Koonex, koonex, palexen, / xik tu bin, xik tu bin, yokol k ´in /

¡eya! ¡eya! tin uok´ol / bey in uok´ol chichán pal. (Arrullo maya)

Por primera vez en toda la semana, los salones de la universidad se encontraban reconfortados por los hilos de sol que atravesaban sus ventanas. Los alumnos, a su vez, sentían la tranquilidad de un día de febrero que amaneció soleado.

En el salón número 20 entró la profesora Fuentes, especialista en lírica popular mexicana, y azotó, como de costumbre, su portafolios en el escritorio, llamando la atención de todos los presentes. Así comenzó con su clase.

—Adivinanzas: Ejercicios intelectuales de origen popular que se encuentran en verso. Son el perfecto ejemplo de la fusión entre el juego y la poesía. Normalmente podemos encontrarlas con rima asonante o consonante. Son construcciones breves que juegan con el lenguaje. Vamos, rápido, díganme una adivinanza, la que sea.

—Pequeña como un ratón / y cuida la casa como un león.

—Perfecto. Ahora, ¿cumple con las características? ¿Está en verso?

—Sí.

—¿Es breve y tiene rima?

—Sí.

—¿Es un ejercicio intelectual que juega con el lenguaje?

—Sí.

—Entonces, efectivamente podemos llamarla adivinanza. Y las adivinanzas, como todo en la vida, tienen un origen, tanto en su conjunto como individualmente. Su etimología viene de las voces latinas “ad”, que significa hacia, y “divinusi”, que hace referencia a lo divino; es decir, que al poder descubrir aquello que estaba oculto nos acercamos a los dioses, nos hace trascender sobre nuestra condición humana. Se han encontrado diversos ejemplos de géneros similares a la adivinanza desde la antigüedad, por lo que no es posible rastrear un origen concreto. Sin embargo, de manera particular es posible encontrar el semillero de alguna en la tradición oral. Y es a esto a lo que quería llegar, pues voy a contarles una vieja leyenda que dio origen a una de las adivinanzas más populares del México contemporáneo. Su trabajo es analizar los diversos elementos de la leyenda y encontrar la adivinanza a la que me refiero.

La profesora Fuentes ritualmente se sentó en su escritorio, cruzó las piernas, moduló aún más su tono de voz y comenzó a relatar:

—Cuando aún estaba vigente la Nueva España, a los alrededores de lo que hoy conocemos como Michoacán, el más grande productor de aguacate en todo el país, residía una pequeña comunidad de mestizos y coyotes, que tenía características muy particulares, como el uso de casas elevadas a medio metro del suelo y la conservación de una específica pieza musical de flauta que se le tocaba ceremonialmente a los niños antes de cada atardecer.

Dicha comunidad tenía una fuerte conexión con la naturaleza, pues los afectaba de manera directa, física y emocionalmente. La llegada del invierno, por ejemplo, los privaba de los sentimientos, congelando sus corazones. Aún más los afectaban los ocasionales terremotos, que los volvían impulsivos en extremo. Pero aquello a lo que más temor le tenían era a la caída del sol cada tarde, pues para los miembros de esta comunidad su pérdida los hacía sentir la más pura y profunda tristeza, llevándolos a un llanto incesante que no les permitía dormir, conmoviendo al mismo cielo que compartía su tristeza. Así, juntos lloraban, haciendo que se inundara todo el territorio, hasta llegar a poco menos de la altura de las viviendas. Por esta razón, se tocaba diariamente aquella canción de cuna que hacía dormir hasta al niño más inquieto, evitando la colaboración de sus lágrimas.

A los niños se les ocultaba la desafortunada circunstancia de las continuas inundaciones. Lo anterior, para no despertar su curiosidad y para que la distancia de medio metro que los separaba del suelo fuera suficiente para mantenerlos secos.

Pero como siempre pasa, algo alteró ese orden. Una pequeña cabeza con inamovibles trenzas soñaba cada noche con lluvia, lagos, ríos e incluso manantiales dentro de su habitación, cruzando de una ventana a otra su hogar, ahogando cada uno de sus muebles, podía escuchar el aumento del agua corriendo que iniciaba siempre de la misma forma: chispeando.

¿Ya sabe alguien de qué adivinanza hablamos? Acabo de darles la respuesta.

—De la tierra voy al cielo /y del cielo he de volver; /soy el alma de los campos /que los hace florecer. El agua

—Cerca, muy cerca. Pero no. Vamos, pongan mucha atención y parafraseen la leyenda… ¿No? Entonces vamos a continuar.

