La familia ha venido a la fonda a presentar una obra de teatro.
Va el mesero y les pregunta por el primer acto
una escena con fideos y cucharas hondas.
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El primero en hablar es el joven adulto
el que hace caras horrendas frente a las tortillas
como los rostros de la gente que por descuido acude
a una lectura de poesía.
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Hay campos enteros de trigo en la sopa
la profundidad de la sémola y la ubicuidad de los panes
quieren reproducir primeras y últimas cenas.
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Ahora llama la atención una actriz secundaria,
quien, aunque no lo hayamos advertido
dibuja su cubierto sobre el plato.
Abre los ojos a la par de la boca.
Comer para ella es abrir los ojos.
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Se ve seco el bistec, quiero otro bolillo, pero
que no sepa a masa, interviene la tercera actriz.
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Todos aplauden. Interpreta su papel tan convencida.
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Se oye un disparo, digo, una llamada.
Alguien del público ringa
y ringa.
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Comienza el segundo acto de, me interrumpe el mesero.
Por favor, dos cucharadas.
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Y viene ahora la cuarta actriz, que no ha dicho nada.
y que no dirá nada porque ojea unos papales.
No ha dormido, se le nota por los calamares
que han indiciado las cuencas.
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Al unísono amargan o remojan el arroz
con la salsícula de chiles con tomate.
Untan la mantequilla insípida en el pan
como en sus rostros recorren las manos.
Un leve chubasco es el refresco
recién vertido en la garganta.
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Vemos a unos cérvidos que inclinan hacia el plato sus hambres
sus saberes y costumbres:
Esa mesa redonda dirime importantes tópicos:
si las mojarras tienen mayor grasa que el silencio
o si el endecasílabo proteico gana en vanguardia
frente al proteínico salpicón de res
si las cuentas, no del restaurante,
las pagará el seguro o si la obra debe /
carajo, se le ha caído
un plato al mesero estrella.
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En fin, bajan el telón
hasta un nivel invisible
por debajo de los pies
para limpiar el desastre.
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Y el tercer acto frente al postrero y fino
juego de servilletas y libretos
frente postres libres de servilismos y gluten.
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Ha crecido la sombra.
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Un hombre casi desvanecido deja su rostro
sin freno, pero sale despacio
como si comenzara un tren su marcha.
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Y lo miran todos.
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Se calla también la concurrencia,
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Esperando la grave voz,
atentos como jaulas al posible,
esperado, revoloteo de su palabra.
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Avanza este hombre un poco más
ahora el cuello de hiena herida,
la cabeza completa que casi tartaruga,
y casi en fiesta por haber salido de la herida
de un hospital del cáncer.
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El primer actor, tan fino de repartos
y trémulo de vendas, avanza al escenario
del centro de la mesa
para decir, entre umbras,
con toda la ovación del público,
expectativa atenta y ojo en vilo,
y con los carnés a un lado y las recetas médicas
al lado del menú,
con todos los aplausos
y la suspensión de otros actores:
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“Por favor, la sal.”
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IMAGEN AL EXTERIOR
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José P. Serrato (Ciudad de México, 1987). Estudió Derecho en la UNAM y Creación literaria en la UACM, la maestría en Filología en la UAM y el doctorado en Literatura Hispánica en El Colegio de México. Trabaja como asesor jurídico de organizaciones defensoras de derechos humanos y como profesor en la UACM y en la UNAM. Becario del FONCA en 2013 en el área de poesía. Recibió en España el I Premio de Poesía Marina Alta “Poetes per la Cultura”, en 2020; el primer premio del concurso 45° de la revista Punto de partida y el segundo lugar en el premio Vigencia del 68, en 2018. Actualmente, prepara la publicación de su primer poemario.