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“¿Habrá alguien que lamente lo que le pasó? ¿Alguien lo va a extrañar? Arruinó tantas vidas… y nunca pidió perdón…”.
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Octubre de 2022 – SÁBADO
El guardia recorría el salón sin que los concurrentes lo notaran. Abundaba el alcohol y él vigilaba que no hubiera conflictos, aunque dudaba de que eso ocurriera en una ocasión semejante. Cuando estaba cerca de algunos invitados podía oír breves fragmentos de las conversaciones.
Mientras tanto, unos pocos se dirigían a las mesas que les habían asignado. Los manteles negros y las sillas vestidas del mismo color, adornadas con lazos plateados; las luces reflejadas en las copas; los centros de mesa con flores y velas flotantes le daban al ambiente un aire sobrio y refinado.
En un momento de su recorrido, el guardia pasó cerca del lugar donde Nájera discutía con su socio.
—¡Loco, otra secretaria que se fue, ya me imagino por qué! ¡Dejate de joder! Si le querés poner los cuernos a tu mujer buscate minas por ahí, pero no en el Estudio.
—Tranquilo —dijo Nájera—, no me vengas con tus sermones de siempre. No pasa nada. Si no quieren que las toquen que no se vengan vestidas así. Mirá esta última, los pantalones que tenía siempre. Eran una invitación para que le metieras la mano. Yo no sé cómo te aguantás vos. Además, ésta fue la única que se hizo la ofendida, las otras sacaron buen provecho…
—Evitá problemas. Te lo digo en serio, cortala. Ya fueron varias. Te van a denunciar y se nos va a venir un quilombo. Nos va a convenir contratar a una vieja bien fea, así no te le tirás encima, aunque nunca le hiciste asco a nada.
—Saben bien que si me denuncian tienen las de perder. Soy uno de los abogados más importantes de la ciudad. Así que cortala vos con el tema y hablemos de otra cosa.
—Justamente, por eso no nos podemos dar el lujo de que salgan cosas a la luz. Y si la Prensa empieza a escarbar, va a salir mucha mierda a flote y no nos va a salvar ni Jesucristo. Y ese caso que estás por agarrar, te lo digo en serio, no metas al Estudio en eso. Es demasiado pesado.
—Fijate que falta el Rengo —dijo Nájera—. Voy a averiguar si lo invitaron.
El socio lo miró con los dientes apretados, pero observó a su alrededor y se relajó. Esperaba que nadie los hubiera escuchado.
Nájera buscó a Claudia y le preguntó:
—Vos que estuviste armando esto, veo que el Rengo no vino. ¿Lo invitaron?
—¡Claro que lo invitamos! ¡Egresó con nosotros!
—Qué lástima que no vino. Me hubiera gustado verlo.
—Pero no creo que a él le hubiera gustado verte a vos. En realidad, somos varios los que preferiríamos que no hubieras venido. Te estuve mirando toda la noche y veo que no cambiaste nada.
—¿Vos también me vas a sermonear? Por lo que escuché, vos no seguiste estudiando y te dedicaste a tener chicos y a estar en tu casa todo el día. En cambio, mírame a mí…
—¿La vida no te enseñó nada? Al menos yo tengo gente que me quiere. A vos, no hay dudas de lo que sos, viendo cómo te pavoneás en la tele con tus casos ganados.
—Eso te demuestra que alcancé mis metas.
—Y decime… ¿hay alguien que te quiera? Seguramente te ganaste muchos enemigos. Más de uno te debe odiar. Decime, ¿tu mujer y tus hijos te quieren? ¿Cómo hacen para aguantarte? Por suerte, nunca te crucé en la calle y después de ahora espero no volver a verte nunca más.
El guardia siguió su recorrido por el salón mientras se preguntaba cómo era posible que después de casi toda una vida una persona conservara la crueldad que a veces tienen los adolescentes. La mujer tenía razón: ese hombre no había cambiado con los años. En las entrevistas que le hacía la prensa, parecía ser muy admirado y respetado; sin embargo, durante toda la noche había notado cómo algunos lo evitaban o le respondían de manera hosca cuando intentaba entablar una conversación. Al parecer, había quienes conservaban los malos recuerdos que tenían de él. Sin ser consciente de ello, el guardia asintió con la cabeza; él sabía que muchos recuerdos permanecían imborrables.
—Profesora —decía una mujer delgada y alta—, con el Mio Cid usted me hizo odiar la literatura. No toqué más un libro no sé por cuántos años. ¡Quién hubiera dicho que hoy soy escritora! Eso sí, le aseguro que nunca más volví a leer el Mio Cid.
