Hay un eco de una radiodifusora que se puede captar, cual ruido cósmico, desde el universo. En él se cuentan historias de una cotidianidad a la que ya no pertenecemos. Pesadillas, quizá, de una mente lúcida, o enferma, que intenta abrirnos a un algo que fue, o que será. Porque, a estas alturas, después de surcar una pandemia, y de irrealidades que ya no se diferencian de lo cotidiano, tampoco sabemos si seguimos vivos o si somos poseedores de una existencia verdadera.
¿Quién liberó esa “sustancia” acústica, de relatos que resuenan a través de las letras? Quizá el médico de Bulgaria, al que se refiere en una de las transmisiones, lo sepa, o quizá lo sepa, ese trabajador incansable, del primer relato, al que, a pesar de estarlo “exprimiendo y experimentando”, se da el tiempo de exponer sus pesadillas, en papel, que luego se transmiten, en ondas hertzianas, por medio del Poltercast, a nuestra mente. Porque, para que esa transmisión se dé telepáticamente, de mente que escribe a mente que lee, hay que aclarar que es necesario sintonizar su frecuencia en formato de libro físico.
La existencia de una realidad oculta a nuestros ojos, está implícita en los relatos de Poltercast. En “Viaje”, una de las transmisiones programadas de esta cíclica señal, me surgió ese pensamiento, ya que en ese relato de ensoñación fascinante se me sembró la idea de un tránsito, como el de Ostara, la protagonista, de lo material a lo inmaterial de nuestro ser, sin ser conscientes de ello, a ser empujados, nosotros mismos, como lectores o escuchas, al universo eterno de la imaginación.
Esta primera transmisión captada, del Poltercast, consta de dos anuncios comerciales y once relatos cortos. El primero, de los dos anuncios patrocinados, es el de un “Tatarabuelo”, al que se le extraña, y se le espera en casa. El segundo de ellos promueve la reventa de una muñeca llamada Turmalina. Para la adquisición de esta última, es necesario leer las letras pequeñas del contrato, donde se expone el horror que implica poseerla o llevarla a vivir a casa. Un total de trece relatos componen esta primera entrega. Sí, cabalísticamente trece, lo cual, no creo haya sido indeliberado.
En “Flor amatista”, aunque no sea uno de los comerciales, se clama justicia, para “una joven con sueños” arrebatados, que “se llamaba Crisantemo”. El relato de “Blue Fairy”, en tanto, habla de una flor de tonos blanquiazules, germinada de un corazón que ya no late, y regada por un amor que sigue en vida; este relato trasciende a una promesa que va más allá de la muerte. Esta dedicado a una misteriosa Tisha, sin saberse más de ella.
Hice una llamada a la cabina, donde se transmiten estos relatos, en forma de podcasts, con la intención de obtener respuestas de Lord Crawen, la mente maestra y siniestra de esta transmisión. Esto fue lo que obtuve de su portador, el trabajador incansable:
H: ¿Cómo piensas que Lord Crawen se define a sí mismo?
J: [Lord Crawen es] una criatura que buscará, por todos los medios, que la oscuridad sea aceptada en el mundo.
H: ¿A qué edad supiste que estaba en ti?
J: A los veintiún [años], específicamente, una tarde fatídica del catorce de febrero del dos mil siete. Ya escribía, [entonces], pero no podía definir lo que en realidad buscaba, y a partir de ahí, coincide que comienzo a tomar muchos talleres literarios, antes de salir del IPN, que definieron mi literatura.
H: ¿Consideras que Lord Crawen ha iniciado en ti, o viene de otra mente y después de ti seguirá en otra?
J: Considero que se queda conmigo, pero quién sabe, la inspiración y las criaturas fantasmales pueden navegar. De hecho, tengo un cuento sobre Crawen [que vendrá] en el siguiente Poltercast [y que explica] esta teoría.
Fin de la llamada.
Debo de admitir que, en el relato “Alimenta la tinta”, la que considero la peor de las pesadillas del Poltercast, tuve que pausar su lectura. Contada vívidamente, desde un detective que está de nuestro lado, el lado de la cordura, y que trata de explicar los sucesos que tienen efecto por una tinta de tatuaje que exige ser alimentada y que, al prescindir de una saciedad externa, se alimenta del portador del tatuaje. Cabe mencionar que la palabra “cordura”, no se adjudica en la voz de Lord Crawen. El relato te carcome las entrañas, como a sus personajes, los gritos de angustia, escritos en letra mayúscula, de quien lo sufre, rebotan, al unísono, también en el lector.
Terminé de leer, o escuchar, Poltercast, en el aeropuerto de la CDMX. Fue un veinte de junio del dos mil veinticinco. Las letras de la transmisión, de imágenes oscuras y sucesos extraños, me ocasionaron ruido. La cotidianidad del aeropuerto no era la misma. Tantas historias sobrenaturales deambulando, viajando de un lado a otro, y sin poder contarse. El efecto Poltercast había hecho mella en mi percepción; el mundo ya no era igual.
El relato número trece, llamado “El Vampiro”, cierra el uróboro, entre los relatos, de una manera magistral. El trabajador incansable, del relato inicial, recibe un paquete del Vampiro de Ecatepec, del relato final; lo demás, lo que acontece en el inter, deben escucharlo con sus propios ojos, visitando a este libro oscuro, contado en formato de podcast.
La vida, la muerte, el miedo, la felicidad del amor, todo se conjuga en este portal abierto, por el trabajador incansable. Un hoyo negro que atrapa desde las primeras líneas y no te suelta, si estás dispuesto a escucharlo, con la consabida advertencia de que al hacerlo invocas a lo sobrenatural y fantástico. El portal está abierto también para ti, se llama Poltercast, y lo transcribe Lord Crawen.
Voz en off: Y si alguien insiste, y se atreve a preguntar el nombre del trabajador incansable, ese ser extraño que porta e intercepta, las señales de Lord Crawen, para volverlas al papel, hay que responder que es: “Jezreel Fuentes, su nombre es Jezreel Fuentes”.
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Héctor Vargas nació en Benjamín Hill, Sonora, el 16 de julio de 1972. A los cuatro años, después de desordenar los tipos de una imprenta, fue llevado a Puerto Peñasco, donde aprendió a leer, escribir e inició su afición por la lectura. A los diecisiete años, en un viaje en un barco camaronero, decidió por las letras que lo aproximaran a explicar la sensación en la experiencia. Fue en Mexicali, su ciudad actual, donde concretó la osadía. Escritor intuitivo, inició a colaborar, en los noventa, en la revista Ahí Tv’s. A principios del dos mil, publicó en la página Ficticia.com. Desde 2015, colabora en Sombra del Aire, con su nombre de pila y bajo los seudónimos Equum Domitor, Eleuterio Buenrostro y Mabel Pinos. Fue seleccionado para participar en la Antología Sombra del Aire 2022 y 2023. Recientemente, publicó su libro El inefable juego de los tricrómatas. Siendo un escritor inquieto, sigue en busca de ordenar los tipos que un día desordenara.