En esta ocasión, mis dilectos amigos, quiero hablarles sobre cine. Pero no sobre cualquier clase de cine, sino sobre aquel que ya no se hace. Sobre el cine de las Grandes Producciones, sobre aquellas películas intemporales que continúan guardando su valor a través del tiempo y que, incluso, algunas veces lo incrementan.
Esta vez me voy a permitir hablarles de un film muy particular. Un film en donde no hay una figura femenina que nos atrape con sus encantos ni una historia de amor que nos emocione. Tampoco tiene sangrientas escenas que despierten nuestro morbo ni trata de un superhéroe cuyos absolutos triunfos llenen la pantalla. Les voy a hablar de una película de grandes escenarios —grandes, en el estricto sentido de la palabra— y hermosos paisajes y personajes majestuosos y, la siempre compleja, trama de la vida; todo ello magistralmente entretejido por un soberbio director dentro de una historia épica. Estoy hablándoles, mis amables lectores, de la superproducción inglesa de 1962: Lawrence Of Arabia.[1]
Lawrence:
—I killed two people. I mean, two Arabs. One was a boy. […] The other was a man. […] I had to execute him with my pistol. There was something about it I didn’t like. […] I enjoyed it.[2]
Estrenada en diciembre de 1962 en un magno evento en el teatro Odeon de Londres atendido por la mismísima reina Elizabeth II, esta maravillosa película ha cumplido ya más de medio siglo sin que hasta la fecha haya perdido un ápice de su grandiosidad y vigencia. La historia narra la aventura del espía inglés Thomas Edward Lawrence dentro del enfrentamiento entre árabes y turcos durante la Primera Guerra Mundial, por lo cual se le conoció con el sobrenombre de “Lawrence de Arabia”.
Aprovechando la atracción que lograba la compleja personalidad del teniente Lawrence y el rotundo éxito previo que habían logrado con la cinta The Bridge on the River Kwai (1957), el director de cine David Lean y el productor Sam Spiegel se lanzaron a la realización de este magno proyecto filmándolo en locaciones que abarcan el Oriente Medio (Jordania), África (Marruecos) y Europa (Inglaterra y España). Para el papel protagónico de la película se eligió a un actor desconocido en aquella época: el inglés Peter O’Toole, quien actuó como T. E. Lawrence; Omar Sharif, un nobel actor egipcio, hizo el rol de Sherif Ali ibn el Kharish, un guerrero de las tropas del Príncipe Feysal; Anthony Quinn actuó como Auda ibu Tayi, líder de una de las más importantes tribus árabes; Alec Guinness, quien ya había trabajado con Lean en The Bridge…, personalizó al Príncipe Feysal y Jack Hawkins actuó como el general inglés Lord Edmund Allenby.
El film fue un éxito arrollador e instantáneo y las funciones se saturaban rápidamente, pues la película solo podía exhibirse dos veces al día debido a su insólita duración de 3 horas y 42 minutos, lo que obligó a aceptar reservaciones para las proyecciones hasta por correo. Así, la obra de David Lean ganó 10 premios Óscar en el año inmediato posterior:
- Mejor película.
- Mejor director (David Lean).
- Mejor actor principal (Peter O’Toole).
- Mejor actor de reparto (Omar Sharif).
- Mejor guion adaptado (Robert Bolt y Michael Wilson).
- Mejor montaje (Anne V. Coates).
- Mejor fotografía (Color) (Freddie Young).
- Mejor banda sonora (Maurice Jarre).
- Mejor dirección artística (Color) (John Box, John Stoll, Dario Simoni).
- Mejor sonido (John Cox).
Algo de tomar en cuenta de esta obra maestra es su grandiosa banda sonora. Casi estoy seguro de que todos han oído por lo menos el tema principal de la cinta. El músico francés Maurice Jarre creó una música que apoya y da realce a la majestuosa escenografía de la película y al drama y la acción del argumento. Definitivamente, Lawrence of Arabia no sería la obra maestra que es sin la música de este compositor francés. Jarre también sería, más tarde, el creador de otra de las bandas sonoras más importantes de la obra cinematográfica de David Lean: Doctor Zhivago, que también le valdría un Óscar.
