Por Guillermo Santana
Vivo solo, hermano, tú lo sabes… No tengo hijos, un ahijado a quien dejarle mis deudas y mis libros.
Yo creo que en todas las ciudades, la cosa está jodida.
Uno se muere y llegan judiciales a quedarse con todo lo que encuentren.
Tengo un par de cosas que dejarte, pero antes tengo también un par de encargos.
Por favor no publiques las notas inconclusas, banalidades, los haikus. Los únicos dos que me salieron bien ya están a bordo de revistas electrónicas.
Rompe las libretas, los albures; arremete fondo contra todas las memorias. No vaya a ser que tenga algo que no quiera que veas.
Cuando muera, llévate todas las cosas valiosas de la casa, las monedas, los billetes de colección que te gusten,
por favor, que no llegue un policía a confiscar las pruebas de mi paro cardiaco. Es una malfunción del músculo y ya. Este día no tomé el desayuno, las tres o cuatro pastillas de Diazepam, ayer no hice la cena de carbohidratos con Parecetamol y mezcal de Oaxaca. Es decir, no pasa nada si me muero porque hay demasiados yo en esta ciudad, demasiados ancianos y vagabundos en la calle. Por favor, hermano, que los judiciales no se queden con las pocas cosas de valor y no le hagas caso a una mujer que venga a chantajearte diciendo que éramos pareja, que le escribí todos los poemas o que dejó su ropa interior en la casa. No eran poemas dedicados a ella, quizá a alguien más, pero nunca a una sola mujer.
La verdad es que, aunque compartimos tantas cosas, nunca formalizamos.
Leí unos poemas eróticos en su oído que bajé de un portal árabe y lo traduje,
nos embriagamos mucho,
éramos demasiado felices creyéndonos el cuento de los amantes, pero la verdad, nunca nos juramos nada, nunca prometimos nada más allá del instante; es más, nunca nos dimos besos en la boca.
Quédate con ella si quieres y compartan el dinero, pero no los poemas.
Ambos tomen la cuenta del banco, seguro que les alcanza para un viaje al extranjero.
Vende el cuatro de Toledo. Seguro que vale varios miles de pesos.
Vende también el libro de Robert Graves, tengo la primera edición firmada.
Ya casi termino. No dejes que nadie use mi cuerpo para trasplantes. Tengo hígado graso, arritmia y mi piel tiene indicios de cáncer. La verdad no sé si sea mejor que eches mi cuerpo al mar o a los gusanos.
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Guillermo Hernández Santana. En el ámbito académico, es lingüista por la ENAH y maestro en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Realiza trabajo etnográfico y lingüístico en la comunidad comcaac (seri), en la costa del Desierto Sonorense. Particularmente estudia cómo es el tiempo y las representaciones sociales entre los comcaac. En 2016 fue galardonado con el premio de lingüística Wigberto Jiménez Moreno a la mejor tesis de maestría. En el ámbito literario, ha cultivado diversas formas poéticas, tal como el Hai ku y el verso libre, asimismo escribe ensayo habitualmente. En 2007 ganó el Segundo lugar en el concurso de poesía organizado por la librería El Laberinto. Funge como editor de la revista Piedra, papel & tijeras. Sus obras, tanto académica como de creación literaria, se encuentran publicadas en diversos medios impresos y electrónicos. Colabora en Sombra del Aire desde abril de 2017.
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