CRIPTOZOOLOGÍA

por Diony Scandela

Nadie les creería. Ni la comunidad científica ni mucho menos la prensa; ambos eran testigos del mayor hallazgo del siglo: allí entre las negras aguas y profundas del Río Congo, se desplazaba aquel pesado y prehistórico reptil, color gris parduzco, de grueso y flexible cuello largo, moviendo lentamente su cola, mientras creaba un torbellino acuático. Calcularon que mediría unos 10 metros de largo. Habían venido desde muy lejos. Todos sus ahorros de vida para pagar esa expedición.

—Finalmente. —dijo el zoólogo. —Tenemos al Mokèle-mbèmbé ¡el famoso diablo acuático!

—Rápido, busca tu cámara —dijo otro.

El tercero buscó acercarse más:

—Moveré un poco el bote…

—Espera, idiota…, mueve tu bolso que está pesado.

Mientras hallaban la manera de tomar una buena foto, no se dieron cuenta que el bote tenía una ligera falla: un hueco mal sellado por donde iba entrando el agua. Cuando buscaban ajustar un buen ángulo, la cámara se descargó; bastaron unos segundos para que los zoólogos discutieran entre sí y el enorme fósil viviente se sintiera amenazado; buscaban acordar quien se llevaría el crédito por el hallazgo. Uno de ellos (el más astuto), aprovechó y tomó una foto con una pequeña cámara de bolsillo. Entonces vino lo imprevisto: el dinosaurio viviente golpeó con su cola el bote donde estaban los tres zoólogos y volvió a sumergirse.

Dos de ellos se ahogaron (no sabían nadar). El tercero, más viejo y astuto, logró ir hasta la orilla y le tomó otra foto con la cámara de bolsillo. No se iría con las manos vacías ¡era el críptido o nada!

Al llegar a su país, mostró las fotos a la prensa y recibió burlas. Las redes sociales lo destrozaron y la televisión hizo mofa de sus supuestas pruebas; un grupo de expertos (malditos genios), analizaron la fotografía y llegaron a la conclusión de que era real. El reconocimiento fue inmediato y efusivo. “Hallazgo de un dinosaurio viviente en el África”.

Dinero, fama y una serie de televisión en proceso. Con la notoriedad llegaron los acérrimos ratones de ciencia, por eso el zoólogo regresó al Río Congo con una docena de naturalistas; buscaron hasta el cansancio y no dieron con nada; hablaron con las tribus locales y huían atemorizados cuando les dijeron que iban tras la pista del críptido. Por las noches oyeron sonidos extraños, como alaridos de pájaros y, alumbrando con sus linternas, vieron a una criatura que volaba cerca de los árboles. De cabeza enorme y alas membranosas: supusieron que se trataba del misterio Kongamato, un críptido de dos metros de envergadura, muy similar a un pterosaurio. El zoólogo tomó la foto al monstruo volador, ¡otra más para su repertorio! Al día siguiente, nada que aparecía el Mokèle-mbèmbé. La insolación causó la muerte de algunos naturalistas y el Kongamato apareció volando entre los aires, llegó al bote donde estaban los restantes y volteó la embarcación. Murieron ahogados (incluyendo al famoso zoólogo). Con el paso de los días, el otro críptido murió intoxicado: por comerse un frasco de repelente que halló entre los cadáveres de los naturalistas ahogados. Treinta años después, una enorme sequía afectaba el planeta y a los 230 metros de profundidad del Río Congo, seco casi en su totalidad, dejó al descubierto los fósiles del Mokèle-mbèmbé, justo al lado de huesos humanos; el hallazgo sirvió para que una teoría poco (o nada) conocida fuera aceptada por la comunidad científica. El creacionismo: las especies no evolucionaron, permanecieron tal cual desde la creación y los humanos pudieron coexistir con dinosaurios.

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Iguana >> Tinta y colores al agua >> Alias Torlonio

Diony Scandela nació el 3 de julio de 1993 en  Apure, Venezuela. Iniciado formalmente en el mundo de la escritura con la publicación de su novela Perros de la Prehistoria. Autor de varios relatos, entre ellos “El cíclope de los bosques”, “El caso del sindicalista”, “Caballero andante” y fundador de la Revista Paladín. Integrante del equipo editorial de la Revista Paladín.

Instagram: @dionyscandela

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