El guion, creado por Robert Bolt y Michael Wilson, está basado en la obra literaria escrita por el propio Thomas Edward Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría, en donde dejó plasmada su aventura con los árabes. Muerto prematuramente, a los 47 años, en un accidente en motocicleta, Lawrence se convirtió en uno de los mitos más importantes de la Inglaterra de la postguerra. Surgió, incluso, una teoría que hablaba de un complot organizado ex profeso para matarlo. Así que el teniente inglés terminó convertido en un oscuro personaje cuyo misterio incrementó de sobrada manera la expectación por la película que relataba su historia y que prometía desvelar al personaje, puesto que los primeros afiches, exhibidos en el majestuoso teatro Odeon, mostraban únicamente una silueta de un rostro de oscuras sombras enmarcado por un blanco turbante árabe. De tal suerte que, hablando en términos modernos, Lawrence Of Arabia se convirtió en un thriller psicológico de un hombre enfrentado contra su propio mito y contra la bastedad del desierto; un hombre que ignora su propia trascendencia pero que se encuentra, sorpresivamente, a sus anchas en medio de la vorágine de la rebelión árabe de 1916. Lean lo sabe y se aprovecha de ello.
Después de la toma de Áqaba por los árabes, Sherif Ali ibn el Kharish rinde honores a Lawrence:
Sherif Ali:
—Garlands for the conqueror. Tribute for the prince. Flowers for the man.[3]
Lawrence:
—I’m none of those things, Ali.[4]
Sherif Ali:
—What, then?[5]
Lawrence:
—Don’t know.[6]
Y en una de las primeras escenas de la película —que en realidad es el final de la vida del teniente Lawrence—, un reportero pregunta a Jackson Bentley su opinión sobre la personalidad del teniente del ejército inglés, a lo que Bentley contesta:
He was a poet, a scholar and a mighty warrior […]. He was also the most shameless exhibitionist since Barnum and Bailey.[7]
El producto de todo esto resulta en la creación de una maravillosa obra de arte cinematográfica que consumió alrededor de 15 millones de dólares y terminó recaudando más de 70. Una película cuyo tiempo de filmación se calculó en cinco meses y terminó durando más de dos años. Una cinta a la cual El American Film Institute coloca en la séptima posición de las 100 mejores películas.
Así que en esta ocasión, mis queridísimos lectores, va mi recomendación para que se den un tiempo y con toda la tranquilidad disfruten de esta joya que nos legaron una compañía de filmación inglesa, un puñado de grandes actores y miles de extras, camellos y caballos que, trabajando arduamente en unas locaciones insospechadas, se integraron a la eternidad de las grandes obras. ¡Qué la disfruten! y no se les olvide mandarnos sus comentarios.
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NOTAS
[1] Lawrence de Arabia [película], productor: Sam Spiegel, director: David Lean, edición: 202, México, Columbia Pictures, 1962, 2 DVD, son., col.
[2] —He matado a dos personas. Quiero decir, dos árabes. Uno de ellos era un niño. […] El otro era un hombre. […] Tuve que ejecutarlo con mi pistola. Había algo en él que no me gustaba. […] Lo disfruté.
[3] —Guirnaldas para el conquistador. Homenaje para el príncipe. Flores para el hombre.
[4] —No soy ninguna de esas cosas, Alí.
[5] —¿Qué eres entonces?
[6] —No sé.
[7] Fue un poeta, un erudito y un poderoso guerrero […]. También fue el exhibicionista más descarado de Barnum y Bailey.
Alberto Navia Rivera nació en Real del Monte, Hidalgo, el 8 de abril de 1958. Poeta, narrador, ensayista y promotor cultural. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha colaborado en Sombra del Aire desde su fundación en 2011, propositivo, inquisitivo y arriesgado.
1 comentario
Amigo, ayer me desvelé viendo la película. ¡Está genial! Muchas gracias por tu excelente recomendación.