EL MUNDO CUADRADO DEL PELA PAPAS Y SU CAPITÁN CRONOS

por Nidya Areli Díaz

Por Héctor Vargas

Recuerdo una tira cómica en un periódico de un soldado marino a quien le tocaba pelar papas para toda una tripulación. En la imagen se veían tres alteros: el mayor de ellos era de papas sin pelar, el mediano de papas sin cascara y el último, y más pequeño, era el de las cascaras sobrantes.

Me preocupaba cuando niño, porque cada que volvía a los periódicos, encontraba al mismo tipo al final del chiste, pensativo y enajenado en la faena de siempre. En ese entonces no tenía definido mi futuro, pero pensaba que si algún día yo fuera marinero iba a batallar mucho, ya que me consideraba malo para la labor de pelar papas.

Dejé de procurar las tiras cómicas, pero en mi mente continuó el temor de que un día tuviera que realizar esa tarea tan agobiante. Hoy puedo decir que tengo la habilidad de pelar papas, pero no quisiera que mi única opción para mantenerme a flote en el mundo fuera la de pelar papas de por vida.

Cuando cursé el sexto semestre de preparatoria, hice mis prácticas técnicas en un barco camaronero. Las labores en un barco son extenuantes, te roban, casi, hasta la voluntad de pensar. El alma se deja en sus ocupaciones, las cuales se prolongan por días, dependiendo de la cantidad de cardumen que se encuentre en el recorrido. Apenas limpia la borda, cuando nuevamente regresan las redes repletas de camarón. Días y noches a marchas forzadas, hasta alcanzar el anhelado descanso. Cuando se llega ese momento hay que aprovecharlo, pero hay ocasiones en que se está tan cansado, que el mismo cuerpo no te responde para lograr dormir. Fue uno de esos días, al querer conciliar el sueño, que, tendido sobre el techo más alto del barco, alimenté a mi paz interna observando el cielo marino. Me gustaba aquella sensación de estar bamboleándome, fatigado, pero con la oportunidad de disfrutar de la placidez del mar; de poder observar la coloración cambiante de un atardecer que terminaba, hasta convertirse en oscuridad. No encontraba las palabras para describir el momento, pero había encontrado una paz que me envolvía y quería describirla: en ese instante supe que quería ser escritor.

Soy un escritor de pensamiento, palabra, con pocas obras y mucha omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Al momento de querer escribir mis ideas, es tan poco el tiempo que tengo para hacerlo, que como chiste siempre digo que soy un escritor de tiempo incompleto. Pero sólo al momento de intentar escribir, porque puedo asegurar que en mi mente siempre lo soy; en mi mente se tejen historias, aunque nunca vean la luz de la hoja blanca sobre el monitor. Tuvieron que pasar dos años, desde que anduve en un barco, para por primera vez describir la hermosura en un poema, y nueve más para terminar un relato corto. Hoy no soy marinero, ni pretendo serlo, me dedico a una labor diferente, pero es igual de extenuante que la del pela papas.

Hace poco el segundo de los Abeles en mi vida me dijo que mi tiempo se regía por Cronos, quien autoritariamente siempre devora a sus hijos, y que debería buscar el régimen de Kairós y volverme a enamorar. Lo cierto es que para mí el tiempo es cuadrado, y mi vida se continúa en ese cíclico estado de: despertar, trabajar, comer y dormir. Es una carrera que llevo perdida y que hasta hoy no tiene fin.

Me conformo con el estado lento, allí donde mi historia de escritor desborda e inicia también sobre una cama. Estoy abrazado a una bella mujer semidesnuda, su vestido a rayas está sobre el suelo, mientras yo observo el cielo raso de un techo cualquiera. Dice llamarse Carpe Diem y me susurra una historia, de un joven pescador que observa, sobre el techo de un barco, una agradable tarde que se convierte en noche, con las manos llenas de permanganato para soportar el extenuante trabajo de pelar camarón. La llamaría mi inspiración, pero tendré que hacerla mía, y efectiva en la vida real, ahí donde mi historia de escritor comienza y se sucede trabajando arduamente y con poco tiempo para amar y escribir…

Todo esto lo recuerdo ahora que pelo papas para poder cenar; corto cebolla y al mismo tiempo quiero redimir los pensamientos que vienen a mi mente. Soy diestro para pelar papas ahora que mi esposa me ha abandonado por workaholico. Fue por ella por quien escribí el primer poema… El suelo es húmedo bajo mis pies, tendré que dejar las cebollas de lado, ya que sólo soy un vil pela papas. La inseguridad tambaleante se apodera de mí; quizá mis letras, en mi mente donde sí escribo, son tan insulsas como mi vida cuadrada y la cena que ahora preparo.

Otro día de arduo trabajo, de comer y soñar en si tendré la fuerza, en esta tarde que se ha convertido en noche, para ver la luz de la hoja blanca sobre el monitor, y de poder escribir un poema o una historia para una ella que ahora no existe.

Son las cinco y media de la mañana, el pitido del capitán del barco ha sonado… es hora de despertar.

Domingo 30 de agosto de 2015

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La noche estrellada >> Óleo, 1889 >> Vincent Van Gogh

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1 comentario

Bal 29/09/2015 - 16:59

Domador, esta vez domaste la hoja en blanco a tal punto que quedé profundamente conmovida. No desistas y sigue plasmando tus letrasasí, con el corazón.

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