“Puede que te quiera. Puede que te quiera mucho. Pero quizá por eso mismo sea mejor que nos quedemos tal como estamos. Puede que un hombre y una mujer estén más cerca el uno del otro cuando no viven juntos y cuando simplemente saben que existen y que están agradecidos por existir y por saber el uno del otro. Y sólo con esto les basta para ser felices. Te agradezco, te agradezco que existas”. Milan Kundera
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El amor es una cúpula inexpugnable. Nadie entra. Pero tampoco nadie sale. Para algunos, es del cristal más frágil, para otros del acero impenetrable. Dicen que el corazón es la llave para poder ingresar a esta cúpula misteriosa. Los escritores embriagados en su licor, embotellado para los recuerdos o el olvido, hablan de los maravilloso que es estar dentro de la cúpula; mas nunca hablan de cómo subsistir al frío dentro de la cúpula una vez que la pareja ha abandonado tu camino.
Hay un sitio donde la muerte se alimenta de los corazones desolados y se regodea en los impetuosos cuerpos fríos de almas abatidas; en él, tanto podría decirles del amor, sobre la mortalidad que existe en él una vez que claudica.
¿Qué sucederá entonces con los corazones muertos que ya no anhelan la búsqueda de este enorme y frío lugar?
Ir y venir. Deambular con un propósito al cual él no teme. Ha aprendido que la soledad es el mejor aliado en los tiempos más difíciles. Desde temprano, busca construir su sueño a sus cortos veintitrés años. De día, trabajar para su educación. Por la tarde, estudiar para trabajar mejor. Pero la sorpresa es que aún su muerto corazón tiene mucho que escribir y se empeña en encontrar el espacio para ello.
Ir y venir. Deambular con un propósito al cual ella no teme. Ha aprendido que estar sola es lo mejor que podía pasarle, porque el corazón ya no siente nada por quien le acompaña día a día. Llora en silencio en su habitación. Despierta desde muy temprano para recorrer los pasillos de la universidad, buscando no un sueño, sino su propia redención. Pero el arte le llama por las tardes de viernes y acude al auditorio en busca de algo que remueva el corazón y pueda vivir.
Conviven en los pasillos. Se miran cuando pasan uno al lado del otro. En silencio, la cúpula de amor se construye, pero está negada para las almas frías y muertas; eso no existe en los cánones literarios.
Comparten espacio en el auditorio, mas no escuchan las voces de cupido. Cierran su corazón y el oído. Se embriagan de amores pasajeros para llenar un vacío que jamás será llenado. Monstruosidades diarias, pesadillas que nunca se volverán sueños construidos de acuerdo al canon. Vivir por vivir, para satisfacer un destino que ni siquiera ellos comprenden por qué existe.
Los corazones muertos también saben reír, a pesar de las lágrimas que estén por salir. La putrefacción también siente por instantes la calidez solar. La mente ocupada se abre a nuevas posibilidades sensoriales con una mirada.
Él, sin saberlo, la hace reír, como nadie lo había hecho. Temerosos, no se buscan, renuentes a lo que todos deban sentir, a exigirse algo imposible. Ella decide acompañarlo una tarde. Tratan de develar un secreto de entre los escombros de corazones rotos. Las almas les recuerdan la oscuridad que yace en ellos de manera interna, y que no pueden pertenecerse.
No, la cúpula del amor no puede abrirles paso a ellos.
Aunque la luz del día y los verdes campos intenten atraparlos en sus redes de felicidad, deciden no acercarse. Ella corre, decide irse. Siente una enorme pesadez en el pecho, algo late. Renuente, corre libre hacia la calle sin dar vuelta atrás. Él decide olvidarse de todas sus obligaciones e ir tras ella. Hay algo vivo entre ellos que se incrementa con cada paso de los minutos.
No, eso no es amor. Los corazones puros solo pueden alcanzar la entrada a ese sentimiento. Jamás un corazón fragmentado y reventado por inconciencia mortal podría acercarse al paraíso destinado para algunos.
Ahí están. Acompañados. Bajo el llanto y el sombrío olvido de sus muertos amores, pisoteados por sagrados corazones que buscaban en sus almas, lo inexpugnable, lo prohibido, lo sagrado, el grial del amor humano. Los convoys del subterráneo van y vienen, como el tiempo.
Una partida de billar. Ella gana. Él se deja ganar. O tal vez no.
Desde dentro, la construcción de algo sombrío, peor unido comienza. Se permiten un frío adiós, pero lo suficientemente fuerte para prometerse volver pronto.
Existen tantas posibilidades de tratar de explicar lo que sucedió días después, que ningún escritor, embelesado en el amor perfecto, podría explicar.
La cúpula del amor nunca se abrió. Dentro, los restantes cumplen a cabalidad sus votos, a regañadientes y obligados por compromisos vacíos. Algunos más, vagan solitarios buscando salir de ahí, mas nunca podrán. Fuera, algunos se obligan a entrar, forzando su entrada para hallar un vacío interminable que devora sus almas.
Muy en el fondo de la cúpula inexpugnable, yacen en su error, las dos almas frías y oscuras de corazones rotos, construyendo un lugar propio. Alejados del canon, mantienen su estancia. Sin promesas, sin divagar. Solo están.
Nadie sale y entra de la cúpula inexpugnable.
Ellos van y vienen. No tienen un secreto especial, solo lo hacen.
A pesar de su monstruosidad, nada es eterno.
Quedan las cenizas de cuerpos mortales, mas entiendo que sus almas ahora yacen en lo eterno del viento, en su verdadero propósito. Tuvieron que pasar muchos años para tratar de entender lo que buscan los mortales al referirse al amor. El verdadero amor inmortal es para las oscuras almas que rompen los cánones impuestos.
Ambos barcos ahora navegan sobre el río, símbolo de un adiós, de que al final, irán hacia alguna parte. Mas, cuando el viento sople y atraviesen mi ventana, sabré que han venido a verme, para contarme una historia más, sobre su eternidad.
Así es como podría explicar el amor de mis padres. Juntos sin estar juntos. Amarse sin saber qué era. Quedarse uno al lado del otro sin siquiera que uno estuviese ahí. Y para cuando llegué al mundo, las circunstancias fueron diferentes. Su amor frío e incondicional me hará recordar que la calidez no es siempre lo mejor.
Aquí termino este escrito, recordando sus formas humanas, sus peores momentos convertidos en sonrisas y esfuerzos.
Eso que me enseñaron, podría definirlo como un amor inexpugnable.
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IMAGEN
Vestal >> Arnold Böcklin., Suiza, 1827-1901.
Lord Crawen, Jezreel Fuentes Franco nació el 29 de junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el IPN; luego, su pasión por la Literatura lo llevó a formar parte del Taller de Creación Literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán, y del impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en cuatro obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de Literatura del horror, en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante” y actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.