EL ABUSO CONTRA LOS POBRES

por Iván Dompablo R.

Por Iván Dompablo

Para: Armando Escandón,

 quien me recordó la existencia del libro Todos los cuentos.

Advertencia de Spoiler: el presente escrito resume los cuentos “Las vacas de Quiviquinta” (en El Diosero de Francisco Rojas González) y “La galería” (en Todos los cuentosde José Luis González) con el fin de compararlos a partir de la coincidencia que existe respecto al tema de la injusticia que padecen dos bebés pobres a manos de tres personas pertenecientes a la clase privilegiada, quienes consideran normal el abuso de poder que practican.

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Quizás el lector de este texto habrá leído alguno de los dos cuentos, o tal vez recuerde (como me ocurrió a mí) “Las vacas de Quiviquinta” por haber visto la película mexicana Raíces (del director Benito Alazraki) en donde aparece una adaptación del cuento con un título más corto: “Las vacas”.[i]

Pues bien, en “Las vacas de Quiviquinta”, el narrador (quien habla en tercera persona) cuenta la situación de extrema pobreza en que se encuentra Quiviquinta, una localidad Cora en Nayarit. Allí una pareja de padres sufren el hambre causada por la suma de la pobreza y los malos tiempos que han malogrado la cosecha. La única, de la familia, que no sufre el hambre es la hija, pues es alimentada con la leche materna. Así, para que la mujer pueda alimentar a la bebé “el huevito de tierra que dejan [las gallinas, al gallo se lo tuvieron que comer] pos es pa Martina, ella está criando y hay que sustanciarla a como dé lugar” (26).

En una salida al tianguis para ver, que no a comprar, lo poco y miserable que se ofrece, algo inesperado ocurre en el pueblo: la entrada de un auto que lleva a una pareja de forasteros adinerados, quienes buscan una nodriza para su hijo. Luego de una negociación la joven deja al marido y a la hija para irse a alimentar al hijo de los ricos. A pesar de que aquí el final es esperanzador para la familia, quienes con el pago obtendrán los recursos necesarios para la subsistencia de los tres (que se están muriendo de hambre), no puede dejar de verse que la bebé será privada del alimento, del calor y el cariño que le correspondía a ella. Lo anterior se da a pesar de que la madre de la niña intenta negociar con los forasteros el amamantamiento de ambos niños, a lo que ellos se oponen.

Son esclarecedores de las dos perspectivas con que se puede mirar al mundo los dos diálogos siguientes del cuento: “No seas tonto, hombre, se están muriendo de hambre y todavía se hacen del rogar –ladra el forastero” (30) y “Anda, la crías con leche de cabra mediada con arroz… a los niños pobres todo les asienta” (31). Los dos diálogos anteriores están dirigidos al esposo pobre. Sin embargo, mientras que en el primero se nota la soberbia del otro hombre, quien goza de los privilegios que da el dinero; en el segundo se escucha la resignación de la mujer, quien no teniendo otra opción se ve obligada a aceptar el trato para salvar a la familia.

Por otro lado, en el cuento “La galería”, el narrador (quien relata la historia en primera persona) es un joven que cuenta sus amores con la hija de su padrino. Luego el padrino toma el papel de narrador, quien, a su vez, cuenta los motivos por los cuales está vivo de “milagro”. En esta otra historia, dentro del cuento, se deja ver cómo es que el padre del padrino, abusando de sus privilegios, obliga a la madre de un negro a amamantar a su hijo; en detrimento del hijo de la negra, quien muere luego de casi seis meses de estar separado de la madre. El cuento termina con la vuelta al narrador principal (el joven muchacho), quien es el único que se horroriza ante la normalidad con que, tanto el padrino como el resto de los otros oyentes, entre ellos la muchacha amada, toman lo contado: “en aquel momento sentí que algo increíblemente grande empezaba a derrumbárseme” (197), escribe el narrador ante la reacción de los presentes, pero sobre todo, creo yo, ante la indiferencia de la chica.

Las descripciones, tanto de los lugares como de los atuendos de los personajes y de la historia de amor del chico, en este cuento hacen pensar por un momento que la línea principal será la del amor por la muchacha y los lujos. Sin embargo, luego de la narración del padre de ella (a quien incluso admira por su habilidad para contar historias), el personaje principal sufre un cambio radical al tomar consciencia de la situación de privilegios en que se desenvuelve su vida. Así, el hombre antes admirado se derrumba, y el primer golpe, seguramente, viene de la frase con que el padrino da a conocer el “razonamiento” de su padre para obligar a la negra a amamantarlo: “¡es mi hijo, usted sabe, y no se va a morir! Un negro menos no le va a hacer falta a nadie” (196).

Aquí el abuso es más marcado y contundente, por lo mismo el cuento no tiene un final esperanzador sino desolado: “me levanté, lenta, penosamente, y sin decir palabra me eché al campo luminoso y abierto, corriendo sin saber hacia dónde[…] corriendo, lejos de aquella galería, lejos, cada vez más lejos, pero nunca suficientemente lejos…” (197).

Finalmente, hago una invitación a leer, si no lo ha hecho el lector, o a releer, estos dos cuentos y a estos dos autores, quienes en sus historias retratan las situaciones que se viven dentro de una sociedad en donde las desigualdades económicas forman parte de lo cotidiano.

OBRAS CONSULTADAS

González, José Luis. “La galería”, en Todos los cuentos. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Facultad de Filosofía y Letras, 1992 (Colección Cátedras): 187-197.

Rojas González, Francisco. “Las vacas de Quiviquinta”, en El Diosero. México: Fondo de Cultura Económica, 1997 (Colección popular, 16): 24-31.

NOTAS

[i]La película Raícesobtuvo el premio de la Federación Internacional de Prensa Cinematográfica en el Festival de Cannes en 1955. Está integrada, además de por “Las vacas”, por tres historias más, también basadas en historias del escritor Francisco Rojas y que corresponden a los títulos escritos entre paréntesis enseguida del que tienen en la película: “Nuestra señora” (fusión de dos historias: “La Tona” y “Nuestra señora de Nequeteje”), “El tuerto” (“La parábola del joven tuerto”) y “La potranca” (“La cabra en dos patas”). Todos los cuentos en que están basadas las historias de la película forman parte del libro El Diosero.

IMAGEN

Angustia >> Óleo >> David Alfaro Siqueiros (1896-1974)

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