Entrevista a Álvaro Vélez
por Zebastián Cizul, 2023
… Lo que pasa es que acorralas al otro obligándolo a reflexionar, para él puedes ser un manipulador, pero lo que realmente eres es un “objetor de conciencia”.
¿Cómo? ¿Nos lo puedes ejemplificar?
Mira, yo di clases mucho tiempo y algunas veces trabajé proyectos con alumnos. Cada uno tenía sus roles y funciones. Cuando cada cual cumplía lo suyo, las tareas avanzaban; los objetivos a corto y mediano plazo se conseguían, pero luego pasaba, por muchas razones y de todo tipo, que el barco dejaba de avanzar; encallaba. La única forma de conseguir que volviera a la corriente era recurriendo a la presión de su conciencia. Había que empujarlos y acorralarlos para quitarles el berrinche, y una manera de hacerlo era presentando mi renuncia.
¿En serio? ¿Funcionaba? Zebastián sonríe.
Sí, porque tenían conciencia, es decir, se activaba el pensamiento crítico de sí mismos. Sabían que los del problema eran ellos, así es que lo aceptaban, lo resolvían, y se ponían nuevamente manos a la obra.
Entonces, con tu renuncia, los manipulaste… pero, lo que realmente hiciste, fue sacudirles su conciencia.
Así es, pero es una verdadera molestia.
¿Cómo?
Pues, ¡por qué tengo que ser yo quien te haga reflexionar! ¡por qué tengo que ser yo tu conciencia diciéndote que la estás regando, u obligarte a pensarlo! Tú deberías llegar a esa conclusión sin que de fuera nadie te presione; te sugiera o te lo diga.
No eres un “objetor de conciencia”.
No… A veces lo soy pero no quiero serlo… A veces tengo que cumplir con ese rol.
¿Ha resultado?
¿Qué?
Las veces que has sido el “objetor de conciencia” de otro, ¿han hecho lo correcto?
No, y aquí podríamos entrar en un debate sobre qué es lo correcto. Para el cuestionado, señalado, puede resultarle equivocado mi argumento y decidir no cambiar su manera de pensar y actuar. Aunque si te llaman manipulador es porque les estás moviendo la conciencia; saben que hay algo de cierto en lo que les estás inquiriendo y eso les molesta. Esa desazón por tener que hacer algo es la aceptación de que están equivocados, pero mejor decirte manipulador que “objetor de conciencia”.
Yo no soy nada de eso, porque al final me importa un comino lo que hagan o dejen de hacer.
Hace unos días un amigo me platicó que le pidió a su hermano dinero para salir de un bache económico, éste le regaló una pluma y le dijo que sólo tenía que comprarle el cartucho de tinta para poderla vender en unos treinta mil pesos, mi amigo le comentó que no tenía para comprar un cartucho, pero que le agradecía su apoyo.
Me pareció una insensatez lo que le ocurrió a mi amigo; el apoyo no lo recibió, aunque el hermano podría creer que sí; ¡le dio su pluma de treinta mil pesos!… ¡Inservible!
Le sugerí que renunciara a la pluma, que se la devolviera para ver si agitaba su conciencia.
¿Y qué pasó?
Nada, el hermano se sigue comprando ropa de marca.
¿Tu amigo?
Más grande que nunca.
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Caravaggio en femenino >> Artemisa Gentileschi (1593-1654)
Zaid Carreño (México, 1973) es Licenciado en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, profesor universitario desde el 2000. Inicia su actividad literaria en 1992 en Crunch! Editores y la revista Publicarte. En 2009 publica su primer libro Crónica de un día extraño. En 2011 sale a la luz su primera novela, Hégira. Mientras prepara su segunda novela, se integra a un proyecto que comunica las artes plásticas y la literatura, que culmina con la publicación de La bombilla sobre el plato y sus alrededores. En 2014 publica la novela Memorias Falsas, y en 2016 la reedita con Chiado Editorial, acercando su trabajo al viejo continente en la Feria Internacional del Libro de Lisboa. Publica el Manifiesto de lo Infinito en 2017. En el último lustro ha participado en la elaboración de guiones para corto y largometrajes; Entre Luces, de Irving Uribe Nares, se presentó en el GIFF 2018.