La piel de la pintura, un camino de conocimiento. Agregar estrellas al cielo. Esta antigua expresión romana hacía referencia a la inutilidad de ciertas acciones y creo que es análoga al concepto chino taoísta incluido en el I Ching, el trabajo en lo echado a perder. Sin embargo desde mi punto de vista, agregar estrellas al cielo es oficio de poetas. Pero son ustedes los lectores, los que han de tener, cómo no, la última palabra. La amistad cultivada entre Nidya Areli Díaz, escritora, poeta, filóloga y editora de esta preciosa revista, que no para de crecer en contenido y calidad, y quien escribe, un simple pintor, dio pie a un montón de comentarios íntimos, por mi parte, sobre la pintura y los procesos creativos, que básicamente son mi interés principal dentro del arte. Nidya Areli sugirió que podríamos compartir algunas de estas reflexiones epistolares en su revista, Sombra del Aire. Creo que primero me negué, luego lo vi más claro, aunque no sabía todavía muy bien qué debería hacer, ya que por respeto a los lectores de la revista y a todos sus autores, no podía conformarme con un simple corta y pega, así que finalmente entendí que debía de remozar aquellas impresiones, actualizando de esta manera, mis sentimientos. El fruto de aquella propuesta es este artículo.
Mis ojos lo quieren hacer todo sin descanso, pero ya no pueden, cambiaron tras recibir por herencia un glaucoma familiar, y además, entrar abiertamente en conflicto con la luz eléctrica ¿Imaginan a un hombre que por las noches use gafas de sol? Pues ese soy yo. Por cierto, los médicos me dijeron que ellos no se ocupan de este problema. Yo pregunto: ¿Quién les habrá impuesto semejante pauta tan poco hipocrática? Ya sabemos la respuesta. Pero sucede que por otro lado mis ojos son felices, viven entre el verde del bosque atlántico, el azul del cielo (hoy en tela de juicio) y el blanco plateado de abundantes nieblas; además diré que siguen siendo tan amantes y receptivos a todas las formas así como a la luz. Cuando me puse a escribir de manera obsesiva durante cuatro años sin parar, desde el 2014 hasta el 1017, coincide con cuando peor estuvieron mis ojos, tanto que pintaba a puro brochazo; no me quedaba otra. De esto surgieron pinturas que no se parecían a nada de lo que yo venía haciendo. Algunas se salvaron, pero otras quedaron para fondos de nuevos trabajos. Los años 2012 y 2013 fueron particularmente horribles en este aspecto, luego fui elevando mi frecuencia vibratoria (por favor, han de entender esto como mejor puedan), y poco a poco revertí un proceso que a todas luces parecía degenerativo e inexorable. Recuerdo que esos días miraba todo como nunca antes, procurando asimilar bien aquello que veía, porque creía que en no demasiado tiempo me encontraría casi ciego. Creía, sin poder confirmarlo, que Edgar Degas tuvo glaucoma; aquellos días pensaba mucho en esto, viendo que tan enorme talento, el suyo, no impidió para nada su caída en la contradictoria paradoja del pintor invidente. El caso es que no por eso Degas dejó de pintar, no sin librar antes una ardua batalla contra la oscuridad, dejándonos por fortuna en sus últimas obras, una visión cromática sumamente interesante; los contornos pierden seguridad, detalle y protagonismo, y el color, básico y salvaje, se apodera de todo, hasta de nuestras retinas. Actualmente mi atención como pintor se centra en el retrato, y puedo decir que mi pintura ha ido madurando, lo cual me sitúa en un nuevo terreno, donde nunca antes había pisado. No se trata de presunción sino de un suceso concreto: concentrado en pintar la piel nuestra, he descubierto una beta o camino de ensanche espiritual, una forma de amor capaz de sanar mi turbulenta relación con el género humano. Cada matiz dado a la piel pintada es una lengua sanadora que cauteriza y cierra mis heridas. Esto ha provocado en mí una toma de consciencia sin retorno, una nueva línea de tiempo dentro de mi pintura, o lo que es lo mismo, de mi alma. Hoy quiero expresarme sin artificios, tal como lo hacía en mi preadolescencia. Trato de representar mi mundo con humildad. La luz a través del color es la forma. Así encuentro en la pintura dos dermis, la piel de las personas retratadas y la piel de los pigmentos que cubren la obra, sea esta en lienzo, tabla, cartón o papel: supradermis de la pintura. Surrealismo sugiere el corrector ortográfico, que ciertamente es de lo más surrealista. Siempre he sentido que ningún centímetro de la superficie pintada es más importante que otro, ya que como os digo, en mi trabajo solo hay un tema, la piel del cuadro. Creo que esta cosa no puede enseñarse, es un sentimiento. Cómo se adaptan mis retratados al espacio del cuadro, entra dentro del metalenguaje de la pintura, que por cierto, nuestros subconsciente suelen descifrar con soltura. Algunos retratados como Mohamed, no caben en la superficie del lienzo, rebasando sus límites tanto, que el cielo, viendo desde su estrecha franja, que tiene la batalla perdida, decide posarse sobre el cabello del retratado, mientras que otros como Leticia, se adaptan perfectamente al formato, cediendo con armonía, lugar al espacio, permitiendo incluso que la materia flote. He de mencionar que antes de conocer a Leticia y a Mohamed, que son una magnifica pareja, soñé con ellos, por extraño que parezca, en dos ocasiones. A Nidya Areli, nuestra editora, la he pintado y dibujado tantas veces como me ha sido posible, y en cada una de estas he descubierto aspectos de la pintura imposibles de pronosticar. Cada persona retratada realmente aporta algo diferente a mi forma de hacer. Puedo pintar animales con los ojos cerrados, a los hombres sin ningún esfuerzo, pero, amigo, cuan difícil es pintar la belleza femenina. Este es el mayor de todos los desafíos. Lo considero, aún sin dejar de intentarlo, una batalla perdida y os diré por qué. Tratar de emular semejante concentración de belleza, con tan solo un palo que en la punta tiene cogidos unos pelos o una cerdas, ¡es una locura! El pintor y su modelo es la historia de la bella y la bestia, es también David contra Goliat, pero no en su aspecto bíblico, sino en otra versión de bajo presupuesto, donde David queda siempre aplastado por la belleza. Así es como lo siento. Así es: ¡Sidera caelo addis! AT.
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Nidya Areli I >> Óleo sobre panel >> Alias Torlonio
Alias Torlonio, David García. Pintor. Disléxico. Ermitaño. Bosquimano. Vegetariano. Íbero. Guerrero pacifista. Extraterrestre mientras no se demuestre lo contrario. Nombrado en 2018, 14o Rey Natural de los Gatos del Bosque. Se declara objetor de conciencia desde 1982, apartándose para siempre de la industria militar, el estercolero político y los infiernos religiosos.
Frases poco conocidas de de Alias Torlonio: El silencio pule el alma. Los malos son tontos, los tontos son buenos, los buenos son listos, los listos no tanto. La miseria viene de la mente; la abundancia sale del espíritu. Me da igual un traje a topos que un campo de minas.
Descarga aquí de manera libre La aurora de los vampiros, de Alias Torlonio,
por cortesía del autor.