Las pesadillas de la niña no se ausentaban ni una vez, el sonido de la flauta invocaba al azul de sus sueños, es por eso que durante el último canto de la flauta decidió tapar discretamente sus oídos y ahogar el sonido con otra melodía, logrando, casi por milagro, mantenerse despierta hasta que cesó la canción de cuna.

Se mantuvo quieta, mirando por la ventana cómo el sol comenzaba a moverse, ocultándose en la espalda de la tierra, marchándose. Aquello la dejó perpleja, nunca había visto al mundo privado de luz. Esa situación era una catástrofe que los llevaría a la muerte, el sol no puede irse así como así, pensó. Por su cabeza pasó una vida a oscuras, sin calor ni felicidad. Se levantó con el objetivo de buscar a su madre, que seguramente estaba igual de sorprendida que ella, pero la detuvo un sonido familiar, el correr de la onírica agua por su habitación, que ahora también parecía el sonido de su propio llanto, que se agrupaba con muchos otros, era casi musical la voz de las lágrimas cayendo al suelo.

El miedo inesperado fue sustituido por la tristeza, que la inmovilizó sin permitirle dejar la cama. Miró por la ventana nuevamente y se maravilló al ver sus propias lágrimas bajar del cielo. Sintió aún más pena, lo que provocó el aumento de la lluvia. Presenció el inicio de la más grande inundación en el estado de Michoacán, hasta ahora.

El llanto de aquella niña fue tan fuerte que entre todo el canto de las lágrimas, su madre logró oírla, desesperadamente fue a su habitación, esperando que aquello que escuchaba no fuera verdad. La encontró en su cama, lamentándose a gritos, intentó calmarla, pero ella también se encontraba inconsolable. Le rogó inútilmente guardar silencio, que al igual que ella y toda la comunidad, comenzara a llorar en susurros para no despertar a los niños. Su madre tomó la flauta cuando sintió el agua tocando sus tobillos, pero siempre ha sido difícil hacer cosas llorando, incluso tocar una canción de cuna.

Ver a su madre tan desesperada asustó a aquella niña, haciéndola gritar aún más fuerte. Con uno de sus alaridos despertó a su hermana, que comenzó a llorar casi inmediatamente. Minutos después, todos los niños de la comunidad estaban dejando caer sus lágrimas al agua que ya les llegaba a las rodillas.

Ya no era posible calmar aquella inundación comunitaria, las flautas se hundieron junto con las viviendas y sus habitantes, que no dejaron de llorar hasta ahogados, lamentando su propio lamento. La lluvia no cedió hasta que no hubo nadie que llorara con el cielo.

Justo ahora alguien en la universidad está llorando, nos lo dicen las nubes.

¿Saben dónde fue que sucedió la leyenda exactamente? ¿Nadie?

Nos relata el nacimiento del lago Cuitzeo, el más grande de Michoacán, que en los últimos años ha estado en boca de muchos periodistas, debido a que es gravemente afectado por la gran producción de aguacate en sus alrededores, que ha existido desde la creación del lago. Para las comunidades que posteriormente residieron en los alrededores, esta historia estaba indudablemente ligada a la gran fertilidad del suelo después de la catástrofe.

¿Ya saben la adivinanza a la que me refiero? Ahora es evidente, ¿no? Adivina adivinador: Agua pasa por mi casa/ cate de mi corazón.

La reacción de los alumnos ante la revelación se dividió entre los que habían logrado descifrarlo y los que se sorprendieron al saber la respuesta.

—Esta historia fue contada en un inicio como un romance y, como siempre pasa con la tradición oral, fue cambiando a lo largo de las décadas, hasta contraerse en dos versos. Esto mismo ha pasado con muchas otras adivinanzas, ya luego les mostraré un ejemplo similar. Mientras tanto, ya pueden irse.

La profesora Fuentes dio por terminada su clase y les permitió a sus alumnos ir hacia la lluvia exponencial del exterior, que ya comenzaba a filtrarse por debajo de la puerta, mojando sus zapatos.

IMAGEN

Olas >> Alias Torlonio

Lizeth Jacqueline Gutiérrez Pérez nació en el Estado de México el 25 de enero de 2003. Cursó el específico de literatura en el Centro de Educación Artística Frida Kahlo. Presentó su trabajo junto con otros compañeros en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia. Publicó en las revistas Glycis y Zaraguato en la que fue parte del comité editorial. Tuvo mención de publicación en el Concurso literario Biblioteca Popular del Paraná (2020).

Actualmente estudia la Licenciatura en Escritura Creativa y Literatura en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Fue parte del “Taller de cuento insólito (trastocar la realidad con la escritura)” en la misma universidad, impartido por Alejandro Paniagua.

TE PUEDE INTERESAR

Dejar un comentario