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Por Nidya Areli Díaz
A David
Amanece en mi frente el olor del bosque,
un pan de trigo contempla el horizonte
desde el horno de piedra.
Se asoman los murmullos impacientes
solazados de ascuas
que miran sin mirar.
Sólo emerge la sombra
y un borrador de pensamientos vivos.
Sólo emergen los pasos habituales,
con sus contemplaciones de costumbre.
Como visión incorrupta, cual pleonasmo,
salta un saltamontes a la vista.
No quiero más que ser,
dolorosamente,
hambrienta ocasión solariega de tus sueños.
No quiero más que ser
desoladas madrugadas con frío de mí.
Me conformo acaso con la bóveda infinita
abrazándonos.
Qué más da
si somos llamaradas fotográficas,
palabras, entrelíneas
y espacios que desangran sus vertientes
en fuga sempiterna.