Por Víctor Hugo Pedraza
Presentí que mientras el tiempo pasaba, los sueños se configurarían o serían de una forma distinta o sucumbirían ante una realidad apostada sobre fragmentos del pasado. Llegaron, entonces, colmados de fantasmas y de sensatas mentiras. También se acercaron otros filtrándose a las baldosas, cuyos rugosos y finos relieves adoquinan el empedrado del camino futuro. Este sólo se fue bifurcando de la mano de historias apócrifas, de falsos profetas, de tumultos afónicos que las palabras susurran en su silencio.
La sentencia fue la incertidumbre, escasa por momentos, pero siempre presente. No sólo dejó un eco amargo, sino también una firme convicción por descifrar el polvo que, al andar, se levanta con cada paso.
P. D. Escribirles implica dejar de lado cualquier esquizofrénico deseo por escabullirme entre omisiones. No existe otro método para enfrentarme al espejo que me nombra, que me signa y hasta define. Buscar en ustedes las respuestas a mis alucinantes preguntas crea un diálogo misterioso que raya en la locura.
P. D. 1. El otro, el que está en lo oscuro, el que también soy, se esconde, aún, detrás de los esporádicos reflejos de quien se atreve −según sus endebles imposiciones— a reventar el silencio. A pesar de ello, aquellos gritos sólo se acentúan como lánguidas notas de una armónica que se clavan en lo profundo, en el vacío icónico al que llaman vida.
P. D. 2. Un trago de whisky se consume entre mis manos. No disipa las voces. No me saca de la confusión. Se desliza rasgando mi garganta… Pretende que en tanto el tiempo pasa los sueños se configuren, sucumban ante la realidad construida sobre fragmentos del presente.
Infielmente tuyo
Víctor Hugo Pedraza
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