“Nunca habla. Solo camina. Esparciendo su magia”. The wizard-Black Sabbath
A Ozzy. A Lemmy. A Dio.
***
Madrugada del 25 de diciembre. Ha iniciado el ritual al despertarme de aquella maldita visión; porque lo que he visto no es un sueño; eso sucedió. Yo estuve ahí. Porque yo era…
Arsis…
Arsis…
Me dirijo al clóset del pasillo. Comienzo a buscar aquel extraño artefacto. Si todo es cierto, encontraré entonces en la parte de adentro de aquella pesada esfera el trabajo de mi padre, aunque de momento no comprendo específicamente, cómo este elemento químico podrá ayudarme. Cuando por fin retiro todos los artefactos dentro del clóset, la esfera sale rondando a toda velocidad por el pasillo. Trato de alcanzarla, pero es demasiado tarde, está fuera de mi alcance y se dirige hacia las escaleras. Sólo puedo ver como continúa su camino y gira, extrañamente, hacia la derecha, no hacia los descansos de la escalera, sino al vacío. Desciende mi única esperanza de comprensión de aquel sueño, mientras se escucha un golpe sumamente fuerte. Retiro todos los objetos que me he tirado encima para asomarme sobre la valla de seguridad hacia abajo. La esfera no se ha roto, pero ha creado un agujero en el suelo, que de momento parece no tener final. Desciendo rápidamente las escaleras. Diviso el agujero debajo de mis pies e intento meter la mano, sin conseguir siquiera arañar algún atisbo de la esfera, mas, puedo verificar su profundidad debido a su insondable oscuridad.
Inhalo. Exhalo. Tres veces. Vuelve la calma.
Voy hacia la sala. El herrumbroso árbol me observa. “¿Qué quieres?”, espeto. “Déjame tranquilo”. ¿Tranquilo? ¿Tranquila? Estoy confundida.
Voy a continuar realizando la decoración, sólo para mí, porque es una madrugada intensa de navidad.
Mientras, el sol no sale, alrededor de casa sólo hay viento recorriendo las calles, los vecinos duermen y los niños esperan sus juguetes, mi casa se va recomponiendo a los daños de hace mucho tiempo. Iluminación. Adornos. Hasta el árbol herrumbroso tiene un porte distinto, menos aterrador y más llamativo.
En cuanto salga el sol, haré las compras de Navidad. Pienso pasarla lo mejor posible, hacer presencia en este lugar, llenarlo de vida, que los vecinos olviden aquellos días, que dejen de preguntar, de grabar mi casa.
Van a ser casi las 5:00 horas de la madrugada. El sol no se asoma; ni un atisbo de su mágica y cálida luz. Tengo mucho sueño. Sólo reposaré en el sofá y continuaré con la decoración y la cena.
***
Hijo. Hijo. Alberto. Alberto. Ya es Navidad, hijo. Abre los ojos, están bajo el árbol.
Abro los ojos. Los adornos de la casa que he colocado están ahí. Hay ruido en todas partes. Un aroma proveniente de la cocina es adorablemente perceptible. Volteo a todas partes y están mis primos, cuando eran niños. Están mis abuelos. Mi madre va de un lado a otro recogiendo cosas. Y sí, papá está ahí, en el árbol.
Me levanto de golpe.
“Oh, Alberto, ¿qué sucede?, ¿estás bien? Mira, éste es tu regalo”, me dice mientras extiende una pequeña caja con adornos rojos y verdes.
Lo que estoy mirando no es cierto. Observo mis manos y soy yo, adulto; digo, adulta, en este sueño. Voy corriendo hacia las escaleras. El agujero en el suelo está. Subo las escaleras y mis primos están sacando objetos del clóset, mismos que había tirado minutos atrás. Voy hacia el baño y cierro con seguro la puerta. Papá ha venido detrás y toca la puerta ligeramente, preguntando si todo está bien. Respondo que sí y miro fijamente en el espejo, la mujer adulta en la que me convertí.
Esto no es un sueño, está pasando. Me he pellizcado varias veces, incluso me he dado una fuerte bofetada y no se ha roto la ensoñación. Las arrugas del tiempo están ahí. Sea sueño o realidad, no puedo dejar pasar el fenómeno que sucede en este momento. Abro la puerta y mi papá, justo como lo recuerdo, está ahí, sin sorprenderse de cómo se ve su hijo ahora o, mejor decir, su hija.
“Alberto, hijo, ven a desayunar. El recalentado estará exquisito”.
