Alfonsina vio el cubo caer en plena llanura de San Silvestre. No produjo sonido la caída y el objeto metálico reflejaba la intensa luz de mediodía; a cuatro kilómetros del caserío, cerca de la medicatura, doña Griselda halló también un cubo entre el monte. Se reportaron tres hallazgos más: el mismo cubo metálico con raras inscripciones, se dice que pesaba unos diez kilos, se dice que los tres objetos fueron resguardados en la casa del prefecto. El mismo remitió el caso al alcalde de San Silvestre: no hubo respuesta. Como si los políticos encubrieran todo ¿y que más tocó hacer? El cura del pueblo quiso atribuir esto a señales del fin de mundo. Alfonsina y Griselda desaparecieron fugazmente, un 31 de octubre al igual que tres adolescentes. Todos ellos, cercanos a la familia del prefecto. Con algo de apoyo civil, el prefecto y un concejal organizaron una búsqueda por todo el pueblito. Peinaron la llanura, hasta que la noche engulló la luz. La llanura se llenó de misterio y fantasmas. El padre de Alfonsina, consumido por la desesperación, buscó su machete y juró matar al alcalde si su hija no aparecía.
El cura calmó al hombre, recordándole que San Silvestre fue un lugar de milagros en épocas pasadas, pero en el cielo se observó otro “milagro” más raro, brillaron luces de color carmesí; se revolvían en todas direcciones, y un sonido como de alarma nuclear se expandió por toda la llanura. Hubo confusión por la llegada de las luces, y los primeros en ser tragados por aquel fenómeno fueron los padres de Alfonsina. Luego el esposo de doña Griselda y, por último, el prefecto. Los demás huyeron atemorizados al monte y no dudaron en mudarse al día siguiente; se cuenta que una gripe quebrantahuesos azotaba los pueblos vecinos por aquellos años. Y fue ése el pretexto que usaron los historiadores para relatar la enigmática desaparición de San Silvestre en una noche, un caserío abandonado. “Fueron exterminados por la peste”, dijeron a la prensa. Y hasta el día de hoy los cubos permanecían en casa del prefecto. Hay rumores (habladurías de la gente) de que un millonario coleccionista pagó para quedarse con los cubos, un tal Arturo Estrada, dueño de un castillo en las cercanías de Isla Espinal. En lo que una vez fue un caserío, muchos aseguraron ver luces rojas en el cielo.
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Mirador nocturno >> Vassily Kandinsky., Rusia, 1866 – Francia, 1944
Diony Scandela nació el 3 de julio de 1993 en Apure, Venezuela. Iniciado formalmente en el mundo de la escritura con la publicación de su novela Perros de la Prehistoria. Autor de varios relatos, entre ellos “El cíclope de los bosques”, “El caso del sindicalista”, “Caballero andante” y fundador de la Revista Paladín. Integrante del equipo editorial de la Revista Paladín.
Instagram: @dionyscandela