Por Alberto Curiel
Una mañana tras un sueño tranquilo, Andrés Manuel despertó convertido en un monstruoso político, es decir, otro monstruoso político.
—¿Qué es lo que me ha ocurrido?—, preguntóse Andrés al tiempo de palpar su nuevo cuerpo. Vestía un suntuoso traje, y en el pecho portaba una distinguida banda; diferente indumentaria de la que llevaba puesta la noche anterior.
Andrés Manuel intentó levantarse, sin embargo, cayó de la cama; sus movimientos habíanse tornado torpes y acartonados, coreografiados, irrisorios. Se deslizó cautelosamente cuidando los pies y manos, parecía que sus extremidades no le obedecían, quebró un jarrón camino al viejo armario hasta donde se escabulló para mirarse en el espejo integrado en éste.
—¡Aaaah!—, gritó Andrés Manuel horrorizado al notar su pronunciado copete.