Las series animadas David, el gnomo (1985) y La llamada de los gnomos (1987) se derivaron del libro holandés Leven en werken van de Kabouter de Wil Huygen —título traducido al español como El libro secreto de los gnomos—. La adaptación corrió a cargo de BRB Internacional, productora de ascendencia hispánica.
Aunque sobre las dos teleseries se podrían reflexionar muchas cuestiones, en las siguientes líneas queremos enfocar la mirada en el episodio final de David, el gnomo, llamado “Las montañas del más allá”. Esta caricatura contó con 26 capítulos. A lo largo de ellos se ve a David, el gnomo, en medio de diversas aventuras, apoyando a sus congéneres con su habilidad como veterinario y su sabiduría, mientras enfrenta a sus enemigos los troles y las mofetas.
Si bien, David es el protagonista, otros personajes de importancia en la serie son su esposa Lisa y un zorro llamado Switf, quien, de modo recurrente, le sirve a David como medio de locomoción. David tiene 399 años, es el gnomo más longevo y para él y Lisa ha llegado el momento de emprender su último viaje, aquél que no tiene retorno.
El capítulo inicia con un diálogo entre David y Lisa, comentan el tiempo que llevan juntos (300 años). Lisa, aunque con pena, llora, pues sabe que están por cumplir 400 años de edad y ello marca su partida a “Las Montañas del más allá”. En ese momento, justo les llega una carta de su viejo amigo Grasper, “el gnomo más sabio del mundo”, quien quiere realizar el viaje con ellos. Lisa se dispone a preparar el equipaje, pero David le recuerda que a donde van, no necesitan ningún enser. Aunque, poco a poco comienzan a dejar su hogar listo. David deja libres a unos ratones y un grillo, que eran sus mascotas.
Ya cuando están listos para ir donde Grasper, los ratones, unas aves, unos conejos, unos venados y otros animales se despiden cariñosamente de la pareja; saben de la importancia del momento. Tras ello, Lisa y David emprenden un viaje por las montañas, en el lomo de Swif, hasta el hogar de su amigo. La vivienda de Grasper es más una biblioteca que una casa. Al entrar, David se tropieza con un montón de libros. Grasper señala que ya no los podrá leer y que nada en la vida le ha dado tanta felicidad en su existencia como ellos. Después comparten una opípara cena, preparada expresamente para la ocasión. Comienzan a hablar del tiempo, sobre que todo “en el mundo tiene un final” y los gnomos no son la excepción. Poco a poco, cada uno comienza a brindar, y se da una serie de elocuciones por demás sentidas:
—¡Brindemos!, también, ¡por aquellos que ocuparán nuestro lugar en los valles y por los próximos moradores de esta maravillosa montaña azul!… ¡Y por mis amados libros!” —dice Grasper.
—¡Y también por quienes habitarán los bellos jardines y los hermosos bosques! —declara David.
—¡Brindemos por nuestros antepasados!” —insiste Grasper.
—¡Brindo por las futuras generaciones de gnomos! —remata Lisa.
El siguiente corte nos muestra a los tres gnomos en el lomo de Swift, ya en camino a las Montañas del más allá, recorriendo un camino nevado, hasta llegar a un bosque y tras él, la Montaña eterna. Los tres gnomos descienden del lomo de Swift y David le dice: “Quiero que sepas que te agradezco desde lo más profundo de mi corazón, tu gran amistad y todo lo que has hecho por nosotros. Gracias”. Acto seguido, los tres gnomos inclinan la cabeza ante el zorro, mientras lloran.
Después, los gnomos comienzan a subir una suerte de pendiente que separa la Montaña eterna del resto del mundo, mientras le indican a Swift que parta, que se vaya, pues a donde van no hay lugar para un joven zorro. Se despiden del querido Swift. Ya una vez del lado de la Montaña eterna, en medio de un campo florido, David abraza cariñosamente a Lisa, quien dice:
—¡Adiós!, ¡adiós!, ¡mi querido David!, ¡mi amor!, ¡mi compañero!
