PRIMAVERAS MENTIROSAS

Sales del metro y te topas con su imagen por doquier en las calles del centro de la ciudad. L’Enchant lanzó una nueva campaña de su mix de perfumes con una colección de ropa para aquellos que desean la eterna primavera. Ella, la chica que fue tu compañera en la universidad y que luego fue tu compañera de vida, es la modelo… “¡no!” te corriges: es La Modelo que encarna esa propuesta de existencia que todos desean que nunca termine. Al menos para la publicidad.

Te detienes frente al primer escaparate de Imperio, la cadena comercial que se ha vuelto monopolio mundial. Se encarga de la distribución y venta de los productos L’Enchant en el país. El rostro de iXiomarí, casi de tu tamaño, está retratado en todo su esplendor. Su belleza innata, sin necesidad de cosméticos o afeites, alcanza una nivel donde es imposible evitar prendarse de ella. O adorarla, quizás amarla, como sucede con la multitud que está frente a cada ventanal del comercio.

Guardan un silencio reverencial y si hablan, lo hacen en susurros. Emocionados y maravillados toman fotos o selfies con la iXiomarí deportiva, iXiomarí la vegana, la socialité, la intelectual, la seductora, la ejecutiva, la técnica, la científica… la iXiomarí infinita.

Meneas la cabeza y mantienes un semblante neutro. Qué diferente actuarían si la conocieran, si vivieran a su lado por cinco años tal como te sucedió. Presenciaste decenas de amaneceres cómo el sol iluminaba el rostro de iXiomarí poco a poco. Sabes la disposición de cada poro, de los lunares, de las cicatrices por el accidente en la cuatrimoto, de la inquietante imperfección de la simetría de su rostro, los dolores que se esconden detrás de los siempre animados ojos de sus iris de oro y plata.

A décadas de que se funaron las elfiformas de las modelos anoréxicas como bulímicas, el cuerpo de iXiomarí es igual de perfecto en su proporciones, curvas y dimensiones. Su hermana se burlaba de ella diciendo que tuvieron que poner a todos los ángeles y arcángeles en una mezcladora para obtener una iXiomarí.

Sin embargo, el envoltorio divino que es ella esconde sus temores a los insectos, a los extraños, a los cielos sin nubes, o el asco que le provoca la papaya, la carne no bien cocida, el chile o picante; también las alergias al polen, la dermatitis cuando se tensa; mucho más las flatulencias nocturnas debido a una rara intolerancia congénita a los cereales.

Te dice que la piel es una excelente máscara para el caos orgánico que somos. Y estuviste allí no sólo esos amaneceres, sino esas noches cuando se inflaba su estómago, el sufrimiento que le causaba el visitante de cada mes, las exigencias de una carrera de modelaje, sus inquietudes ante lo que pasaría cuando se le considerara una anciana a los treinta y cinco, el temor de que esa primer estría decidiera parir cientos de otras.

Las consecuencias del accidente: lesiones en la columna que más temprano que tarde quebrarán su perfecta arquitectura; la cicatriz casi borrada donde la barra de metal le atravesó un costado o las rapaduras en brazos como piernas tras que salió proyectada y rodó decenas de metros.

Los filtros en las fotos, las aplicación de diligentes IAs borran esas imperfecciones en el cuerpo de iXiomarí. Cada cicatriz, casa estría, cada marca, cada lunar que acariciaste, miraste, oliste y amaste. Para L’Enchanté una eterna primavera debe ser núbil, perfectamente virgen y pura en su aspecto como en su presencia. Venden un estatus de lo inalcanzable en una era en que los calores no disminuyen, los océanos devoran las ciudades costeras, surgen tornados donde alguna vez hubo selvas y donde el agua está por valer su peso en oro.

Es claro que se quiera un escape, se tenga el deseo de una ilusión. eKarime, la hermana de La Modelo, no estaba tan perdida: el azar cósmico conjugó en iXiomarí la encarnación de una divinidad ausente. Hace creer a los demás que hay esperanza puesto que se encarnó y la pueden ver en los streamings, carteles, tiendas Imperio, etc.

