LA NIÑA DE GUATEMALA, UNA HISTORIA DE AMOR

por Nidya Areli Díaz

Por Alberto Navia

“[…] novia del Sol en el ardiente Egipto”.

José Martí

A pocos días del inevitable Día de San Valentín mejor conocido como el Día de los Enamorados, con nuestras redes sociales atiborradas de mensajes que celebran el amor y subliman la amistad, además de los que tratan de brindarle consuelo a aquellos infaustos seres a los que ha sorprendido tan connotada fecha sin una mano que tomar o una boca que besar o un cuerpo que sentir. Sea por mercadotecnia (como dicen los amarguetes) o por sincero sentimiento de emoción amorosa que rebosa a un entregado corazón, no podemos negar que éste es uno de esos días que marcan una pauta sublime o fatídica ―según sea el caso― en la ocurrencia de los días que forman cada uno de nuestros años. Las calles de nuestros pueblos y ciudades se ven invadidas por seres de diferentes edades recién bañaditos y perfumados y, un buen número de veces, con el ramo de flores bien dispuesto para la ofrenda que acompaña el refrendo cardiaco de nuestros amor. Salen a relucir las mejores ropas y la disposición total de gastar la quincena en celebraciones según sea el alcance de la economía y la disposición de los enamorados para rendirle debido culto a ese caprichoso y tornadizo dios Amor.

6-La niña de Guatemala-Alberto NaviaPero existen otro tipo de amores que no son festivos sino, más bien, infaustos pero que, tal vez por su condición de negados, arrasan con pasiones inconmensurables y destinos trágicos a los amantes involucrados. Hoy quiero hablarles de uno de estos.

A finales del mes de enero de 1853, en la ciudad cubana de La Habana, nacía, de una pareja de inmigrantes españoles, José Julián Martí Pérez quien, apenas cumpliendo los 20 años, es deportado a España por conflictos políticos con el estado cubano. Pasado algún tiempo la familia Martí Pérez logra reunirse de nuevo en la ciudad de México en donde el José Julián se desempeña como periodista y escritor; ahí conoce a María del Carmen de Zayas-Bazán e Hidalgo, originaria de la provincia cubana de Cienfuegos, con quien se compromete en matrimonio.

A los 24 años, decepcionado del gobierno de Porfirio Díaz, José marcha a la ciudad de Guatemala en busca de un nuevo lugar donde establecerse. Ahí el director del Instituto Nacional Central para Varones, el también cubano José María Izaguirre, nombra a Martí profesor de Literatura y de Ejercicios de Composición. Izaguirre era aficionado a organizar veladas artísticas y literarias a las que Martí solía ser invitado. Fue en una de estas veladas, en abril de 1877, en donde conoce a María García Granados y Saborío. Visiblemente impresionado José Martí pregunta a su amigo ¿Quién es esa niña vestida de egipcia? Siete años menor que él, alta, esbelta, de rostro dulce enmarcado por una frondosa cabellera negra e iluminado por un par de ojazos profundamente negros y de largas pestañas; de voz apacible y armoniosa y de maneras gentiles que, por añadidura, tocaba el piano admirablemente. Hija del general y expresidente colombiano Miguel García Granados. Martí traba amistad con el general y es de esta forma que el exiliado cubano es invitado con frecuencia a la casa de los García Granados a jugar largas partidas de ajedrez que sirven de pretexto para encontrarse con María. Impactado por la personalidad y el porte de la niña guatemalteca, Martí escribe: Quisiera el bardo, cuando al sol la mece, / colgarle al cuello esclavo los amores; / ¡Si se yergue de súbito, parece / que la tierra se va a cubrir de flores! // ¡Oh! Cada vez que a la mujer hermosa / con fraternal amor habla el proscripto, / duerme soñando en la palmera airosa, / novia del Sol en el ardiente Egipto.

Al finalizar 1877, José Martí regresó a México a cumplir con el compromiso matrimonial adquirido con María del Carmen de Zayas-Bazán y, en los primeros días de 1879, vuelve a la ciudad de Guatemala ya con Carmen como su esposa. Martí no vuelve a acudir a la casa del general García y María, extrañada, le escribe una nota reconviniéndole su actitud: Hace días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán/ Te suplico que vengas pronto.

De lo que sigue después hay varias versiones, pero la que yo prefiero es aquella que inspiró al poeta cubano a escribir para ella un póstumo poema: Quiero, a la sombra de un ala, / contar este cuento en flor: / la niña de Guatemala, / la que se murió de amor. // Eran de lirios los ramos; / y las orlas de reseda / y de jazmín; la enterramos / en una caja de seda […] // Ella, por volverlo a ver, / salió a verlo al mirador; / él volvió con su mujer, / ella se murió de amor […] // Se entró de tarde en el río, / la sacó muerta el doctor; / dicen que murió de frío, / yo sé que murió de amor.

¿Fue María la aciaga víctima de un amor frustrado? Jamás lo sabremos con certeza, pero en la actualidad el mausoleo que guarda los restos fatales de María García Granados y Saborío “La niña de Guatemala” se encuentra en el Cementerio General de la Ciudad de Guatemala y su tumba es visitada por jovencitas que le ofrecen ramos de flores para que interceda en su favor en cuestiones amorosas.

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