Por Antonio Rangel
La mejor forma de sintetizar lo que la crítica académica ha propuesto acerca del modernismo, lo leí en un artículo del profesor Alfredo González, y aunque no me gustan las citas extensas, ahí les va:
- Que representa la independencia literaria de Hispanoamérica ya que es la primera vez que un movimiento literario nacido en América repercute en Europa.
- Y que representa la madurez literaria de los escritores hispanoamericanos por la esmerada atención que ponen en la creación de poemas, cuentos, novelas y ensayos.
¿Qué significa independencia literaria? Que exista independencia política lo entiendo, pero en el mundo cultural y artístico, me parece, por lo menos, extraño el concepto de independencia, puesto que hay una serie de flujos que conectan textos de diversos tiempos y espacios, se trata de eso que muchos llaman intertextualidad, un diálogo permanente que trasciende los idiomas y las épocas.
Los escritores leen antes de escribir, modelan a sus autores favoritos, consciente o inconscientemente, disponen las palabras según han aprendido en sus lecturas. Entonces la independencia literaria no puede ser una ausencia de influencias, ya que, además, se reconoce el influjo entre los modernistas del simbolismo y del parnasianismo franceses. Baste mencionar dos poemitas de Rubén Darío: “Bouquet”, claramente inspirado, por decir lo menos, en “Symphonie en blanc majeur” de Theophile Gautier; y “Responso a Verlaine”, es decir, poemas en los que rinde homenaje a dos de los poetas más representativos de Francia, el primero del parnasianismo y el segundo del simbolismo. Y para atorar más tuerca, el título del poema del nicaragüense está en francés. ¿A qué le llaman entonces independencia literaria?
Si se considera independencia al hecho de que las obras literarias repercutan en Europa, creo que es entender exactamente al revés lo que significa la palabra independencia. Por el contrario, influir en los europeos implica de hecho que se moldeó la forma literaria para presentarla en un código atractivo para los receptores extranjeros: la poesía modernista depende del gusto europeo. Debe considerarse todo lo contrario, cuando menor es la repercusión en Europa, podemos suponer una mayor independencia literaria.
Por otra lado, no debemos olvidar el contexto socioeconómico de Hispanoamérica a finales del siglo XIX, que fue integrándose al mercado europeo y norteamericano, que hubo un mayor flujo comercial entre Latinoamérica y Europa, y que en parte eso explica la valoración de los escritores modernistas en España. La verdad decir Europa, me parece exageración, nuestros modernistas allá son muy poco conocidos, la supuesta repercusión se ha exagerado bastante.
También hay que reconocer que hablar de independencia literaria a partir del modernismo hace quedar mal a los escritores anteriores, que escribieron con originalidad y con maestría. Para mí es una injusticia no reconocer la calidad de la literatura prehispánica y de la literatura del siglo XVI, XVII y XVIII que arrendó por caminos diferentes a los europeos. Hay que reconocer en las crónicas americanas y en los comentarios, en los tratados y en las cartas, en la poesía litúrgica y las narraciones que escondían al máximo la fantasía, una literatura valiosa e independiente, a pesar del sistema colonial.
En lo que respecta al concepto de madurez, debo admitir que me resulta bastante antipático y tengo que serenarme un poco para mostrar su talante absurdo y no comenzar a insultar a Hegel, que acá entre nos, estaba bien pendejo.
En “las páginas más insultantes en la historia de la filosofía mundial”, dice Dussel para referirse a Lecciones para la filosofía de la historia de Hegel, el alemán consideraba que los africanos no deberían existir, que los americanos no existían y que los asiáticos eran marginales, sólo los europeos poseían humanidad. Hegel escribió: “los americanos viven como niños, que se limitan a existir, lejos de todo lo que signifique pensamientos”. En otras palabras, los que hayan nacido en América no piensan, son inmaduros durante toda su vida porque la madurez es exclusiva de Europa, y la madurez perfecta de Alemania. No hace falta ser un genio para ver que en el fondo está justificando la colonización, las invasiones y el racismo.
Ahora, yo solamente quiero enfocarme en el problema literario que implica aceptar un concepto como madurez para etiquetar la producción literaria. Para cualquiera debería ser evidente que las personas nacidas en cualquier región tienen las mismas capacidades intelectuales, pues éstas son naturales. Por otra parte, si se considera madurez el presente e inmadurez el pasado, no se entiende nada de la historia. La madurez es relativa a lo que en cierta sociedad se consideran obligaciones de los individuos. La madurez es una vara para juzgar el comportamiento, es un puritanismo, es el establecimiento de prejuicios en torno a la vestimenta, al habla y a las relaciones sociales. Así que considero una debilidad visual por parte de la crítica la utilización de “madurez” para calificar obras literarias.
¿Quién quiere sostener que antes del periodo modernista (1880-1920 aprox.) no había escritores esmerados? ¿Me van a decir que Andrés Bello no medía a la perfección sus versos? ¿Doña Juana de Asbaje no pulía sus figuras poéticas? ¿Los maravillosos Comentarios Reales del Inca Garcilaso son infantiles e inmaduros? No. En todo caso, lo podríamos plantear al revés: fue a finales del siglo XIX y principios del XX cuando el público europeo alcanzó la madurez necesaria para apreciar la literatura hecha en América. Sin embargo, prefiero desterrar el concepto de madurez de la crítica literaria, así como se ha mandado al olvido la idea de que el castellano en épocas del Cid era inmaduro, según decían gramáticos decimonónicos.
Por último, quiero sostener que se puede valorar nuestro modernismo sin una perspectiva eurocéntrica como lo he intentado hacer y que la historia de la literatura hispanoamericana no está terminada y quizás nunca quede concluida porque la historia cambia con el tiempo, no sabemos lo que en el futuro nos depare el pasado.