Como su locutor y presentador de este terrible programa, debo recomendarles visitar el museo de la ciudad en la exposición “Franquicias teológicas”. Los invito a quedarse observando a detalle el cuadro de la protagonista de nuestra siguiente historia, llamada Lucía, quien detalló su obra sobre óleo. Plasmó en dicho trabajo toda su alma. Su única y última obra, en el final de su existencia, ahora yace en este sitio para ser visitada justo antes del anochecer. El museo no se hace responsable del extraño resplandor que emana de dicha pintura al caer la luz del sol. La siguiente historia, digna de un libro adjunto a cualquier historia bíblica, es para recordarles que el hombre es el más claro ejemplo de corrupción cuando se ejerce la manipulación mental de forma constante.
***
Para Cordelia el tiempo se detuvo aquel día en que Lucía desapareció. Podía observar el mundo transcurrir a la vez que su mente trataba de mantenerse lúcida, en busca de su hija. A través de pensamientos y divagaciones en tantos planos universales existentes; Anuak, el líder de la congregación, rompió su pensamiento con una buena taza de café. El aroma reventó la cavilación de Cordelia. Agradeció el gesto. Retomó el estado de nula conciencia.
Preocupada por su fiel congregada, la joven Anuak intentó rememorar junto con ella los eventos a la fecha. Si bien Lucía no era una congregada asidua, era al menos una parte importante de la comunidad.
Cordelia escuchaba las palabras de la joven y ambas enfilaron hacia las puertas del recinto. Cordelia recordó el día en que todo había sucedido.
Volvía de la reunión nocturna para encontrarse con el cuerpo de bomberos y policía en su hogar. Las llamas, ahora en calma bajo total control, aún emergían del abismo de su casa. Dos cuerpos cubiertos en las grisáceas bolsas para cadáveres. No entró en pánico, lo cual le resultó extraño. Conocía a su hija, existía la posibilidad de que en su inteligencia, ella se hubiera ocultado en alguna parte y fuera quien comenzara el incendio en busca de protegerse. Pero la otra parte, traicionada por la conciencia colectiva del horror, con la mujer como la víctima de un mundo que constantemente da la nota, salía de entre los escombros mentales y estallaba en la idea posible de una muerte súbita.
Pensó en las obras en el sótano de Lucía, en su oscura habitación, sus rústicos muebles de madera que solía restaurar. Todo consumido por las llamas de un desconocido infierno. Llegó hasta la valla de protección policial y pidió hablar con la persona a cargo. Tuvo tiempo suficiente para observar toda la escena del crimen hasta que por fin aquel hombre se dignó a tomarle atención.
Dos cadáveres. Muebles y objetos consumidos por el fuego. Si fue un acto premeditado o incidental nadie lo sabía. La posición de ambos cuerpos, explicado por el agente a Cordelia, era como si nunca hubiesen esperado tal explosión proveniente de…
Un bombero interrumpió la conversación. Era urgente que se presentara el agente encargado de la investigación. Cordelia le solicitó también que descendiera. El equipo de bomberos, forense y el resto de los oficiales, aparentemente no daban crédito a lo que ellos ya habían visto y esperaban que quienes tenían un mayor rango y comprensión de los hechos, dieran un parte definitivo del asunto. A Cordelia las miradas la devoraban en prejuicios insanos junto con las típicas preguntas de siempre.
El perceptible aroma del horror penetró hasta lo más profundo de la mente de Cordelia. Una oscura habitación sin ventanas a su alrededor. Los cuerpos marcados con la tiza blanca en la posición en que fueron encontrados. Al final del pasillo, un solo cuadro intacto. Debajo del oscuro telar, el cual fue consumido parcialmente, se escondía la última posible obra de Lucía. El cuadro, en matices rojizos en la parte baja y con una indescriptible luz de fondo en la parte superior, mostraba una criatura angelical de extrañas proporciones, atacando con una lanza plateada la cabeza de una criatura sustancialmente oscura y viscosa, proveniente del abismo, en un intento por surgir de aquel sitio, pero ahora luchando por su vida.
El cuadro tenía vida propia y podía contar mil versiones diferentes de la batalla. Sin título, como Lucía solía poner a sus cuadros al final, tan sólo su inconclusa firma en la parte superior: LucíaF…
Anuak retomó la conversación con Cordelia una vez en el auto de la joven. Le comentó las posibilidades de Lucía de haber huido, sobre el trabajo con las autoridades, las pancartas y los anuncios en internet para dar con el paradero de la joven. Cordelia, enmudecida y retomando los pensamientos del pasado, hundió nuevamente su espíritu sobre la oscura habitación aquel día.
Cordelia extendió su mano para tocar el cuadro. Una cálida luminosidad proveniente del fondo pictográfico. El oficial también extendió su mano y la calidez se volvió áspera. Ambos retiraron la mano al mismo tiempo. Los hechos estaban en la escena del crimen misma, pero el entendimiento humano no podía dar la credibilidad correspondiente al hecho de que de un cuadro proviniera una explosión que arrasara únicamente con el sótano y la habitación de Lucía.
Lo más difícil estaba por llegar. Cordelia se mantuvo en las oficinas de la fiscalía mucho tiempo. Nadie preguntaba por ella, así como nadie iba a darle un mensaje de aliento. Sola, en la frialdad de aquellas oficinas, con un café mal hecho por una máquina expendedora, aguardó los resultados. Ni el sueño venció a la preocupada madre, hasta que el oficial en turno junto con el forense, entregaron resultados negativos a la madre. Ninguno de los cuerpos era Lucía. Le proporcionaron los posibles nombres a la mujer, pero le eran desconocidos. Las investigaciones para dar con el paradero de los familiares continuó. Cordelia mientras, daba otra prueba al horrible café ahora frío por la ambientación.
