Quizá uno de los rasgos identitarios más acusados de la literatura sea su carácter o dimensión ficcional. Independientemente de la complejidad de su definición, el concepto de ficción, pese a todo, se halla siempre anclado en la realidad. Ficción y realidad no son conceptos enfrentados, sino más bien vinculantes. Los cuentos que conforman [Mal]viajes en el tiempo responden precisamente al concepto o idea de ficción y, en todo caso, no podrían entenderse sin algún tipo de implicación en la realidad. Es precisamente en la dialéctica de esta peculiar vinculación donde reside su fuerza, en tanto el autor apunta, aumenta y reelabora con especial ingenio sus interconexiones.
De inicio hay que señalar que este libro de Rafael Alvazález se adscribe naturalmente a la bien llamada ciencia ficción mexicana. Por lo demás, más que partir de un presente o un pasado para proyectarse en un futuro (como sugiere la cuarta de forros), los cuentos consisten en elaboraciones ficcionales que ya desde un inicio miran desde la posición del futuro, analépticamente, hacia esos acontecimientos siempre pasados que le sirven de sustrato. Con independencia de que este sustrato se corresponda con el presente o el pasado del lector, o esté legitimado por la historia, la configuración tácita que tal mirada ofrece de ese lejano futuro ultratecnológico donde se ubica es lo que dota de innovación y frescura a los relatos. En otras palabras, los cuentos parten del futuro hacia un pasado localizado, muchas veces históricamente real, y sin embargo ya reinventado o intervenido en función de las claves del tiempo desde el cual se evoca.
Podrá entenderse que el tiempo constituye el eje y la preocupación central de estos cuentos. No sólo el viaje, sino el paso del tiempo, los grandes vacíos de indeterminación que implica, es precisamente el área fértil que aprovecha el autor para dar rienda suelta a su creatividad y configurar mundos coherentes en sí mismos. Esto se logra gracias a la mirada retrospectiva que revela la distancia con sus referentes previos. En suma y a grandes rasgos, puede decirse que se trata de elaboraciones retrofuturistas mexicanas donde las aventuras narradas responden y dialogan en gran medida con los referentes de un pasado prehispánico y novohispano que, intervenido o reinventado, logra significarse como una recurrencia o un eco persistente. En todo caso, los cuentos de Rafael son antes una respuesta de la imaginación que una pregunta al pasado. No necesitan del pasado, se sirven de él como una posibilidad de reflejo. Si es necesario, lo reelaboran en pro del futuro imaginado de antemano.
Por lo demás, es justo decir que los cuentos son entretenidos. Naturalmente, los hay unos mejor logrados que otros. Entre ellos, destaca aquel de la ilusa novohispana Juana Salmerón, la huésped xenomorfa, donde además de la originalidad del pretexto de la fábula, aristotélicamente hablando, cabe encomiar el inteligente uso de mecanismos metanarrativos (muy al estilo borgiano), que dotan de realismo y verosimilitud no sólo al futuro desde donde se mira, sino también al pasado que es mirado. De esta forma, con eruditas notas al pie que nos remiten a bibliografías inexistentes en el tiempo del lector, igualmente ficticias, se configuran las fronteras y el sentido de un futuro tan lejano, ajeno e imposible que sólo puede entenderse con grandes cortes en una línea temporal intervenida o reinventada en aras de la voluntad autoral. El autor, en suma, trabaja con las tensiones de pasado y futuro que sus relatos son capaces de soportar sin romperse.
Además de la curiosidad por las posibilidades futuristas, existe otro rasgo que tienen en común todos los cuentos y que se halla anunciado desde el título que los reúne. No sólo son viajes, sino que de una u otra manera son viajes que “salen mal”. En todo caso, este “salir mal”, esta suerte de error resulta al mismo tiempo una explicación y una solución para esa realidad en la que el relato indaga. Es precisamente lo que sucede en el cuento “Instituto Nacional de la Predestinación”, donde el mismo afán por averiguar misteriosas desapariciones del pasado resulta ser, paradójicamente, la causa de ellas. Dicho sea de paso, acaso éste sea el más redondo de los relatos del libro; quizá también el más emblemático y atractivo en tanto vincula aspectos tan diversos como la ciencia ficción, la ciencia, la leyenda y la historia.
Los viajes en el tiempo aquí representados se hallan justificados e implicados en una realidad que no es cercana pero sí reconocible para el lector. Algo en ese lejano futuro funciona de tal manera que nos resulta familiar. También es importante señalar que los destinos de estos viajes no son fortuitos, sino que indagan en torno a misterios irresueltos, a casos a priori imposibles. El caso del soldado español que la noche del 24 de octubre de 1593 desaparece en Manila, Filipinas, y aparece a la mañana siguiente en el Zócalo de la Ciudad de México. La famosa leyenda de la mulata de Córdoba que se esfuma de la cárcel a bordo de un barco pintado en la pared. La misteriosa desaparición del científico mexicano, Dr. Jacobo Grinberg el día de su cumpleaños, el 12 de diciembre de 1994. En otras palabras, los viajes en el tiempo del Instituto Nacional de la Predestinación se proponen como una solución ficcional a casos que a priori pertenecen al ámbito de lo real pero implican una aparente ruptura en su lógica.
Por lo demás, en el libro de Rafael Alvazález no sólo hay viajes en el tiempo, sino también posibilidades historiográficas llevadas al extremo. Imaginemos por un momento que la Corona española hubiese continuado sin interrupción su expansión y poderío por toda la Tierra y más aún, fuera de ella, llegando a otros rincones del cosmos con su cultura y modelo civilizatorio. ¿Qué clase de implicaciones sortearía, sobre qué clase de referentes y recurrencias descansaría semejante tiempo? Además de la mención especial al “Sublunar caballero don Selenote de Tlaxcala”, claro trasunto interestelar del mítico desfacedor de entuertos hispánico, no resta por ahora sino enfatizar la creatividad y detalle que hizo posibles estas curiosas inventivas. En el libro de Rafael Alvazález hay una ventana hacia el futuro, hacia mundos posibles e inexplorados. Y más aún: hay una mirada que desde el futuro nos relata, hechos ya un pedazo de ficción. Vale.
IMAGEN AL EXTERIORFernández a la conquista del nuevo mundo >> Rafael Alvazález
Ángel Arturo Gutiérrez. Escritor xalapeño dedicado principalmente a la novela y la poesía. Aunque autodidacta, pasó por la Escuela de escritores ‘Sergio Galindo’ de la SOGEM en Xalapa. Es ingeniero por la Facultad de Ingeniería Mecánica Eléctrica de la UV, así como licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM, donde se tituló con una tesis sobre el teatro cervantino y participó en proyectos relativos al estudio de la literatura novohispana. Posteriormente, obtuvo el grado de Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana con una tesis sobre la novela Noticias del Imperio, de Fernando del Paso.
En 2018 publicó su novela El sueño de Perséfone, en la Ciudad de México. También participó en publicaciones de poesía en revistas de Xalapa. En los últimos años se ha dedicado a la docencia, a sus proyectos de escritura y a cursar el Doctorado en Literatura Hispanoamericana por parte de la UV.
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