba a Mark, éstas parecían multiplicarse. La aversión a su “don” fue in crescendo mes tras mes; para junio, era ya insoportable. Mark creció y los demás chicos también. Lo que en algún momento pareció magia, se había convertido en un mal sueño.

Debido a las burlas que recibía por sus sentimientos, Mark terminó huyendo de la escuela para ir a refugiarse con Jackson en su florería.

IV

Su madre murió de un infarto (algo poco común en las mujeres) aquel verano. Mark se negó a salir de la florería por más de un mes, y cada vez que Jackson (quien gracias al testamento de la madre se había quedado como tutor del chico) lo veía sumirse en la depresión, recordaba la primera vez que madre e hijo llegaron a aquel lugar, podía jurar que Mark estaba incluso más cubierto de jazmines que aquella vez. Jackson sólo lo abrazaba mientras él lloraba, y así las estaciones pasaron.

V

Para combatir la soledad, Mark trabajaba en aquella florería como aprendiz, los rumores no se hicieron esperar y sus compañeros inventaban miles de historias: “Jackson era el novio de su mamá” “Jackson lo había convertido en una flor viviente” “Jackson había matado a su madre para quedarse con el niño flor”, “probablemente eran hermanos y no lo sabían”. Los rumores sólo duraron algunos años y lograron algo parecido a la normalidad; Mark y Jackson crearon una rutina, disfrutando el oficio de la florería.

VI

A sus dicecisiete años,  sus amigos (sí, pocos, pero logró hacer amigos de nuevo) tenían una extraña obsesión por las películas de terror, y para Mark esto se llamaba “masoquismo”, ya que al día siguiente, llegaban a la escuela con unas ojeras más grandes que las de un poeta en depresión. Lo habían retado varias veces y él siempre se rehusaba, pero un día una pequeña feria llegó a la ciudad, por lo que sus amigos lo invitaron a la casa embrujada instalada ahí. Al principio, Mark se excusó con el pretexto de tener que ayudar a Jackson en la florería, pero, aun así, todas sus excusas fueron ejecutadas con un “¡Vamos, Mark!” de Hannah. Aquella noche, Mark parecía un ramo de tulipanes morados. Ésta era sin duda una nueva flor. Sus amigos ni siquiera se dieron cuenta cuando se fue corriendo, ni siquiera se despidió de Hannah, ni siquiera entró a la casa embrujada. Salió corriendo a la florería de Jackson, a quien encontró durmiendo plácidamente, y otra flor que nunca había brotado de él, brotó. Una gardenia, seguridad.

VII

El sol estaba en el punto más alto de la ciudad y el viento soplaba ligeramente, provocando que las hojas secas de otoño se alborotaran. El escenario pudo haber sido perfecto, excepto por un Mark luciendo como un árbol humano lleno de claveles blancos. Había presentado el examen de admisión para la universidad pero, debido a sus nervios, no pudo controlar a sus plantas, por lo que se salieron de control, cubriéndolo, incluso su pelo tenía claveles.

Al llegar, después de una larga caminata, ahí se encontraba de nuevo contándole a Jackson sobre su día y cómo nadie en aquel examen lo había volteado a ver a pesar de que él seguramente tenía más flores en su cabeza que los floreros de sus casas. Les gustaba disfrutar la compañía del otro; a veces Mark le ayudaba a Jackson con los ramos, a veces solamente se recostaba en el piso del local, pero lo invariable era que, al estar con él, sus brazos se llenaban de girasoles. Nadie lo hacía sentir más seguro que su florista… y Hannah quien ocasionó que las primeras rosas rojas crecieran en él. Justamente fue Jackson quien trabajó más que nadie en aquella relación, ya que no permitía que Mark regresara a su casa sin que le confesara sus sentimientos o al menos le mostrara sus rosas, por lo que gracias a Jackson, Mark y Hannah comenzaron  salir.

VIII

Eran las únicas dos personas que se habían tomado el tiempo de aprender acerca de sus flores a parte de su madre. Incluso Jackson le solía prestar a Hannah el cuadernito en donde anotaba cada nueva flor que brotaba en Mark. Este pequeño cuaderno tenía cada una de las flores que Jackson había visto en Mark desde aquel día que lo conoció, e incluso contenía dibujos y descripciones de cómo lucían y se aferraban a sus brazos, de qué emociones eran las que las traían a brote, y de qué le gustaba a cada una: a los girasoles les encantaba el contacto, mientras que a los tulipanes les disgustaba, los jazmines necesitan mucha agua, que aproximadamente consistía en una ducha de dos horas, pero, para las margaritas con quince minutos, era suficiente.

IX

Mark desapareció un día antes de entrar a la universidad, nadie lo había visto desde la tarde, ni siquiera Jackson sabía dónde se encontraba, no respondía el teléfono, e incluso salieron a buscarlo, pero nadie lo había visto salir. Las semanas pasaron y Mark no apareció, se abrieron investigaciones, pero después de tres semanas abandonaron el caso, que según los policías se trataba de “una rebelión adolescente”. Mark jamás volvió y, si la rebelión era cierta, no se redimió.

Jackson cambió el nombre de su florería, cuatro letras luminosas adornaban la parte superior del local, decorado con flores y luces de colores. Se encontraba detrás del mostrador. El sonido característico de una campanita indicó que un nuevo cliente había entrado a solicitar un ramo. Jackson tomó la orden y le dijo a la clienta que podría pasar por el ramo en aproximadamente dos horas. Bajó las escaleras en busca de las flores necesarias en su pequeño ático que usaba como invernadero, mientras sacaba  su pequeño cuaderno que tenía escrito “Mark” en la portada, aquel donde anotaba todo acerca de sus flores. Al abrir la puerta, caminó hacía Mark que yacía atado al suelo con cadenas en sus extremidades, puestas con delicadeza para no dañar sus brazos.

Muchas veces, Mark se había puesto a imaginar su muerte, había llegado a la conclusión de que sus flores se alimentarían de él hasta que no quedaran más que sus huesos, la muerte más bella que jamas se podía imaginar, podría ser incluso retratada en una pintura, seguiría retratando dolor pero no dejaría de ser hermosa.

Al ver a Jackson acercarse, no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espalda. Jackson lo tomó de la barbilla, se acercó a su oído y susurró:

—Tienes dos horas para convertir esos tulipanes morados en rosas… ¿o necesitas que traiga a Hannah para ayudarte?

Mark lo tomó del cuello para responder con una voz cansada.

—Podrás cortar todas las flores, pero no podrás detener la primavera.

Al final, uno de aquellos rumores era cierto.

.

IMAGEN

Flores blancas y rojas >> Aurora Tomeo

Samantha Niño Pardo (2005) nació en Matamoros, Tamaulipas, México. Es Escritora de cuentos de fantasía y Estudiante de Preparatoria en su tiempo libre. Ha publicado en diversas revistas como Delatripa, Narrativa y algo más, El Mimeógrafo, El Narratorio, Antología Literaria Digital de Argentina y Fóbica Fest. Participó en la antología de cuentos Ruta de Escape (2022), así como en la antología Emergentes, Jóvenes Escritores de Matamoros (2022). Su libro de cuentos De rosas, príncipes y funerales se encuentra en edición tras ser aprobado por la editorial Winged. Fiel amante de las novelas chinas danmei, y de fantasía con finales trágicos donde se incluyan dioses, fantasmas y máquinas del tiempo. Siempre se ha considerado una lectora y ha admirado a los escritores por ser capaces de crear nuevos mundos; sin embargo, al comenzar a escribir con la guía correcta, se dio cuenta que ella también es capaz de crear sus propios mundos.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario