Por Víctor Hugo Pedraza
“Lugar donde tuerce el agua”,
donde el pueblo Otomí fundó
su descanso.
Hoy tus casas y plazas
se visten de blanco y negro,
de pasado y polvo.
Funden un tiempo,
desatan anhelos.
Los mismos que me llevaron
a caminar sobre tus calles adoquinadas,
a escuchar los murmullos de tus paredes
y deslumbrarme con los fantasmas
en tus silencios.
La casa Hidalgo,
la parroquia de San Jerónimo,
el santuario del señor de Nenthé,
la cascada Tixhinú,
los lavaderos,
todos me contaron
el esplendor en tus entrañas.
En tus noches recorrí
las perturbaciones de tus sueños gozosos.
Algunos deseos
truncados por la muerte.
Gritos apagados por el rezo
de los fieles.
Tus amaneceres
convertidos en sutiles pinceladas
de nubes azuladas,
cantos de un terreno
plagados de voces
que ilustran
el campo mexicano.
“Lugar donde tuerce el agua”
donde mis pupilas
estallan contra el alma.