Y el gnomo le responde:
—¡Adiós, mi querida Lisa! ¡Gracias por el amor que me has dado!
El viento sopla y hace que una marejada de flores se levante y pase entre la pareja. Grasper llora y rompe el silencio:
—Bueno, creo que ha llegado el momento.
—Sí, ha llegado —secunda David y Lisa hace otro tanto.
Después, comienza la metamorfosis. David y Lisa se transforman en un par de cerezos, mientras que Grasper en un árbol de follaje verde. Swift sigue merodeando y al ver lo que sucedió, aúlla lastimeramente. Después se retira y se cruza con otro gnomo, quien cabalga a una zorra. El gnomo señala a Swift y dice:
—Mira, Agnes, ¡qué zorro tan guapo! ¿No te gustaría que fuera tu compañero y el padre de tus hijos?
Swift se acerca, el gnomo se presenta. Se llama Chistophe y emprenden el camino, juntos, dando a entender que las palabras del gnomo se harán realidad entre los zorros. El ciclo de la vida continúa.
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El cierre de David, el gnomo es existencialista y por demás reflexivo. Manifiesta una idea planteada por Fernando Savater en el primer capítulo de su libro Las preguntas de la vida, material en donde el autor español, tras hablar de la importancia de la filosofía, plantea el tema de la muerte como el más filosófico, el más vital para empezar una reflexión sobre la vida.
Dice Savater:
Las plantas y los animales no son mortales porque no saben que van a morir, no saben que tienen que morir: se mueren[,] pero sin conocer nunca su vinculación individual, la de cada uno de ellos, con la muerte. Las fieras presienten el peligro, se entristecen con la enfermedad o la vejez, pero ignoran (¿o parece que ignoran?) su abrazo esencial con la necesidad de la muerte. No es mortal quien muere, sino quien está seguro de que va a morir. Aunque también podríamos decir que ni las plantas ni los animales están por eso mismo vivos en el mismo sentido en que lo estamos nosotros. Los auténticos vivientes somos sólo los mortales, porque sabemos que dejaremos de vivir y que en eso[,] precisamente[,] consiste la vida.
En ese mismo tenor, por un lado, David, Lisa y Grasper muestran la importancia de saber cuándo dejarle espacio a las nuevas generaciones, de aceptar su tiempo y espacio, de agradecer por todo lo que han tenido a lo largo de su larga vida. Porque el ser humano y, en este caso, los gnomos tienen la capacidad de saber que su estancia en este plano es finito. En el caso de David y Lisa, incluso de la oportunidad de tenerse uno al otro por 300 años, pero también de saber irse de este mundo.
Así, la metáfora final de la historia de David y Lisa es poderosa, ¿qué puede ser más deseable al final de una vida plena, sino convertirse en un árbol junto a la persona amada?
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Nota: el capítulo en cuestión puede verse en YouTube en:
Armando Escandón Muñoz nació en Amecameca, Estado de México, el 28 de diciembre de 1981. Escritor, editor, técnico bibliotecario, Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas y maestro en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cultiva el cuento, el ensayo, la fábula y el aforismo. Actualmente imparte talleres de creación literaria, es coeditor del proyecto editorial Maladrón, prepara tres libros de su autoría y un par de antologías.
En su faceta como historiador ha trabajado temas sobre la mexicanidad —y los imaginarios sociales— de finales del siglo xix y principios del XX, tales como: la china poblana, el pelado, el corrido mexicano y el Museo Nacional de Historia Natural.
Asimismo, en el campo de la animación a la lectura, le da vida al perro Diógenes, cuentacuentos, que utiliza la técnica japonesa del kamishibai (teatro de papel).
Entre sus publicaciones cuenta con una participación en la antología de jóvenes creadores Desde las islas, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2007, y el libro de cuentos Ficcionario, editado por Maladrón en 2011 y presentado en la XXXII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.