Un lindo anillo de compromiso está sobre la mesa en el restaurante; un anillo sin caja de cristal o de terciopelo, ni moño que lo acompañe, sólo él: pequeño, nuevo, brillante y el único testigo.
Él le pide a ella que se lo preste, quiere ver una vez más ese símbolo de amor eterno que recién ha sido declarado. Ella, un poco renuente, pregunta impaciente: ¿para qué?, ¿acaso quieres recuperarlo?, ¿te has arrepentido?
Él interviene deseoso y lleno de nervios, quiere tenerlo en sus manos.
—Sólo quiero verlo de cerca y lo devuelvo sin problema. Es tan bello y reluciente, pero no podré verlo en tu mano, será en ti en quien me concentre.
Ella responde:
—¡No te creo! ¿Por qué los nervios? ¿Qué hay detrás de tu pedido? ¡Dime para que lo quieres! ¿Te has arrepentido? ¡Dímelo claramente!
Él, de temple sin domar, levanta la voz, se acerca y la mira fijamente.
—¿Es tu deseo? ¡Eres tú quien busca terminar! Tantas preguntas me obligan a pensar que no quieres estar para siempre conmigo. ¡Eres libre! Entre nosotros ya nada va a existir! Toma el anillo, ese objeto para mí no tiene valor.
Ella responde sorprendida. De él, esa reacción no esperaba.
—¡Calma! Aquí está el anillo, míralo, es bello, con todo el amor que lo acompaña.
—¡Buena suerte! —Él le dice. —¡Esto, aquí se acaba!
Él sale del restaurante con lágrimas contenidas; sale de prisa y deja la cuenta liquidada.
Ella sale tras de él, sólo toma su bolso.
El único testigo fiel de la plática, desconoce qué es lo que en este momento pasa.
Si él pudo esperar afuera del restaurante a su amada, tomarla en sus brazos y esa plática dejar olvidada.
¿Será que ella salió en diferente rumbo y aceptó sin reparos, que todo ahí terminara?
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IMAGEN
Manny Martínez-Torres. Año 1977, día 6, con el clima divertido y los aires que en febrero visitan la ciudad de León, Guanajuato en el centro de México, llegó a ocupar el cuarto sitio como hija de una familia de ocho hermanos. Ascendencia de arraigo desde 1700, Padres tejidos a la antigua con espíritu de progreso, la guiaron por un camino independiente.
Desde muy pequeña su gusto por socializar, la llevó a ser una niña versátil, noble y adaptable. Comenzó a plasmar sus sentimientos en papel desde su adolescencia, sin embargo, guardaba para sí un torrente de sensibilidad.
Impulsada por diferentes maestros de vida, fue tomando valor para mostrar al mundo sus escritos. Finalmente, se permitió compartirlos, gracias a un tutor literario que se convirtió en inspiración y empuje para dar a conocer hoy día, la tinta de su corazón.