Por Víctor Hugo Pedraza
La expresión de la libertad,
el destino,
se confunden.
Mezcla en la creación
de un apocalipsis vago,
misterioso,
lleno de palabras.
Promesa ávida de sueños,
con un derroche criminal de absurdos
y amaneceres agolpados,
estrellados contra la consciencia
de lo desconocido.
¿Existe libertad en el destino?
¿Pensar en ello es necesario?
¿Se permite indagar?
Llega, entonces, la incertidumbre,
madre de todas las ansiedades.
Ya no hay tiempo,
se ha confundido con el escabroso palpitar
de una ajena sombra.
Tal vez, llegue con las respuestas
a todos los destinos a pesar de sus fantasmas.
Será él
quien fije las libertades y los destinos.
Los pondrá en los límites de un segundo
para desaparecerlos,
los llevará de tiempo en tiempo
y los cubrirá de enigmas:
signos velados en los misterios del universo.
Entonces así,
y sólo así,
despertarán bajo el cobijo
de un pensamiento eterno.
Se descubrirán
detrás de un verso
diseñado en la nocturna espacialidad
del sueño que no existe.