De Lucía no se sabía nada. Del paradero de los familiares de los cuerpos, ambos jóvenes del sexo masculino, tampoco. El misterio lo guardaba aquel último cuadro de Lucía. Intacto, en la oscura habitación, manaba en ciertos tiempos, una calidez indescriptible.
Una noche, Cordelia decidió descender para observar aquel cuadro. Al salir al patio, se podía ver un escaso alumbramiento proveniente del suelo. Acercándose con lentitud o cobardía, Cordelia llegó a donde la entrada para bajar al sótano. Un caluroso viento salía debajo. Puso un pie sobre el primer escalón para descender.
Anuak detuvo a Cordelia, quien había vuelto al tiempo actual, para evitar que descendiera primero. La joven líder de una congregación debía proteger a los suyos. Por ello, fue quien bajó primero. Cordelia, detrás, fue conversando por fin. Llegaron al final del pasillo, donde el cuadro, intacto y en plenitud, surgía de la tremenda oscuridad de la habitación.
―Hoy ha brillado con menor intensidad. Tal vez sabe que has venido ―decía a Anuak, impávida ante aquella obra.
―¡Blasfemia!
―Anuak… ¿Qué?
―Tu hija era una blasfema. Envié a personas para conversar con ella sobre sus trabajos. ¿Sabías que comenzó a inundar nuestra congregación con imágenes de santos y dioses de luz? Nuestro único ser de luz proviene de la oscuridad de la noche. Esto refuta mi teoría por completo. Lucía estaba blasfemando en contra de nuestro señor oscuro.
―Son sólo cuadros, Anuak, son imágenes que mi hija tiene en sueños. Ella tiene la certeza de que el ateísmo y la herejía son el camino. Nunca estuvo en contra de los designios de la congregación.
―Envié a dos amigos a investigarla. Luego me informaron que murieron en un accidente. Nunca pensé que había sido en este mismo lugar donde perdieron la vida. Supe entonces que todo lo que Lucía tenía en mente se estaba volviendo peligroso. Con todo y eso, te hemos apoyado para que de alguna forma encontremos la manera de hallarla y…
―Y condenarla, castigarla, hacerle daño, expulsarla de nuestra congregación. Anuak, es mi hija. Sea lo que haya plasmado en esta obra o de lo que habló, no es más que su imaginación. No sé el paradero de mi hija.
―Eso es muy claro. Como su madre, debes protegerla. Tal vez todo esto fue planeado. Pero no entiendo cómo este cuadro no…
―No lo terminó. Mi hija jamás terminó el cuadro. No está su firma. No está mi hija. No está vuelta a una religión sin sentido. Y tal vez las llamas, al igual que a ti, la consumieron.
Anuak tocó el cuadro. El calor proveniente del lienzo aumentó.
―Lucía, ¿estás aquí?
La luz del cuadro aumentó.
―Anuak, ¿qué haces?
―Lucía, explícanos, ¿qué sucedió?
―Anuak, ¡basta!…
―Lucía Fernanda…, ¡háblame, mujer blasfema!
Antes de emitir un juicio o un grito, el cuadro brilló de nuevo. El calor no cubrió la habitación, pero si emanó una lucidez visual para las mujeres frente a él. Lucía, como un ser imposible de narrar, transfigurada en una extraña criatura entre el bien y el mal, retomó el habla humana para la comprensión mental de las mujeres frente a ella.
—Ni de dios ni del diablo. Fuerzas inexistentes en sus pequeñas mentes sobre hojas redactadas por personas con los mismos errores. Condenadas a repetir la historia una y otra vez. Aquí todo es un abismo interminable que se llena de conocimiento sin necesidad de un poder. Se existe y no a la vez, en diferentes planos. Traté de hablar de ello, mas nunca me escucharon. Prefirieron silenciarme y cuando estuve en peligro, ellos acudieron con la fuerza inmaterial, transformada en un torbellino de fuego que arrasó todo. No debieron buscarme. Debo permanecer oculta, aquí, debajo, en este plano, donde me siento bien. Olvidé mi nombre, mi alma y mi ser, justo para convertirme en parte de la materia universal. Sus mentes ahora yacerán nubladas de todo juicio, extraviadas en este plano sin posibilidad de reencontrarse….
Los vecinos llamaron a las autoridades poco después. Escuchaban gritos provenientes del sótano y sonidos guturales inexplicables, los cuales eran desconocidos para el oído humano. Una vez llegados los servicios de emergencia, encontraron a Cordelia y a Anuak sumidas en la completa locura, sus cuerpos yendo y viniendo por toda la habitación, sin coloquio, sin razón.
Ambas fueron enviadas a un hospital psiquiátrico en donde continúan con el tratamiento correspondiente, sin esperar resultado alguno. La única cura es que una vez terminado el envejecimiento, dejen este mundo.
El cuadro de Lucía fue llevado a un museo, después de intentar venderlo a siete personas diferentes, quienes lo han devuelto por actividad paranormal en sus domicilios y, en un caso, igualmente una persona con pérdida de la razón. Aquel hombre, en su desafortunada locura, se arrojó de su habitación en el décimo piso.
El cuadro puede ser observado a lo lejos en el museo de arte, en cierto horario, ya que cuando el termómetro detecta aumento de temperatura, se cierra el acceso a la sala.
IMAGEN
Still Life >> Giorgio Morandi., Italia, 1890-1964
Lord Crawen, Jezreel Fuentes Franco nació el 29 de Junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el Instituto Politécnico Nacional; desafortunadamente, su pasión por la literatura y la música lo lleva a formar parte del taller de creación literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán y del taller de creación literaria impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en 4 obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de “Literatura del horror” en el auditorio del centro cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante”. Actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.