El paraje plutoniano era tan desolado como gélido, y la única estación interestelar ahí posada no podía más que reflejar el mismo estado del planetoide en el que se hallaba.
Fernández, escoltado únicamente por la Capitana Neriela y el Teniente Paravaldo, se dirigían ahora a la International Interstellar Exploration Station para tramitar el papeleo de rutina e informar de las intenciones del gobierno mexicano en este primer viaje más allá de su natural sistema planetario.
—Esta estación está como abandonada —comentó Paravaldo más a su capitana que a su mayor.
—Hace años que no se usa. Mucha de la comunidad internacional e interplanetaria perdió el interés por la exploración exosolar —respondió ella.
—¿Por qué?
—Los hallazgos de nuevos combustibles y minas en Urano y otros planetas solares han saciado a los inversionistas por ahora. Y es más barato transportarlos de ahí que de un planetucho fuera del Sistema Solar.
—Tiene sentido.
Ya a la entrada de la IIES, como anunciaba el emblema grabado en las puertas de la misma, el Mayor y su escolta aguardaban el acceso con impaciencia, pues hacía ya varios minutos que lo habían solicitado y seguían sin respuesta. El edificio era totalmente hermético, pues a pesar de que ahora era operado en su totalidad por autómatas, en sus primeros días también seres humanos habían trabajado en él, por lo que todos los visitantes tenían que transportarse allí, desde el astropuerto general, en túneles semienterrados que dejaban contemplar algo de la amenazante superficie de Plutón.
Mientras esperaban, Fernández admiraba la arquitectura pseudofuturista del lugar y no evitaba pensar que sus antepasados férreamente creyeron que aquella combinación de ángulos rectos con una que otra curva orgánica y colores mate saturados expresaba cabalmente los ideales de vanguardia, progreso y conquista que todavía motivaban a alguna parte de la humanidad a surcar el espacio exterior. El pretendido futurismo que irradiaba toda aquella estructura, sin embargo, era difuminado aún más por el evidente estado de abandono que sufría, con toda esa suciedad y sarro acumulados aquí y allá, y con las señales de intervenciones recientes de letreros y advertencias ininteligibles pintadas sobre metales o rústicos plásticos, de entre las que pudo leer una que clamaba, debajo de una ilustración de una figura demoniaca encorvada y con alas,“Beware of the Mi-Go”. Mas, pensando que sólo podía tratarse de alguna broma infantil, Fernández vio cómo la puerta de la IIES finalmente se abría, expeliendo una intensísima iluminación que cegó a los tres oficiales de repente y perfiló la silueta de una extraña figura enana y puntiaguda que con pesado paso se aproximaba.
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Rafael Alejandro González Alva nació en la Ciudad de México en 1993. Es Lic. en Diseño por la Universidad Autónoma Metropolitana y Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha trabajado en empresas y proyectos relacionados con el diseño gráfico y la literatura, de entre los que destaca haber sido parte del grupo de trabajo del PAPIME “Leliteane. Lengua, literatura y teatro en la Nueva España”, dedicado a la difusión y estudio de las letras novohispanas. Actualmente cursa el XVI Diplomado de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, que imparte el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura desde 2010. En 2020 comenzó a publicar verso y prosa breves en medios digitales.