…
—Estela, ¿cómo hacés para tener ese cuerpo? Te debés matar de hambre.
—No, para nada…
…
—¿Se acuerdan de la vez que el preceptor nos encontró fumando en el baño?
—Aquello les parecía tan grave. ¡Si vieran las escuelas ahora…!
…
—Chicos —dijo Claudia—, vayan acomodándose, ya se empieza a servir la cena.
—Quedó todo muy bien presentado —dijo Graciela en voz baja—. No creo que haya motivo de queja.
—Esperemos que no —respondió Claudia—. Aunque si algunos le buscan la quinta pata al gato, seguro que van a encontrar algo.
—No creo que haya motivos para quejarse —dijo Graciela—. El salón está impecable, las mesas también. Seguramente la comida les va a gustar a todos, tuvimos en cuenta a los vegetarianos, la música no molesta… no sé qué más pueden pedir.
Estela se acercó a ellos y dijo:
—Vamos, chicos, cada uno a su mesa.
—¿Qué tal? —dijo Graciela riendo—. La mesa de Nájera quedó interesante. Mirá las mellizas, parece que se hubieran maquillado para un festival. Siempre exageradas, esas dos. Eduardo, disfrutalas.
—No creo que se ocupen mucho de mí. Lo tienen acorralado a Roberto desde que se vieron.
—Si yo fuera la mujer, las mataría —dijo Graciela—. Aunque jamás sería la mujer de ese tipo.
—Si yo fuera la mujer, lo mataría a él —la contradijo Claudia—. El que no parece muy feliz es Daniel. Los vi discutir hace un rato. Será por algún negocio sucio que están tramando. Ya saben lo que se dice de ellos.
—Chicas, ya basta. A sentarse —dijo Eduardo.
—Antes voy al baño a ver cómo tengo el pelo. Con esta humedad, seguro que parezco un erizo —se quejó Graciela.
—Vamos, dale —dijo Claudia—, está perfecto. Vamos a la mesa.
Eduardo ocupó su sitio junto a Roberto Nájera, Daniel González y María Elena y Griselda Fenoglio. Las mujeres eran idénticas: el mismo cabello negro enrulado que les llegaba hasta los hombros, los rostros con leves indicios de haber pasado por las manos de un cirujano; los cuerpos evidentemente sometidos a gimnasia, dietas y camas solares; todo favorecía su aspecto juvenil. Ambos vestidos eran iguales, excepto por el color: verde, bordado con hilos dorados, uno; azul, con destellos plateados, el otro. Era como si, medio siglo después, aún quisieran provocar la confusión sobre sus identidades.
Cuando el guardia pasó frente a un ventanal vio que un auto llegaba por la Avenida Este, pero se detenía antes de entrar a la rotonda. De él bajó un hombre muy alto, encorvado, que caminaba con dificultad. Supo que era “el Rengo” al que se refería Nájera. Lo vio dar unos pasos, detenerse, volver a su auto y marcharse. Era lo mejor: si el hombre se hubiera presentado en la fiesta se habría producido una situación violenta: las bromas de mal gusto de Nájera, el malestar general y hasta su propia intervención. Así, con el entusiasmo por el reencuentro, las voces que se superponían, los brindis y las risas, nadie miraba hacia las galerías vidriadas y la cercanía del antiguo compañero de curso no fue advertida.
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Capítulos
Trayectoria de boomerang 1 Trayectoria de boomerang 2 Trayectoria de boomerang 3 Trayectoria de boomerang 4 Trayectoria de boomerang 5 Trayectoria de boomerang 6 Trayectoria de boomerang 7
Imagen:
Máscaras III >> Emil Nolde., Alemania, 1867-1956.
Liliana Fassi reside en Villa María (Córdoba, Argentina). Es Licenciada en Psicopedagogía, graduada en la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba, Argentina). Entre los años 2010 y 2018 publicó tres libros que recrean, con entrevistas y ficciones, la historia de la inmigración llegada a su país entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Participó en diez antologías de cuentos editadas por instituciones culturales de Argentina y de Uruguay y recibió numerosos premios y menciones en ambos países. En 2023 tres de sus obras integraron una antología editada por la revista mexicana Sombra del Aire. Colabora con revistas digitales de Argentina, Canadá, Guatemala, México, Colombia, Ecuador y España. Es correctora de textos y fue prologuista de libros de autores de las provincias de Córdoba y de Buenos Aires. Actualmente, su obra aborda un amplio abanico de temas relacionados con la condición humana.