MUZAK. UN TEMPLO EN EL OÍDO

ESPACIOS SONOROS: [LAS] SIETE PIEZAS

por Víctor Hugo Pedraza

Una cosa lleva a la otra y los sonidos no son la excepción. La forma en la que se expresan y cómo se transmiten han mutado. El espacio sonoro —en cuanto tangible y geográfico— no tiene límite. A éste se suma el tiempo como característica: se precisa el mínimo. La atención se reduce al instante, sin embargo, tampoco ha sido obstáculo. Si se presenta una sucesión de éstos y entre cada uno hay un espacio vacío, entonces, existe un terreno fértil para el sonido.

Escribí el párrafo anterior hace unos años y después lo dejé olvidado, en espera. Buscaba ese lugar —el descrito en el párrafo anterior— con otros detonantes y sus propias catarsis, espacio donde la poesía y el sonido convivieran.

Atmósferas   formas

espacios     silencios

ritmo

palabras

memoria

en tanto origen del mundo.

La búsqueda delirante, en algún momento ansiosa, dejaba rastros: frustraciones alucinantes, dogmas desparpajados por el piso, argumentos que, en algún momento fundamentales, fueron descubriendo sus debilidades.

No hay duda de que el tiempo podrá renacer, pero antes tendrá que morir. No podrá transportar su ser de uno a otro instante para hacer de él una duración. Ya el instante es soledad […] el tiempo limitado al instante nos aísla no sólo de los demás, sino también de nosotros mismos […] el tiempo se presenta como espacio solitario (11-12).

—Gastón Bachelard. La intuición del instante.

Así, un tiempo, un espacio, se preparaban para morir, para crear en solitario. Sin duda, el momento idóneo para escuchar el sueño y la ensoñación, otro “espacio cuyo paisaje sonoro condensa todos los tiempos y todos los espacios al mismo tiempo” (Arredondo, “Sueño música”. La vibración del silencio).

Entonces, entre los silencios de la red, encontré la siguiente descripción: “ensayos poéticos sonoros” que definía a Muzak. Un templo en el oído.

Su creadora, Patricia Arredondo, me llevó a esos confines. Sus ensayos provocativos, reflexivos, propiciaron un momento en el que el instante se transforma procurando, ahora, la ensoñación propuesta por Bachelard: la que se materializa en la flama de una vela.

Sus siete episodios —¿cabalísticos?, convendría preguntarle a Patricia,— (El sonido que dio origen al mundo, Una caja llena de oscuridad, Muerte por agua, Ojos en blanco, La música y sus traiciones, La casa del canto y Onironauta) son, pues, un rescoldo dentro de la realidad que a veces quema o desborda o es impuesta o simplemente es. Tal segmentación narra una historia distinta que se proyecta a la interpretación que no se limita al puro lenguaje —como apunta Patricia en otra de sus reflexiones— desde la opinión más ortodoxa.

Al no ser grafía, entonces, se recorren las sendas de lo sensorial. La unidad mental, el signo lingüístico saussureano toma una vertiente muy otra: el significado (concepto) y el significante (imagen acústica) mutan. Cuando leemos, observamos y reconocemos los significantes, al instante, en la mente, se forman las imágenes acústicas: una voz —la propia— nos va relatando, la escuchamos sólo a ella con atención, el mundo afuera no existe, el silencio domina el todo, por tanto el oído es templo.

[…] otro cuerpo dentro de mi cuerpo que oye de otra manera y es capaz de captar lo que se escucha en todos los espacios, en todos los tiempos.

—Patricia Arredondo. “Sueño música”. La vibración del silencio.

La total abstracción es el terreno fértil, como mencioné líneas arriba, para el nuevo sonido y la tranquilidad que permite callar las voces externas, mi cuerpo el interno se regocija con el nuevo lenguaje. Así pues, Muzak es el instrumento, el símbolo que conecta con la otredad que es un mundo donde caben muchos mundos. Donde, sí, al mismo tiempo cabe la reciprocidad: escuchar me permite escucharme.

El texto al inicio se sigue escribiendo, no sé si tendrá fin algún día, en tanto el encuentro con los “ensayos poéticos sonoros” en Muzak. Un templo en el oído, seguirán provocando ecos en lo profundo y en los pasos de quien ahora escribe siendo la Ciudad Monstruo —con sus odios y amores— una tierna compañía.

 Cala el frío, como antes lo hizo el silencio, Ciudad Monstruo, entre el epílogo del 2023 y los primeros rostros del 2024

 

P.D. Lo que te indica la tranquilidad es el ruido de los grillos; ahí distingues varios niveles.

—Finado Sub. Marcos

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Revelación o El relojero >> Remedios Varo (16 de diciembre de 1908, Anglés, España – 8 de octubre de 1963, Ciudad de México).

Víctor Hugo Pedraza llegó al mundo en la coda del noveno mes, del año 77, del siglo XX. El mismo día, en el que, muchísimos años atrás, fue fundada la Universidad Nacional Autónoma de México, de donde egresó en la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas. Después, activista social, editor y siempre poeta. Sus vivencias le alcanzaron para escribir el libro Poesía publicado en 2014 por Baba Editorial. Colaborador en diversos medios y publicaciones electrónicas e impresas. Impresas, también, sus fotografías, cuyo gusto ha cultivado desde que una cámara llegó a sus ojos. A sus oídos la radionovela y, sí, ha participado en la producción de alguna de ellas. Ecléctico de por sí, y por tanto, oscilante entre la Ciudad Monstruo y el Bajío mexicano. Por el momento es todo, seguramente, después, con el tiempo y los pasos, podrá contarse algo más.

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