Al bajar, están todos en la mesa. Mamá me abraza. Los abuelos también. Mis primos pequeños piensan que aún son chiquillos de diez años o menos, porque quieren jugar con sus recientes juguetes. Todos desayunamos en la mesa. Papá saca su vieja cámara y toma fotos. Yo saco el celular y tomo fotos, pero todos en la familia se sorprenden por el avanzado aparato que tengo. Aun así; el momento es mejor que preguntar de dónde lo he sacado. Desayunamos. Conversamos. Quiero decirle a papá lo que sucederá más tarde, una vez que transcurra el tiempo, pero no me lo permite. Juego con mis primos como puedo. El tiempo va pasando. La familia va y viene. Llegada la tarde, los abuelos y mis primos se despiden, es hora de volver a sus casas. Nunca me di cuenta de cuánto tiempo ha pasado, pero me despido de ellos.
“Hasta el otro año”, dicen.
“Hasta el otro año”, respondo.
Mis papás los invitan a salir. Estoy agotada. Observo mi teléfono celular. Están todas las fotos y videos. Mi equipo marca el 25 de diciembre de 2026 a las 05:06 horas. Voy a la configuración del dispositivo y marco fecha y hora correctas manualmente. Tal vez se ha descompuesto.
Ha sido un momento mágico, el mejor sueño que he tenido. Pero ahora voy a dormir en mi propio sueño y volveré a la realidad, ésa donde soy Arsis, el hombre que decidió volverse mujer para olvidar aquellos eventos traumáticos en su familia, que abandonó todo para viajar por el mundo y a sus casi 50 años, intenta devolverse un poco de paz.
Escucho a papá decirme “buenas noches, Alberto”.
Entre dientes, le digo “buenas noches, papá”.
***
¿Han tenido un sueño demasiado hermoso, el cual no quieren que se acabe?
Bueno, estoy en él.
Esta mañana he amanecido, calculando entonces que será un 26 de diciembre de 2026. Sólo hay silencio por la casa, neblina fuera de la misma, con vientos arrasadores. Voy hacia el baño, para mirar los estragos nocturnos. Me quito la peluca rubia para mirar a Alberto, al menos una vez en esta realidad.
¿Cómo hemos envejecido, querido Alberto?
Vimos a papá. A mamá. A los abuelos. A los primos. Todo fue maravilloso.
Me vuelvo a poner la peluca y salgo del baño. Recorro el pasillo. Desciendo las escaleras. El enorme agujero de la esfera sigue ahí, pero ahora, alrededor de él, crece una herrumbre metálica extraña, ni pienso en tocarla.
Al descender las escaleras, escucho a alguien en la cocina. Bajo en sigilo y con precaución. Puedo ver la sala, al herrumbroso árbol, doblado y aterrador. Voy hacia la sala. Hay trastos por doquier. Doy vuelta a la derecha y, en la cocina, encuentro a mi madre.
“Oh, Alberto cariño, buen día”.
Me asusto y corro hasta la habitación. Giro el seguro. Tomo mi celular. Marca el 25 de diciembre a las 05:00 horas. Yo cambié la configuración anoche. No es 25 de diciembre, es 26 de diciembre.
Escucho más voces llegando. Escucho pasos pequeños subir las escaleras.
Escucho a mi padre gritando: ¡Feliz navidad querida familia y próspero año 1987!
***
Las otras partes del cuento:
Eternamente tuya será la Navidad-Parte I
Eternamente tuya será la Navidad-Parte II
Eternamente tuya será la Navidad
Imagen:
Balcón >> Fotografía >> Guillermo Santana
Lord Crawen, Jezreel Fuentes Franco nació el 29 de junio de 1986 en la Ciudad de México. Estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en el IPN; luego, su pasión por la Literatura lo llevó a formar parte del Taller de Creación Literaria impartido por el profesor Julián Castruita Morán, y del impartido por el profesor Alejandro Arzate Galván. Participante de Concursos Interpolitécnicos de Lectura en Voz Alta, Declamación, Cuento y Poesía. En 2014 fue finalista del Concurso Interpolitécnico de Declamación. Participó en cuatro obras de teatro de improvisación, las cuales fueron presentadas en los auditorios de la Escuela Superior de Ingeniería Textil y en el Cecyt 15. Ha realizado ponencias en eventos de Literatura del horror, en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet. Publicó algunos trabajos para el portal electrónico “El nahual errante” y actualmente, se desempeña como ingeniero de procesos de T.I.