Suspiras y mentalmente alzas los hombros. Si sólo supieran la verdad… pero no serás tú quien les rompa el hechizo. Retomas tu camino y esquivas a las multitudes agolpadas frente a los escaparates. Tienes una cita con la rebeldía y vas con retraso a su encuentro. En la era en que la imagen, marcas y productos seducen, conseguir y leer libros son actos de resistencia, y de verdadera esperanza. Un dealer consiguió el tomo faltante de una enciclopedia sobre las artes que empezaste a reunir desde la universidad.

—¿Por qué lo haces? —te cuestionó iXiomarí cuando empezó la caída de la relación. Al inicio, en la universidad, le parecía una curiosidad de tu personalidad. Cuando empezaron a andar, te admiraba por hacerlo. Al iniciar la vida en común, respetaba el espacio que ocupaban en el pequeño departamento que consiguieron. Luego se volvieron un estorbo, una imperfección como muchas otras que te encontró.

Al mismo tiempo, ante cada señalamiento, se fueron clavando pequeñas agujas en tu sentir que convirtieron tu amor por sus imperfecciones en alfileteros. No puedes amar aquello que está cubierto de espinas.

Tantas cosas que te dijo, tantas que respondiste, que se quebraron los puentes que teje una pareja cuando todo está bien. La enciclopedia sólo era una excusa, pero bien le funcionó como arma. Con el tiempo, entendiste que la usó para tratar de exorcizar el dolor que tenía por dentro, el dolor físico como el anímico.

Te detiene una multitud que está contenida a la entrada de la tienda. Te fijas en el cordón rojo que la detiene, en la alfombra en el suelo y fotógrafos en espera de algo. Maldices porque no te esperabas esto y hará que te retrases más. El dealer tiene su carácter y es intolerante a un retraso de más de diez minutos, así que hay que cruzar al otro lado de la avenida.

Logras moverte entre las personas y, cuando estás por bajar al arroyo vehicular, una larga limosina se entromete. Flashazos brotan como espectáculo de fuegos artificiales, la multitud se emociona y los susurros crecen, más cuando uno de los guardias abre la puerta del vehículo.

iXiomarí surge del interior, moviéndose de forma fluida, orgánica, como si fuera una ninfa que está por alcanzar la divinidad. Desarruga su vestido, acomoda sus lentes oscuros y levanta con languidez su brazo derecho. Saluda a quienes la esperan, girando su torso con elegancia sin dejar de agitar la mano.

Para de súbito cuando te descubre. Escasos dos metros y el abismo de una vida juntos los separan. Un temblor recorre su cuerpo y lo logra controlar rápidamente. Hace descender su mano para luego deslizar los lentes. Sus pupila de oro y plata se fijan en tu figura, tu rostro, tus ojos.

Te quiere leer, algo que nunca supo hacer. Sin embargo tú sí sabes leerla. Te pregunta si aún te queda amor, quizás algo de cariño. Endureces tu ceño, congelas tu boca, enfrías tu mirada: la has perdonado, pero nunca se lo dirás, menos por cómo terminaron. Ella responde con las pupila que se licuifican, que asoman la oculta iXiomarí que lloró meses cuando también salió proyectada su hermana y falleció al impactar al suelo. Nunca se perdonó que ella condujera la cuatrimoto y sólo tapiando con muros y muros debajo de la perfecta piel fue que logró encerrarse en ella misma.

Optó por dejarte fuera y no tomar en cuenta las noches en vela, el apoyo por meses, tu amor que se apagó poco a poco ante la indiferencia, finalmente, se fue. Y ahora, en su falsa primavera, sus ojos encierran dos dolores. No te importa, das media vuelta y te retiras: tienes que alcanzar al dealer.

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Mujer ángel >> Óleo sobre lienzo >> Gabriela Alejandra Corradi

Eduardo Omar Honey Escandón (México, 1969). Ingeniero en sistemas. Autor de cinco libros de cuentos. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet. Textos suyos han ganado premios o terminado como finalistas. Ha sido incluido en diversas antologías en Hispanoamérica. Imparte talleres literarios. Pertenece a la generación 2020-2022 de Soconusco Emergente. Prepara su primera novela y dos libros de cuentos.

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